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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Me das bastante pereza

Es que tengo que decírtelo así. Lo siento.

Ha llegado un punto en el que ya ni siquiera me va eso de acercarme a ti. Si no fuera porque de vez en cuando tengo necesidad, ni siquiera te miraría. Y no es que lo diga con acritud, no me mal interpretes; las cosas han sido así siempre. Lo que ocurre es que con el tiempo, una se va acomodando y únicamente se baja del trono cuando es realmente necesario y hasta vital. No me va lo de rebajarme al nivel de los demás, ya me conoces.

Siempre te he considerado mío, al igual que yo soy tuya (lo cortés no quita lo valiente), pero ya sabes, me agobian las relaciones pastelosas. Cómo decírtelo... No me gustan las lapas.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Una derrota regeneradora

Perdimos, pero ganamos.

Todo aquél día fue diferente. Desde las ganas de pisar la pista y el ansia por jugar a la agradable sensación post-partido. Un momento en que te sientes tan cansado como contento. Tan callado como radiante. Apenado por la derrota, pero sumido en la felicidad de un grupo que, todos a una, vivieron un momento de comunión y compromiso con el compañero que hacía semanas no experimentaban.

Perdimos. No pudimos ante Goliat. Apenas tuvimos opción de responder y a quien le digas el resultado te dirá que fue un repaso. Que fue un meneo. Que mordimos el polvo.

Quizás fue que ya llegamos con el chip cambiado, con la mentalidad de ir a disfrutar en lugar de salir a ganar. Con la certidumbre de que íbamos a jugar como mínimo cien puntos y que nos merecíamos un ratito de alegría, de compañerismo, y que íbamos a disfrutar. Jugar a voleibol sin aspavientos. Celebrar que heríamos a Goliat, aunque nos ganase finalmente.