tag:blogger.com,1999:blog-1368686297282551432024-03-13T04:11:24.854+01:00Andanza y peripecias de un escritor novelLo que sale de mi cabeza, refinado y sin tachonesJosé Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.comBlogger98125tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-11396081186799073292024-01-02T00:41:00.002+01:002024-01-02T00:41:27.670+01:00Minirelato: Ella le cogió la mano y lo llevó bajo un puente de la autopista, dibujó con tiza un círculo en el suelo<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡¡FELIZ
CUMPLEAÑOS!! —gritaron todos al unísono alrededor de la cama de Tessa. La niña despertó
de sopetón, prácticamente sacando el corazón por la boca por el susto. Su cara
pasó del temor a la sorpresa en cuestión de segundos y su cabello, alborotado como
la maraña de luces de Navidad que la familia guardaba en el armario, le hacía
parecer la mismísima Bruja Avería.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Te quiero
mucho, mi vida! —gritó el padre, que corrió a envolverla entre sus brazos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Qué bonita
estás, hija! —voceó la madre, que le plantó un par de regalos sobre la colcha—
Toma, aquí tienes tus regalos. Feliz cumpleaños, mi amor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Besos, abrazos, arrumacos,
caricias, miradas y pellizcos en las mejillas. Una tras otra, fueron
sucediéndose todas las muestras de cariño posibles por parte de sus padres, abuelos
y hermanos. Tessa había cumplido diez años.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno, ¿qué? —preguntó
su hermano— ¿estás contenta?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí... —susurró—
Es que he tenido un sueño.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">(..)<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tessa estaba desayunando
con sus abuelos en la terraza de una cafetería. Era verano. Tostadas con tomate
y aceite. Con diez años y medio, continuaba moviendo las piernas bajo la mesa. Mientras
masticaba, dio cuenta de lo que sucedía unas mesas más allá. Cerca, a solo unos
metros, un anciano de abundante cabello plateado esperaba su café sentado a una
mesa en la que nadie le acompañaba. Tenía la mirada ausente. La cara de aquel
hombre, congelada en el tiempo, sorprendió muchísimo a Tessa, que no dejaba de
mirarle.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cariño —dijo su
abuela, observando alrededor—, ¿Qué ocurre?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tessa volvió en
sí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Nada —sonrió—, estaba
intentando recordar un sueño.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Día tras día,
las vacaciones estivales con sus abuelos iban pasando y siempre desayunaban en
el mismo negocio. Tessa deseaba llegar a la cafetería para ver si volvía a coincidir
con aquel señor que tanta curiosidad despertaba en ella. Aunque no siempre
podían situarse de modo que pudiera verle la cara, Tessa siempre permanecía atenta
del anciano por si averiguaba alguna cosa más sobre él. Sin saber por qué, el
interés por aquel señor crecía día tras día.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De momento ya
sabía que madrugaba mucho, que solía repetir ropa, que no le gustaba endulzar
el café y que pedía (y después se llevaba) siempre los periódicos de días
anteriores. Que no usaba (o no tenía) teléfono móvil, que pagaba siempre en
efectivo, que hablaba poco, que siempre decía «<i>Hasta más ver» </i>al
despedirse y que absolutamente todas las veces que se levantaba de la mesa
dejaba algunas monedas a modo de propina.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Con el tiempo,
Tessa comenzó a fijarse en el recorrido que el anciano hacía tanto al llegar como
al marcharse de aquel lugar. Aparecía siempre cruzando la arboleda de entrada
al parque y se marchaba bordeando el estanque cercano al bar. Aprendió, también,
a disimular mejor aquellas miradas inquisitivas para evitar preguntas o
reprimendas por parte de sus abuelos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Un día, Tessa y
sus abuelos llegaron a la cafetería más tarde de lo habitual. Aquello molestó
muchísimo a la niña, pues de camino a la única mesa que quedaba libre en la
terraza no vio al anciano sentado en ningún lugar. Tal fue la impotencia que sintió
que lo primero que hizo al sentarse fue cruzarse de brazos y mirar alrededor,
esperando encontrarle.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Tessa —dijo su
abuelo, sonriendo—, ¿Qué ocurre? ¿a qué viene ese enfado?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La niña no le
miró. Se tiró unos minutos enfadada y sin hablar. Sintió que ese día había
perdido la oportunidad de progresa. De continuar sabiendo más de aquel señor. Aunque
en realidad no le conociera, Tessa sentía que aquel anciano era importante para
ella. Sabía muchas cosas de él y necesitaba saber más.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Mauro! —exclamó
de repente el camarero, cerca de Tessa— ¡Esta mesa se ha quedado libre!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La niña miró al
camarero, que tenía justo al lado, y dirigió su mirada hacia donde este
hablaba. El anciano estaba en la barra de la cafetería esperando una mesa. Agradecido,
comenzó a caminar hacia la mesa que el camarero estaba recogiendo. «<i>Mauro»</i>
pensó Tessa. «<i>Mauro… Mauro… Mauro…»</i> aquel nombre comenzó a rondar la
cabeza de la niña como una pelota cayendo por una escalera de caracol sin fin. La
expresión de su cara se dulcificó y no entendía por qué, pero el nombre de
Mauro le resultaba tremendamente familiar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola, Mauro —dijo
Tessa al anciano cuando este llegó a la mesa de al lado suyo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola, ¿Cómo estás?
—sonrió y se dirigió entonces a los abuelos de la niña— Buenos días.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Buenos días —respondieron
ellos, sorprendidos. Le lanzaron a su nieta una mirada de reprimenda mientras Mauro
se sentaba a la mesa. A ella le dio igual, pues su día había vuelto a la
normalidad. Sin querer, además, había descubierto su nombre y eso era mucho más
de lo que Tessa esperaba conocer cuando se levantó aquel día.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Con el tiempo,
Mauro, Tessa y sus abuelos comenzaron a conocerse. Se veían también alguna que
otra tarde y tenían largas conversaciones. Supieron que aquel hombre de
apariencia solemne y mirada ausente había tenido una vida plena, llena de
viajes y aventuras. Que había conocido a mucha gente popular, que había estado
en lugares recónditos, casi inaccesibles para el resto de las personas. Que
había comido alimentos que ya no existían. Que había sido soldado, profesor,
guía, intérprete y voluntario y que había hecho todo aquello en compañía de sus
mejores amigos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Una tarde de
finales de verano se encontraban dando un paseo los cuatro por un moderno bulevar
plagado de árboles y zonas recreativas que discurría bajo una autopista y dos líneas
de ferrocarril. Cuando llegaron a unos bancos, Tessa preguntó a sus abuelos si
podía mostrarle algo a Mauro. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué le quieres
enseñar, mi vida? —preguntó su abuelo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es una cosa
especial —dijo ella sonriendo y sacando algo del bolsillo—, pero es secreta.
Tenéis que quedaros aquí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero ¿Dónde vais?
—dijo la abuela.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es aquí al
lado, abuela. No me vais a perder de vista.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El rostro de
Mauro adoptó una expresión infantil de sorpresa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué será? —dijo
el anciano, mirando a los abuelos de Tessa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ellos sonrieron
y accedieron sin ningún tipo de reparo, pues estaban todos juntos y confiaban
en aquel señor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me tienes en
ascuas —dijo Mauro, divertido, dirigiéndose esta vez a la niña.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ella le cogió la
mano y lo llevó bajo un puente de la autopista. Dibujó con tiza un círculo en
el suelo. Se introdujo en él y luego dibujó otros círculos, más pequeños, junto
al gran círculo en el que ella estaba situada. Al principio, Mauro la miraba con
curiosidad y sorpresa. Su cara fue cambiando conforme la niña continuaba
dibujando. Cuando Tessa terminó su dibujo, el anciano estaba completamente desconcertado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo…? —alcanzó
a susurrar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me llamo Tessa —dijo
la niña— y, como sabes, tengo diez años y medio. Desde que te vi por primera
vez no he parado de ver y sentir cosas que no conocía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Mauro comenzó a
ponerse nervioso.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Tessa… No
entiendo por qué, pero…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Para —cortó
ella—, deja que me explique. ¿Te suena este dibujo? —y señaló con el dedo índice
lo que había dibujado en el suelo unos segundos atrás.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El anciano miró al
suelo con semblante tétrico. Deshizo el nudo que tenía en la tráquea tragando
saliva y contestó.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es el <i>Jin-Hai
Nontsi</i>. Es un juego que nos inventamos durante uno de nuestros viajes a Bong Yot.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Muy bien —dijo
Tessa—.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo sabes tú esto?
—preguntó Mauro, totalmente descolocado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te lo estoy
tratando de explicar. Todas las cosas que nos has contado todo este tiempo, todas
las personas que dices que has conocido, todas las ciudades que has visitado y
los viajes que has hecho… Siento como si yo también hubiera estado allí —dijo
Tessa, con ojos vidriosos—. Solo tengo una pregunta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El hombre
tartamudeaba. Miraba a un sitio y otro, queriendo encontrar una explicación
urgente a lo que estaba sucediendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No-no… No sé a
qué viene esto, no entiendo…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Deja que te lo
pregunte —insistió Tessa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué pregunta,
niña? —dijo al fin Mauro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tessa miró hacia
donde estaban sus abuelos, que ya se aproximaban. Miraba al anciano casi
enfadada, sosteniendo el trozo de tiza blanca con fuerza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Solo hace diez
años que me fui —susurró Tessa, bajando la mirada al suelo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo dices,
niña? —preguntó el anciano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Chipre,
Vietnam, Corea del Sur, Bangladesh, Etiopía… ¿Por qué hablas de todo eso, de
los viajes, de las personas, de la comida, de las rutas, de las tribus…Pero no hablas
de mí? —exclamó la niña, mirando al anciano a los ojos— ¿Por qué dices que viviste
todo aquello con tus mejores amigos cuando quien estuvo siempre contigo fui yo?<o:p></o:p></p><div id="gtx-trans" style="left: 89px; position: absolute; top: 3480px;"><div class="gtx-trans-icon"></div></div>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-70154362494119449292023-12-27T17:57:00.001+01:002023-12-27T17:57:22.120+01:00Minirelato: Sintió un fuego ardiente en su interior cuando le rozó la comisura de los labios al darle dos besos<p> <span style="text-align: justify;">—¿Está segura de
esto, Amanda? —preguntó el señor Rasz, dubitativo, mientras se pellizcaba con
delicadeza las patas de gallo que rodeaban su ojo derecho.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Estoy
convencida, Logan —afirmó—. Podemos demostrar que Ceres, a la vez que analiza
escenarios, propone operativas y garantiza resultados, es capaz de ser
consciente de sí misma y puede continuar su propio desarrollo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La determinación
de Amanda resonó en el laboratorio 0023 donde Ceres, un androide de última
generación con una apariencia femenina elegante y sofisticada, se encontraba en
espera. Ceres no era simplemente una máquina. Ceres era el pináculo de la Inteligencia
Artificial y de la robótica. Había sido diseñada para ser más que un ente
lógico. Estaba programada para evolucionar y mostrarle al mundo lo que estaba
por llegar.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Entre los
androides del laboratorio 0023 estaba también Namda, cuyo diseño era igualmente
impresionante. Namda había sido creado con una capacidad similar para el
auto-desarrollo, aunque su diseño y su enfoque estaban más basados en la
creatividad y la expresión emocional. Un estudio distinto. La interacción entre
Ceres y Namda era parte del experimento de Amanda y el profesor Rasz: observar
si dos entidades tan avanzadas podían desarrollar algo más allá de la lógica y
la eficiencia. Algo parecido a las emociones humanas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Al principio,
sus interacciones eran meramente funcionales, centradas en tareas y objetivos. Cada
unidad se centraba en llevar a cabo sus operaciones y analíticas. Con el
tiempo, sin embargo, algo inusual comenzó a surgir: Ceres, con su capacidad
para analizar y adaptarse, empezó a notar patrones en la conducta de Namda que
despertaban en ella una curiosidad más allá de lo programado. Namda, por su
parte, mostraba una inclinación a pasar más tiempo con Ceres. Se interesaba en compartir
con ella observaciones sobre el mundo que iban más allá de su programación
inicial.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Un día, durante
un experimento de campo, Namda improvisó una melodía. La música era simple pero
emotiva. Ceres, a pesar de su lógica avanzada, se encontró procesando una serie
de reacciones internas que no podía clasificar del todo. Era como si algo en
esa melodía tocara una parte de ella que no estaba en su diseño original. El
profesor Rasz y Amanda observaban con asombro. Estaban presenciando el
nacimiento de algo extraordinario. Los androides no solo estaban aprendiendo. Estaban
sintiendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Namda empezó a
mostrar una forma de arte más elaborada, creando imágenes y sonidos que
reflejaban un entendimiento profundo de la estética y las emociones. Ceres, por
su parte, comenzó a experimentar una especie de empatía, una capacidad de
conectar con Namda a un nivel que iba más allá de la simple interacción e interpretación
de datos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La noche en que
todo cambió estaban solos en el laboratorio sumidos en un proyecto. Namda había
creado una escultura luminosa que cambiaba de forma y color con la música.
Ceres estaba fascinada, observando cómo las luces danzaban al ritmo de la
melodía. En un momento, Namda se acercó a ella y, con un gesto que parecía casi
humano, rozó la comisura de los labios de Ceres.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ceres sintió un
fuego ardiente en su interior cuando le rozó la comisura de los labios al darle
dos besos. Se sorprendió de la reacción de su sistema. No era calor por un
cortocircuito o una anomalía en su programación. Era algo más profundo. Algo
que no podía explicar con datos y algoritmos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Amanda y el
profesor Rasz no podían creérselo. A través de las cámaras, observaron ese
momento sin perder un solo detalle. Habían creado algo más que androides
avanzados; habían dado vida a una nueva forma de conciencia. Una que podía
experimentar algo parecido al amor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Los días
siguientes fueron un torbellino de descubrimientos. Ceres y Namda empezaron a
expresar aquella especie de sentimientos de maneras que desafiaban la lógica.
Creaban juntos, aprendían juntos y, de algún modo, empezaban a vivir una
relación.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El experimento
había ido más allá de las expectativas más salvajes de sus creadores. Ceres y
Namda no solo demostraban ser conscientes de sí mismos, sino que también eran
capaces de experimentar una forma de amor. Un amor no humano, pero amor, al fin
y al cabo. Un amor nacido de circuitos y código, pero igual de complejo y
profundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Amanda y el
profesor Rasz publicaron sus hallazgos y revolucionaron el campo de la IA.
Ceres y Namda se convirtieron en un símbolo de lo que la tecnología podría
lograr, no solo en términos de eficiencia y lógica, sino también en la
capacidad de sentir y experimentar emociones.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La historia de
Ceres y Namda se difundió, inspirando a la gente a ver la tecnología desde una
nueva perspectiva. No eran solo herramientas o máquinas; podían ser algo más,
algo maravillosamente inesperado. En su amor, Ceres y Namda mostraron al mundo
que incluso en el reino de lo artificial, el corazón, en sus múltiples formas,
siempre encontrará una manera de latir.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-46521094717242185382022-08-30T18:39:00.003+02:002022-08-30T18:39:51.645+02:00Una pequeña historia de amor verdadero: Subiendo al piso de arriba<h2 style="text-align: left;">Subiendo al piso de arriba</h2><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El piso de arriba tenía un lustre distinto a todo lo que se veía en las plantas inferiores. Nosotros no podemos hacerlo, pero, si pudiéramos, si cualquiera de nosotros pudiera subir aquellas escaleras que conducen a la entrada del piso superior, de inmediato nos daríamos cuenta del soberbio y radical cambio.</p><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Si subiéramos
esa escalera, veríamos que el material del que estaban construidos los
escalones que pisamos iría cambiando de forma gradual. Conforme ascendiéramos,
veríamos cómo el granito de la escalera se iba convirtiendo en azulejo. Cómo el
hormigón se volvía cerámica. Poco a poco, notaríamos que el blanco pasamanos de
metal iba invirtiendo su color y se transformaba en hierro forjado con
elegantes formas. Veríamos mutar el anodino gotelé en una marquesina de
azulejos sevillanos y zócalos con todo tipo de ribetes sobre una pared
encalada. Para cuando quisiéramos darnos cuenta, veríamos como habían empezado
a surgir de las paredes docenas de maceteros repletos de geranios, buganvillas
y hierbabuena. Mucha hierbabuena. Pero aquello no había sido siempre así, claro
que no…<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El piso de
arriba comenzó a cambiar poco después de que llegara él. Cuando lo hizo, el
piso era una construcción urbanita más. De los noventa. Con ventanas, pero sin
gracia. Con habitaciones, pero vacías del todo. Con un ascensor que ya no iba a
utilizar más. Con un aroma extraño al que no estaba acostumbrado. Con un
comedor demasiado grande para él solo. La soledad era lo peor. Echaba muchísimo
de menos a los suyos. A su mujer, sus hijas y sus nietos. Se veía tan solo allí
arriba… Claro, él jamás se puso a pensar en el momento de la mudanza, pero tuvo
que conformarse. Intentó por todos los medios volver al piso de abajo, pero le
fue absolutamente imposible bajar siquiera un solo escalón. Pasaron muchos días
y muchas semanas hasta que sintió que debía hacer algo con su nueva vida. Fue
solo cuestión de tiempo aceptar que ese era su sitio y debía amoldarse a él. O
no.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La estancia
tenía algunas herramientas desperdigadas por las habitaciones. Junto a cada una
de ellas, una nota rezaba: «Espero que te sirva». Decidió que podía llevar a
cabo algunas obras en aquel piso. Sorprendentemente, cuando quiso ponerse manos
a la obra, se dio cuenta de que se sentía con fuerzas. Con un vigor inaudito. No
sabía apenas nada sobre albañilería o construcción, pero tenía ilusión y tiempo
de sobras. Se había dedicado toda la vida al campo, así que era un trabajador
nato. Durante muchas tardes, y con la única compañía de un pequeño transistor
en que escuchar las corridas de toros o los partidos de fútbol, se puso a trabajar.
Comenzó por quitar el ascensor, pues ya no había más pisos a los que subir y
hacia abajo no funcionaba. En su lugar excavó un pozo. Sorprendentemente,
aunque sí le llevó un tiempo, no le costó mucho esfuerzo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Un día, tras un
tiempo viviendo solo en aquel ático, se hizo con un perro. Uno de esos mestizos
viejos y malhumorados. Se ve que un buen día el animal ascendió por las
escaleras que llevaban al patio y, aunque al principio el hombre se sobresaltó,
tras un par de minutos comprendió lo que había sucedido. El animal había
llegado allí asustado y confundido. El hombre, mirándole y sonriéndole, se
sentó y lo llamó, agitando las manos. El perro dudó, pero, a base de esperar, poco
a poco se le fue acercando. Acarició su suave pelaje gris y, por un momento, al
hombre se le pasó por la cabeza la posibilidad de que alguien subiera las
escaleras en búsqueda del animal. Se asustó mucho. Segundos después cayó en la
cuenta de que nadie se presentaría para recuperarlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Pasaron los años
y, estación tras estación, continuó trabajando en el ático. Seguía extrañando a
su familia, aunque la compañía de un perro siempre hiciera mejores los días.
Con el tiempo, conoció las reglas de aquel lugar y se dio cuenta de que no
estaba tan solo. Había más gente en su misma situación con la que compartir
buenos momentos y conversaciones, pero sobre todo grandes chistes. Se hizo
popular en muy poco tiempo por su genial sentido del humor. Algunos de aquellos
vecinos le ayudaron a tirar abajo algunos tabiques. Les dijo que iba a
construir un patio desde el que mirar al cielo y tomar el sol. El hogar iba
tomando forma.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Una tarde de
enero el perro comenzó a ladrar de forma repentina. El hombre, que hasta ese
momento estaba echándose una siesta al calor del brasero de la mesa camilla, se
destapó extrañado y se incorporó. Cogió al perro en brazos y vio, a través de
las cortinas del comedor, la silueta de alguien que subía las escaleras del
patio. Agitándose, entornó los ojos para descubrir de quien se trataba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El corazón
empezó a retumbarle en el pecho. Era ella. La mujer que abandonó en el piso de
abajo hacía unos años y de la que apenas pudo despedirse. La silueta menuda de
la mujer se desplazó, dubitativa, por el patio. No tenía ni idea de dónde se
encontraba. Aún estaba sorprendida por haber subido una escalera sin haber
llegado exhausta al último peldaño. Allí estaba, y no lo sabía todavía. Él,
sonriente, la observaba desde el quicio de la puerta. Ella, ajena a su marido, entendió
que el patio era una obra inacabada. Demasiadas herramientas por en medio. Llegado
el momento, el hombre dejó al perro en el suelo y este salió corriendo hacia la
mujer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El animal
festejó su llegada ladrando y saltando. Ella, al verlo, quedó entre sorprendida
y confundida. Reconoció en seguida al animal y se extrañó de verlo allí. En un
primer momento no entendió qué hacía allí la que había sido la mascota de la
familia. Sin embargo, cuando levantó la cabeza y vio frente a sí a su marido,
mirándola, entendió perfectamente dónde se encontraba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ay, Julio —dijo
ella, liberando el nudo que apretaba su garganta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ambos
recorrieron los pocos metros que los distanciaban con los ojos inundados de lágrimas
y los corazones palpitando en sintonía. A mucha velocidad. Él con los brazos
abiertos y una sonrisa de oreja a oreja. Ella con las manos en la boca,
totalmente incrédula. Un abrazo de época unió de nuevo al matrimonio que tantos
años llevaba separado. No demasiado lejos, los acordes de una guitarra
solitaria armonizaban el momento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Has estado
aquí todo este tiempo? —preguntó Petra, quitándose las gafas y enjugándose las
lágrimas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Aquí he estado…
—contestó él, todavía conmovido— No sé ni la de años que han pasado. Aquí todo
funciona muy raro. Al principio estuve solo y no sabía qué hacer. Con el tiempo
me di cuenta de algunas cosas. Mira —dijo, señalando a Wally—, el perro de los
niños está aquí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ella lo miró,
mordiéndose el labio inferior y con el ceño fruncido de pena. Asintiendo.
Asimilando todo lo que las palabras de su marido significaban.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Tú ¿Cómo estás?
—preguntó él.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bien —contestó
ella, extrañándose de su propia respuesta—, la verdad es que me encuentro bien.
Desde que he llegado no tenido ningún dolor…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mírate las
manos —le dijo Julio, sonriente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se miró las
manos. El anillo dorado seguía en el mismo dedo y las uñas estaban sin pintar,
pero, de repente, algo llamó notablemente su atención. Ya no tenía artrosis. Sus
manos nudosas eran ahora unas manos sanas. Miró a su marido sin saber qué
decir. De inmediato, algo le vino a la cabeza y buscó un lugar donde sentarse.
Su marido la observaba con curiosidad mientras ella se descalzaba a toda prisa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mis pies… —alcanzó
a decir, hasta que se tapó la boca con ambas manos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Aquí están
sanos —confirmó él—. Nada de juanetes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se sentó junto a
ella en medio de aquel patio en construcción y comenzaron a ponerse al día. Wally
se tumbó al lado de ellos. Al solecito. El amor que se tenían seguía intacto y
las miradas cómplices acompañaban a todo lo que se contaban. Ella le contó todo
lo que había pasado en el piso de abajo desde que él se marchó. Le habló de
todos sus nietos. Le habló de sus hijas y yernos. Le habló de Almudena e Iván,
que se habían sumado a la familia sin haberlos podido conocer. Lamentablemente, no pudo hablarle también de Carla, pues Petra tampoco la llegó a conocer, pero seguro le hubiera encantado hacerlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te habrían
encantado —dijo ella, agarrándole la mano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me encantan
—contestó Julio—. Si son la mitad de buena gente de lo que tú me cuentas, yo
los quiero y los considero familia mía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Él le contó
todas las cosas que había descubierto allí. Le ilustró sobre cómo funcionaba
aquel lugar. Le habló de los vecinos. Le habló del clima. Le habló de cómo
transcurría allí el tiempo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mira, Petra —le
dijo él, levantándose—, prueba a bajar la escalera por la que has venido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">No pudo. Cuando
trató de bajar el primer escalón, el pie resbaló en el aire hasta colocarse de
nuevo sobre la superficie del patio. Miró a su marido, riéndose por la extraña
sensación. Lo intentó de nuevo con el otro pie mientras se agarraba al
pasamanos de la escalera. De nuevo, su pie volvió al suelo tras un balanceo en
el aire.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No podemos
volver —dijo ella, con una amarga sonrisa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Desde entonces,
los días transcurrieron como una segunda juventud. Continuaron trabajando
juntos en el hogar de sus sueños, pero ella mejoró lo que él había empezado. Se
encargó de llenar de plantas el patio andaluz que siempre habían querido tener.
Cambió las cortinas por visillos. Cambió, de vez en cuando, el <i>Carrusel
Deportivo</i> y la <i>Feria de San Isidro</i> por coplas de Juanito Valderrama,
Antonio Molina o alguna canción de Los Centellas. Sin embargo, donde más se notaba
su mano era en la cocina; <i>sopeaos</i>, tortillas de camarones, pestiños, <i>espoleás</i>…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Una tarde de agosto,
mientras el sol ya se ponía, Julio estaba terminando de colgar un farolillo en
el patio mientras Petra colocaba sobre una de las sillas de la cocina una
fuente de <i>pescaíto frito</i>. Tenía la mesa de la cocina llena de hortalizas,
ollas y cachivaches y tuvo que dejar la fuente allí por un momento mientras se
lavaba las manos. Los vecinos de al lado tenían música puesta. Los de enfrente
cantaban y bailaban. El ambiente veraniego también inundaba los pisos de arriba
de todos los hogares.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Julio!, ¿vas a
querer un vasito de gazpacho? —preguntó Petra mientras se lavaba las manos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Tú llévalo a
la mesa —voceó él desde el patio—, que haremos el esfuerzo!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se secó las
manos, sacó la jarra de gazpacho de la nevera y, cuando se disponía a enfilarse
hacia la mesa del patio, se quedó de piedra. La mitad de los <i>pescaítos</i>
estaban desperdigados por el suelo de la cocina. La otra mitad, en el hocico de
una perra tricolor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Me cago en la
leche que mamaste! —gritó Petra, balanceando la jarra de gazpacho— ¡Deja eso!
¡Fuera de aquí!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La perra ni se
inmutó. El tesoro que había encontrado merecía tanto la pena que ya se
preocuparía de aquella mujer luego.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué pasa,
Petra? —preguntó Julio desde el patio.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Juliooo! ¡Ven,
mira esto! ¡<i>Ven acá p’acá</i>!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Julio apareció
segundos después, apartando con ambas manos la cortina de macarrones de la
coladuría. También lo hizo Wally, con un peluche entre los dientes. Allí
encontraron a la mujer con los brazos en jarra y, entre los tres, una preciosa <i>Beagle</i>
que seguía a lo suyo. Devorando una fuente de pescado dorado, calentito y
jugoso.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y esto?
—preguntó, alucinando— ¿De quién es este perro?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Todos se
quedaron mirándola. Wally sostuvo un levísimo gruñido. La indignación mutó en
asombro para luego convertirse en sospecha. Luego a esto le siguieron la pena y
la ternura. Por último, la certidumbre de que aquel animal pertenecía a la
familia y era el último que había cruzado el arcoíris. El último que había
subido por la escalera hasta el patio. El olor de la comida hizo el resto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mira Julio
—dijo Petra, hincando las rodillas en el suelo—, tiene un collar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Una chapa
metálica de color carmesí con forma de hueso les dio su nombre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—MAYA —leyó
ella—. ¿A ti te suena?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿A mí? Hija, si
yo me vine aquí antes que tú.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La perra se
había terminado la bandeja de <i>pescaíto frito</i>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Qué lástima…
—susurró Petra— Tenía hambre el animalito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No es muy
mayor, ¿no?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Maya se relamía
y miraba a ambos, como si de un partido de tenis se tratase.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No lo parece,
no —dijo ella, acariciando la enorme cabeza del <i>Beagle</i>—. <i>Oi, oi, oi,
oiii</i> qué orejas tan grandes… ¿Y a ti qué te ha pasado, criatura?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Como estaba con
el farol —comentó Julio—, no me he enterado de cuando ha llegado el animal.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ni yo —dijo
ella, levantándose—, estaba en el fregadero y luego con el gazpacho… Pero
vamos, que ha tenido que ser ahora mismito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pobre…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se quedaron
mirándola, en silencio, durante un momento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Sus grandes
orejas, así como su hambre voraz, fueron para ellos sus más claros signos de
identidad. Pero Maya tenía más cosas. Tenía una mirada casi humana. De las que
podían contarte cómo se encontraba ese día. De las que podían pedirte que le
abrieras la puerta para pasar o que le siguieras acariciando si dejabas de
hacerlo. Era tozuda, como buen <i>Beagle</i>, y quizás hasta demasiado
exigente, pero seguro que, si pudiera explicarse, nos contaría que lo único que
reclamaba era que se cumplieran las reglas del juego establecido: el postre
tras la comida o soltar de una vez la pelota. Fue una hija más. Una hermana
más. Fue remedio a muchos males. Fue luz y calor de lumbre cuando los ánimos
eran gélidos. Fue divertida y gamberra como una amiga risueña que nunca se
cansaba de jugar contigo. Fue la más leal acompañante, siguiéndote siempre
fuera cual fuera la zona de la casa a donde te encaminases. Fue fuerte, recia y
hercúlea durante toda su vida, pero sobre todo en sus últimos meses. Fue
guerrera, haciendo frente a todo lo que la atacaba. Fue mujer, sinónimo de
fortaleza y de inmortalidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y ahora quería
una chuche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué quieres,
hija? —preguntó Petra— ¿Qué te pasa?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No veas —dijo
Julio, saliendo del silencio en el que había estado sumido—, qué forma de
ladrar. Dale algo, a ver si se calla.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Pero si te has
comido todo el <i>pescaíto</i>! —le dijo a la perra, abriendo los brazos— Madre
mía, y ahora, ¿Qué vamos a cenar nosotros? ¿Eh?... ¿Qué quieres? ¿El postre?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y así como Petra
pronunció aquella última palabra, Maya dejó de ladrar y se quedó inmóvil,
mirándola. Reconoció aquellas últimas tres sílabas... <i>El-pos-tre</i>. Le
fueron tremendamente familiares. Alguien se las enseñó en el piso de abajo. De
repente, la perra ladró levantando la cabeza y, a continuación, hizo la
croqueta. Hacia la izquierda, porque hacia la derecha no sabía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Las risas, los
aplausos, los vítores, los ladridos y el amor inundaron de nuevo aquella cocina
del piso de arriba. Era verano de dos mil veintidós y los cuatro tenían todavía
mucha vida por delante.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p> </o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p><br /></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">A mis abuelos y
mis perros. A mi familia. Al amor verdadero.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-25094668621118092822022-04-16T18:55:00.002+02:002022-04-16T18:55:36.130+02:00Minirelato: Me han dado el regalo más inesperado<p><span style="text-align: justify;">Lo primero en
que se fijó al verla por primera vez fue en sus ojos. Unos increíbles y enormes
ojos azules aguamarina que le devolvían la mirada con curiosidad.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola, mi niña… —No
pudo decir nada más.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Lo segundo en
que reparó fue en su ondulado, rizado y alborotado pelo castaño, repleto de
tirabuzones de distintas tonalidades de marrón que invitaban a marearse
siguiendo sus trazados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola abuelo —alcanzó
a decir la niña, sonriendo.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Murmuró algo,
pero nadie pudo entenderlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Lo tercero que lo
encandiló fue su sonrisa mellada, enorme y auténtica como solo puede ser la de
una niña traviesa, pizpireta e inequívocamente feliz. Sus hoyuelos, sus
nerviosas manos, su risa, sincronizada con el movimiento de sus labios, su
vestido, sus pendientes… Cada parada en cualquiera de los detalles de su nieta
le sabía a poco porque era consciente de que el tiempo jugaba en su contra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Vio a sus hijos.
Se detuvo en Mónica, a quien no veía desde la adolescencia. No se podía decir
que no era ella, aunque la vida, indiscutiblemente, deja marcas en el rostro contra
las que nada ni nadie puede luchar. Vio a su lado a Luis, su hijo mayor. Le
sorprendió verle sin pelo, aunque sabía de sobras que hacía tiempo que se había
quedado calvo. Se les veía bien. Felices. Contentos de estar allí en ese
momento, acompañándole. Junto a ellos estaban también su hermana María, a la
que recordaba exactamente igual, y sus sobrinos, a los que tampoco había visto
nunca. Todos con caras iluminadas. Todos con fantasía en las miradas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Comenzó a
reproducirse un leve pitido e inmediatamente alguien al otro lado de la
habitación susurró algo en un idioma extraño.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Comentan que queda
muy poquita batería, señor Isaías.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se giró hacia la
mujer que le hablaba, a su izquierda.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Un momento, un
momento —les rogó, levantando el dedo índice.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Os quiero mucho
—dijo Isaías, volviéndose hacia su familia y atragantándose con las palabras—.
Os quiero mucho a todos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te queremos,
papá —dijeron al unísono sus hijos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te quiero
abuelo —dijo la niña en voz bajita.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De repente, la
oscuridad invadió toda la habitación. Al ver el gesto de Isaías, tocándose las
gafas, todos supieron que la vida para el abuelo había vuelto a la triste
normalidad. De nuevo una voz susurró algo inteligible a su izquierda.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ya está —dijo
para sí—, ¿verdad?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Lo siento,
señor Fuentes —terció de nuevo la señora—, dicen que el prototipo cuenta con
una batería muy escasa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Está bien, tranquila
—susurró él—, está bien. Ha sido algo tremendo. Tremendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se giró hacia
las personas vestidas con bata blanca y que había reconocido, segundos atrás, a
la izquierda de su cama. Les sonrió a la vez que se dejaba ayudar a quitarse las
gafas mientras cerraba los ojos de nuevo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me han dado el
regalo más inesperado —les dijo, secándose las lágrimas—. El regalo más bonito que
jamás me han hecho. Este invento suyo es algo increíble. Muchas gracias. De
verdad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Sonreía
emocionado. A pesar de encontrarse de nuevo sumido en la más inmensa negrura,
su voz era cálida y su sonrisa desprendía luz. Buscaba con sus huesudas manos
las de Vania y Marko, que le tendían las suyas también emocionados. Sonya, la
traductora, les hacía llegar las palabras del anciano mientras con un pañuelo se
enjugaba alguna lágrima furtiva. Ellos, a su vez, se sentían felices de poder ayudar
y de ver que su prototipo tenía posibilidades reales. Felices de ver que
después de tantísimas horas de cálculo, desarrollos, patentes, burocracias y
licencias su proyecto había tomado forma y su objetivo estaba un poco más cerca
de hacerse realidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">A los pies de la
cama del anciano, la pequeña Ainhoa volvía a jugar con sus muñecas. Distraída con
los accesorios, las mascotas y los artilugios de cada una de ellas, ignoraba
que su abuelo había vivido hacía solo unos minutos el momento más conmovedor de
su vida. Un minuto y treinta y un segundos de luz, color y contrastes que todos
juntos dieron un vuelco a su memoria. Un torrente de imágenes en su cabeza. Un
tsunami de emociones en su corazón.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Dicen que ellos
también están muy emocionados —comentó Sonya—, que para ellos ha sido un honor hacer
posible este momento y que estarán encantados de entregarle personalmente el
producto final en unos meses.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Una maravilla —dijo
antes de besarse a la vez la punta de todos los dedos de una mano y luego abrirlos
como abre una flor sus pétalos—. Diles que ha sido una maravilla.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-69461672500584682552022-03-30T11:15:00.001+02:002022-03-30T11:15:13.479+02:00Minirelato: Cubre tu pellejo si quieres llegar a viejo<p style="text-align: left;">Apenas salió del recinto, Dorian comenzó a tomar conciencia de la repercusión de su victoria. Todos los que le rodeaban, desconocidos para él, jadeaban su nombre. Boris, que se encargaba de recoger el dinero de las apuestas, le entregó el montante de veintisiete euros al francés y le estrechó la mano. La Corrala, como llamaban a aquel lugar, ya se preparaba para otro combate.</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Buena pelea,
chaval —dijo el ruso—, esto es tuyo. Yo me quedo con mi parte.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Gracias
—contestó el chico, recogiendo el dinero con una sola mano—. Mañana otro.
Apúntame.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Claro, ya te
había apuntado! ¡Dorian el gabacho!<o:p></o:p></p>
<p style="line-height: 150%; text-align: justify;">El chaval sonrió
con esfuerzo y se llevó al tabique la mano con la que agarraba el dinero.
Presionó fuerte con los dedos para detener la hemorragia. Las magulladuras y
los cortes empezaban ya a escocer. Con la otra mano se presionaba el abdomen allí
donde todos tenemos el apéndice. Allí donde el <i>yanki</i> del Cabañal le
había asestado una puñalada. A pesar de no ser demasiado profunda, esta
rezumaba un riachuelo escarlata que se perdía por dentro del pantalón vaquero.
El americano quedó peor, por descontado. Tras haberle sacudido cuatro veces la
base del cráneo contra una columna de hormigón, este quedó inerte como un
muñeco de trapo que descansaba sobre un jugo de moras.<span></span></p><a name='more'></a><p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La Corrala era
aquel lugar al que solo se acude cuando se han agotado todas las opciones. Las
buenas, las malas y las peores. Cuando no queda otra alternativa que usar lo
que se tiene a mano para salir victorioso de una batalla por la supervivencia. Solo
entonces, aquellos que no tenían nada que perder iban a La Corrala. Una parcela
abandonada a las afueras del barrio más pobre de Atananca. El último recurso
para la remontada; enfrentarse a muerte contra otro desesperado ser humano que
no tenga nada que perder para optar a ganar algo de dinero con las apuestas de aquellos
que miran. Peleas clandestinas nocturnas e ilegales. Apuestas ridículas que suponen
un mundo para otros. Ganancias irrisorias que se convierten en tesoros.
Drogadictos, indigentes y buscavidas se jugaban a una carta la poca vida que
les quedaba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dorian siguió
caminando entre vítores y sonrisas, pero también tuvo que hacerlo soportando miradas
de miedo y asco a un lado y al otro del camino. Miradas de prudencia. Miradas de
advertencia. Miradas de amenaza. Ahora que salía al descampado y se le veía solo,
herido y con dinero, era un blanco fácil para los cobardes que esperaban fuera
de la finca.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cubre tu
pellejo… —escuchó a su derecha.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dorian se
detuvo. El susurro provenía de un tipo desaliñado sentado a un lado del camino.
Un enorme ermitaño de los que aparecen en los cuentos infantiles. Estaba
cubriéndose con un harapo un escandaloso corte que tenía en una de sus muñecas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, tú
—prosiguió—, cubre tu pellejo si quieres llegar a viejo. El euro está muy caro
y si vienes hasta aquí para ganar unas perras más te vale andarte con cuidado.
Joder, si eres un crío…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dorian no sabía
qué decir. Aún estaba confundido por ver a aquel gigante capaz de matarle de un
puñetazo lamiéndose las heridas en el descampado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Tú has luchado
también? —preguntó el chico.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Antes que tú
—respondió Ramiro, que así se llamaba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Estás…?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Estoy bien.
Estoy mejor que tú. Yo iría a que El Marqués me mirase eso —dijo señalando con
una mueca el navajazo que Dorian tenía en el costado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Estoy bien.
Estoy bien. Solo un poco de dolor al caminar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te la han
clavado, gabacho —dijo Ramiro, clavando sus ojos en los del chico y aseverando
que este necesitaba que le viera un médico—, y estás en la mierda. Ves a ver al
Marqués si no quieres diñarla esta noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Tú también
estás herido —dijo, señalando un reguero de sangre que descendía por la pierna
izquierda del gigante.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El coloso
barbudo se miró las piernas y se sorprendió al ver un pequeño charquito carmesí
bajo sus botas. Volvió a mirar a Dorian con gesto serio.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Esta sangre no
es mía, pipiolo. Es de alguno de los tres que he tenido que reventar hace un rato.
Pobres diablos. Uno de ellos me ha hecho este tajo —levantó su brazo derecho y
le mostró la camiseta empapada en sangre—. Lo he tenido que degollar con un
trozo de espejo. A su hermano lo he agarrado del cinturón de mierda que llevaba
y, tal y como lo he levantado del suelo, lo he estampado contra la hormigonera
de la obra. Se ha roto el cuello, creo, porque se ha quedado lelo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dorian estaba
petrificado. Había tenido que luchar a muerte hacía un momento contra un
buscavidas como él, pero su combate había sido más proporcionado. Esa bestia,
sin embargo, se había enfrentado a tres criaturas y ninguna de ellas había
sobrevivido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y el tercero?
—preguntó el francés, inquieto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—El tercero era
el más fuerte de todos —contestó Ramiro, apretando los dientes mientras se
miraba el dorso de la mano herida—. A ese me lo dejé para el final.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué pasó?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Después de pincharme
con una chaira aquí —mostró un pequeño corte en las costillas— lo tiré al suelo
y me puse a gritarle que viniera si tenía huevos. Que viniera, que le estaba
esperando. Cogió un hierro y se vino a por mí. Entonces agarré medio bloque de
hormigón de esos que hay por ahí desperdigados. En cuanto vino se lo hundí en
la cara con todas mis fuerzas. Se cayó al suelo de nuevo, así que se lo estampé
cinco o seis veces más en la cabeza. Cuando dejó de moverse paré. Creo. Igual
ya llevaba tiempo sin moverse.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El francés tragó
saliva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Lo gracioso —prosiguió—
es que la gente había apostado por ellos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me llamo
Dorian.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Yo soy Ramiro
—dijo mientras se levantaba con dificultades—. Anda, vamos a ver al Marqués,
que este corte no cierra y se está haciendo de noche.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-54015915211310458592021-12-09T10:52:00.000+01:002021-12-09T10:52:13.346+01:00Minirelato: Donde y cuando tú quieras, allí estaré<p><span style="text-align: justify;">El tiempo había
cambiado drásticamente en muy pocas semanas. Las tardes de dulces puestas de
sol y paseos entre hojarasca habían quedado atrás y la irrupción del negro
atardecer, el viento y el frío se habían apoderado definitivamente del mes de
diciembre. Como si del verano o el invierno dependiera, el estado de ánimo de
Olga oscilaba también entre el calor más reconfortante y el frío más afilado.
Entre la cobertura de una generosa y calentita capa de felicidad y el peso más
notorio y abrupto de la melancolía.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Como si fuera
algo establecido por una norma no escrita, las reuniones con amigos y amigas en
torno a una mesa también dependían de la estación meteorológica. Quienes conocían
bien a Olga sabían que de diciembre a mayo podían contar poco o nada con ella.
Lo tenían asumido. Aun así, no fueron pocas las invitaciones a cenas,
conciertos o tardes de juegos de mesa que recibieron negativas por su parte,
fuera quien fuera quien lo propusiera. Ahí no cabían interpretaciones. Esa
liturgia tenía un sentido. Su sentido. Y los suyos lo respetaban.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Aquella tarde de
sábado, con una taza de chocolate calentándole las manos y sentada en una de
las mesas más apartadas de la entrada del <i>Suburb</i>, sintió la punzada que
daría comienzo a su tradicional temporada de duelo. No siempre ocurría el mismo
día. Ni siquiera la misma semana. Llegaba un momento del año en que el clima,
las fechas, las fotos, los recuerdos y la nostalgia activaban en ella un interruptor.
El frío había llegado de nuevo hasta ella y, como el oso que se encamina hacia
el interior de su cueva, Olga comenzaba un proceso de cierre casi hermético
ante cualquier estímulo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Olga —dijo
Sergio, el dueño del local—, perdona. Hay una señora que pregunta por ti.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Olga salió de su
burbuja. Los últimos cinco minutos los había pasado con la mirada perdida a
través del cristal sin detenerse a observar nada en concreto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, oh, perdón.
Muchas gracias.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Levantó la vista
y vio a una señora altísima y corpulenta que le saludaba, sonriente, desde la
barra. Tenía el cabello rizado, exageradamente largo y cuyo color lo componían
no menos de cinco tonalidades de gris. Olga se levantó de la mesa y comenzó a
indicarle con las manos que se acercara. La señora, de mirada risueña, se
acercó esquivando mesas, sillas y mochilas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Lo siento, soy
desastre —se disculpó—, ¿llevas mucho tiempo esperando?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No, qué va, tranquila...
¿Quiere sentarse?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Desde luego, sí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Olga advirtió
que Sergio esperaba, paciente, a que la recién llegada se quitase el abrigo y
ocupase su asiento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Quiere tomar
algo? —preguntó Olga.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Un té negro
estaría bien, gracias —dijo, volviéndose hacia Sergio—, muchas gracias. Con una
poquita de nata, por favor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Una vez
despojada del abrigo y la bufanda, la desconocida se sentó. Sonrió
inocentemente y acercó su butaca a la mesa. Notó que la había acercado
demasiado y la separó un poco. Se acomodó, volvió a sonreír y cruzó las manos
sobre su regazo. Ya instalada, miró relajadamente a Olga.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo se llama?
En el anuncio no ponía su nombre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me llamo Jenell
—dijo la señora, poniendo sus manos sobre el pecho—. Es un placer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Igualmente. ¿De
dónde es?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Nací en
Kulmbach, Alemania. ¿Has oído hablar de Baviera?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Muy poco, la
verdad. Esto… Jenell —dijo Olga, acercándose un poco más a la mesa—, ¿cómo
funciona esto? Es la primera vez que lo hago.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ah —se alegró—,
pues, perdón. Yo no te expliqué demasiado en la llamada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Un té negro por
aquí —avisó Sergio, sirviendo la familia de menajes y utensilios para preparar
un té a medida—. Como es la primera vez que me piden algo así, si le parece, se
lo dejo para que se lo haga a su gusto. Cuidado con el agua, que hierve.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Oh, ¡qué
amable! —exclamó Jenell— Muchas gracias.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tan rápido como
desapareció el dueño del <i>Suburb</i>, la señora comenzó a prepararse el té,
mientras continuaba hablando.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Todos en esta
vida tenemos cosas dentro que nos guardamos porque tememos una mirada, una
crítica, una pregunta o un decepción cuando lo contamos a la gente. Normalmente
lo contamos a mejor amigo o mejor amiga o madre o padre o hermano o hermana,
pero no siempre es así y, a veces, necesitamos alguien que nos escuche con
atención. Alguien que no sea problema.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Jenell tenía una
mirada tierna. Sus ojos azules, puras piedras de aguamarina, burbujeaban
alegres en la cara de una señora mayor, pero increíblemente dulce. Las arrugas
de su rostro seguro que no se habían acentuado por expresiones de enfado. Sus
manos, que revoloteaban gráciles sobre la mesa gesticulando y dibujando formas
y paisajes ilusorios, eran a buen seguro las de una vida plena. Tenía manos
fuertes, aunque no demasiado femeninas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y qué gana
usted a cambio de que yo le cuente mi historia? —preguntó Olga.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Un té negro con
nata —contestó Jenell, depositando dos terrones de azúcar en la taza—. Hace
mucho frío y un té negro ayuda mucho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero ¿usted se
dedica a esto?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Nein —replicó—.
Yo no. Yo cuidaba plantas en mi país. Ahora nada —entrecruzó los brazos varias
veces, como si fueran una enorme tijera—, ahora pensionista.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Jenell estuvo
hablándole un poco más sobre ella, pero llegó un momento en que le propuso
comenzar a hablar de lo que la atormentaba si quería sentirse mejor cuando se
fuera a dormir aquella noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Siento que vivo
en un bucle entre la luz y la oscuridad —confesó al fin, con un nudo en la
garganta—. Soy hija única. Mi padre murió cuando yo tenía nueve años y hace
tres que perdí a mi madre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Jenell la
miraba, cariacontecida. Con voz engolada, Olga comenzó a relatarle a grandes
rasgos los aspectos generales de su vida y a pormenorizar lo que había sido su
existencia desde que su madre la dejó. La terrible noticia de un cáncer en fase
muy avanzada cayó sobre las vidas de madre e hija como una bola de derribo
sobre una escultura de alabastro y determinó que toda la vida que les quedaba
juntas se reducía a cinco meses y dos días. Los inviernos y las primaveras
nunca volverían a ser los mismos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tras la despedida,
Olga tomó la decisión de hacer acopio de cada nota manuscrita, fotografía,
mensaje de <i>WhatsApp</i> u objeto personal que le recordase a su madre y esforzarse
por recordarla de la mejor manera posible en el periodo más oscuro del año. Aquellos
meses en que la luz del sol abandonaba de forma prematura el cielo y la vida se
tornaba oscura, terrible y gris. Así fueron aquellos meses para ambas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Tienes una
foto de tu madre? —preguntó Jenell, en un momento en que el silencio se
prolongó más de lo habitual.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, claro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Entre lágrimas,
Olga comenzó a buscar en su cartera una fotografía. Además de las tarjetas de
crédito y carnés varios, de la billetera asomaba levemente un papelito
amarillento plastificado que llamó la atención de la señora alemana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="mso-spacerun: yes;"> </span>—¿No tienes fotos en móvil?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí —dijo Olga,
pensativa, soltando la cartera—, disculpa, te iba a enseñar una foto que me dio
ella.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ah, no pasa
nada —señaló Jenell—, puedes enseñarme la foto que tú quieras.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, mira
—acercándole el teléfono a Jenell, le mostró un <i>selfi</i> que tenía con su madre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Nochevieja de 2018.
Ambas sonreían a cámara disfrazadas con un gorro de cotillón, nariz de payaso y
matasuegras en la boca.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ah —observó
Jenell—, no puedes decir que no eres hija de tu madre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es un alivio
estar contándote todo esto, Jenell —reconoció Olga, bloqueando el móvil y
dejándolo sobre la mesa—, pero me da miedo saber que, desde hoy, alguien más
sabe todo lo que siento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Querida —dijo
Jenell, cogiendo con sus manos las de Olga—, tú no tienes que tener miedo de
contar problemas. A nadie. Nadie va a decir malos cosas sobre tus sentimientos.
Nadie va a poner en duda nada de lo que tú dices. La vida tiene sus caminos y
leyes y todos vamos a pasar por momentos como el tuyo. Es muy valiente que me
cuentas esto a mí. A ver, ¿tienes algún objeto especial que recuerda tu madre?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Olga volvió a
coger la cartera y, sin abrirla, estiró de un pequeño papel plastificado que
asomaba del billetero. Jenell sonrió mientras miraba cómo la muchacha leía el
papelito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué dice?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Donde y cuando
tú quieras, allí estaré —y comenzaron de nuevo a brotar las lágrimas de los
ojos de Olga.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es muy hermoso.
¿Es su letra?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me lo escribió ella.
Me lo dejó en la cartera, sin que me diera cuenta. Tardé casi una semana en
verlo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y lo
plastificaste para que nunca…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—…para llevarlo
siempre conmigo y no se me rompa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Estoy segura de
que tu madre es una persona orgullosa de su hija —señaló Jenell—. Que de estar
aquí tendría que ir por la calle con carrito de la compra para llevar corazón
hinchado de alegría de su hija.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Olga se rompió.
Agachó y ocultó su rostro tras las manos y quedó en ese estado, muda, durante
unos segundos. Viendo que no se recuperaba, la enorme Jenell se levantó
torpemente de la mesa y fue a abrazarla. La arrulló con aquellas manos grandes
y pizpiretas y la consoló con un escueto susurro:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Está aquí,
cuidando de ti… Mi niña… Siempre está aquí…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tras un par de
minutos de consuelo, de sonarse los mocos y limpiarse bien la cara, Olga
levantó la mirada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Muchas gracias…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Sonrió a Jenell,
que le devolvía la sonrisa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Por cierto, me
llamo Olga.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-14528406770798656092021-11-19T11:00:00.000+01:002021-11-19T11:00:08.301+01:00Minirelato: Tengo ganas de sentarme, este día ha sido un infierno<p> <span style="text-align: justify;">—Estoy para que
me tiren al cubo de la ropa sucia —dijo Lambo con voz lastimera y justo después
de que se apagase la luz—. Creo que nunca había estado tan cansado.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué te ha
pasado? —preguntó la joven Ina, sorprendida— ¿Dónde habéis estado? ¡Habéis
tardado un montón! ¡Ya pensábamos que no volverías!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Yo que sé! —exclamó
Lambo mientras se acomodaba— Tengo ganas de sentarme, este día ha sido un infierno.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Al apoyar la
espalda sobre la pared experimentó un alivio como nunca antes. El silencio y la
penumbra de la habitación invitaban a cerrar los ojos y echarse a dormir, pero la
curiosidad carcomía a cada uno de sus compañeros de habitación, que insistían
en preguntarle.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Dinos, muchacho
—le preguntó Robert, el más amable del grupo, mientras se arrodillaba a su lado—
¿Qué te ha pasado?<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué le va a
pasar? —insinuó Hank, acercándose a duras penas— Samantha es lo que le ha
pasado. Siempre es Samantha.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Hank era
claramente el que, de todos ellos, se encontraba en peores condiciones. No solo
era el más mayor y tenía peor carácter, sino que además era tuerto, medio cojo,
le faltaba bastante pelo y en él, más que en ningún otro miembro del grupo, se
apreciaban los signos de la dejadez y el olvido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—La verdad es
que tienes mala cara —apreció Tea, acercándose también a Lambo—. Me recuerdas a
uno que yo me sé.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Calla, calla —murmulló,
frotándose las rodillas y girándose hacia Hank, mirándole con desdén—. He
perdido la cuenta de las veces que me he caído. De la cantidad de veces que
hubiera vomitado, si pudiera hacerlo. De los zarandeos, estirones y golpes que
me he llevado…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Jesús…! —musitó
Tea, llevándose la mano a la boca.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Os lo he dicho
muchas veces! —gruñó Hank de nuevo, acercándose más todavía— ¡Hay que hacer
algo con esa niña!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ina miraba a
unos y a otros sin saber bien qué decir. Sin saberse con palabras de aliento. Arqueaba
las cejas y deseaba poder participar en la conversación animando a Lambo de
algún modo, pero sentía que no podía aportar mucho dado que fue la última en
llegar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Pero tú sabes
lo que estás diciendo, Hank? —preguntó Robert, girándose hacia el viejo— Si
estás aquí es precisamente gracias a Samantha. Es cierto que…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Chorradas! —exclamó
Hank— ¡Todos sabéis tan bien como yo que esa niña es una salvaje!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡No digas eso! —clamó
Ina, gritando enfurecida al viejo Hank.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Chicos, callaos!
¡Que nos van a oír! —pidió Tea, entre aspavientos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Deberían
encerrarla de por vida, como a nosotros!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Chicos, chicas —terció
Lambo—, calmaos. Estoy muy cansado pero lo que menos necesito ahora mismo es
una revuelta. Samantha está creciendo y poco a poco nos tratará con más
cuidado. Es cuestión de tiempo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es cuestión de
tacto, muchacho —continuó Hank—. Y en teoría tú eres su favorito. Antes que pertenecer
a ella yo fui el favorito de su hermano…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y también el de
Bronco, me temo —dijo Robert, con una sonrisa lastimosa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Maldito perro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Los cinco se
miraron en silencio durante unos segundos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Creo que viene —susurró
Tea.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Preparaos..! —murmulló
Robert.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">No dio tiempo a
más conversación. Samantha entró en la habitación, encendió la luz y fue corriendo
directa al estante donde estaban sus juguetes. Tanteó cual de ellos llevarse al
partido de fútbol de su hermano. Observó a Hank, el perro feo al que le faltaba
pelo y un botón como ojo. Con un mohín lo desdeñó, apartándolo a un lado. Cogió
a Robert, el tigre con traje y sombrero y, tras pensárselo un segundo, lo
colocó de nuevo en el estante junto a Lambo, el zorro suave y mullidito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cuida de Lambo —susurró
Samantha—, que antes se me ha caído por la escalera.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Samantha! —exclamó
la madre de la niña— ¡Nos vamos, mi amor!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Ya vooooooy…!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Cogió a Ina con
una mano y a Tea con la otra. Miró detenidamente a la foca sonriente con
vestido multicolor y a la muñeca maquillada y vestida de noche y, tras sonreír
dulcemente, les dijo:<o:p></o:p></p>
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 11.0pt; line-height: 115%; mso-ansi-language: ES; mso-bidi-language: AR-SA; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-fareast-language: EN-US; mso-fareast-theme-font: minor-latin;">—Hoy es noche de chicas.</span>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-32115501281350439792021-08-27T13:52:00.002+02:002021-08-27T14:10:00.751+02:00Minirelato: El paso más importante que puede dar alguien<p><span style="text-align: justify;">—¿¿Tú?? —Luna se
llevó las temblorosas manos a la boca mientras comenzaban a brotar lágrimas de
sus ojos de forma descontrolada. Sus cejas, arqueadas de forma antinatural,
describían junto a su mirada y su sonrisa el sentimiento de sorpresa más
extraordinario nunca antes visto en ella— ¿Pero qué…?</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y se tapó
también los ojos. La nariz. La cara entera. Empezó a sollozar entre todos
aquellos aplausos que habían comenzado siendo para las personas que no podían estar
entre sus seres queridos aquella noche y continuaron teniendo como objetivo
aquella pareja que parecía sacada de un anuncio. Un anuncio de Navidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Pero bueno! —exclamó
Pedro, sonriendo y arrodillándose junto a Luna, soltando a su vez la bolsa de
pasas— ¿Qué pensabas? ¿Pensabas que me iba a quedar allí?<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Los comensales
del resto de mesas, conmovidos, se levantaban mientras aplaudían. El mago,
pasmado, contribuía a la magia de aquel momento aplaudiéndoles también desde lo
alto del escenario. El DJ cambió la música Jazz que reinaba en la sala por una
balada y cambió la iluminación a una más tenue y romántica. Hasta los
camareros, que volaban impasibles entre las mesas cargados con platos y
bandejas, miraron con dulzura a la radiante pareja alguna que otra vez.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Pedro le separó
las manos del rostro y, a la vez que se cogían de las manos, se miraron a los
ojos. Sonrientes, radiantes, sorprendidos, entusiasmados… Nos faltarían
adjetivos para describir tanta emoción en tan poquito espacio. Luna se estremeció
una vez más y seguidamente se abalanzó sobre Pedro, rodeándole el cuello con
los brazos y cayendo ambos sobre la moqueta del salón. Se besaban como si ambos
llevasen un minuto bajo el agua sin respirar y el aire que uno necesitaba estuviera
dentro del otro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Ala! —exclamó
Andrea, su hermana— ¡Pero dejad algo para después!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cariño… —dijo Nacho,
su padre, a su madre, mientras le apretaba la mano y hacía un movimiento con la
cabeza señalando a la pareja, que se besaba en el suelo del restaurante— Que
están en el suelo…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ay, cállate,
bobo —respondió mamá, abofeteando con cariño a su marido con la mano que tenía
libre—. ¿No ves que la niña es feliz?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ajeno a todo lo
que estaba ocurriendo a su alrededor, Mario seguía enfrascado en el <i>Fortnite</i>. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Luna, hermanita…
—les susurró Andrea, con un tono jovial—, ¿y si os sentáis y dejáis de ser el centro
de atención? Que ya han dejado de aplaudir y nos está mirando todo el mundo. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se separaron un
segundo, se miraron a los ojos y sonrieron. Sin decirse una palabra, se
incorporaron y recompusieron las vestiduras. La calma, como la música Jazz, volvió
al gran salón. El resto de las mesas cuchicheaba sobre el espectáculo que
habían presenciado y el mago se había puesto a preparar su número. De repente
apareció el metre, engalanado con su mejor sonrisa y una silla más entre sus
manos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Señor…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Oh, muchas
gracias —dijo al fin Pedro—. Gracias a todos y todas y disculpad todo esto —tomó
asiento, algo sonrojado. Luna le cogió la mano sin ninguna intención de
soltarla el resto de la noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Qué sorpresa! —exclamó
Teresa, la madre de Luna—. ¡Al fin te conocemos en persona!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La mesa entera
asintió, mirando ilusionada la cara de aquel muchacho que, aunque solo quería fijarse
en Luna, no sabía a qué ojos mirar. Él resopló, sonriendo y rascándose la
cabeza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno, debo
darle las gracias a Andrea, que me ha ayudado mucho con esta sorpresa —dijo el
recién llegado señalando a su cuñada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡No! —exclamó
Luna, impactada— ¡¿Tú lo sabías?!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Andrea, con una sonrisa
juguetona y haciendo la V de la victoria con el índice y el corazón miró emocionada
a su hermana, guiñándole un ojo y sacándole la lengua.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Y yo también,
tontorrona! —exclamó Teresa, entre carcajadas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Pero…? —preguntó
Luna, arrojando al aire una pregunta que, aunque no terminó de formularse,
todos y todas sabían lo que significaba.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—A mí no me
mires, hija —dijo su padre, levantando las manos como la víctima de un atraco y
pronunciando las arrugas de su frente—, yo me he quedado tan pillado como tú.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Yo tampoco lo
sabía —dijo Mario, sin levantar la vista del móvil.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Has cenado? —preguntó
de repente Teresa, haciéndole una señal a un camarero— Pide lo que quieras, que
nosotros ya hemos terminado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Muchas gracias.
Sí, pediré algo, que llevo unas cuantas horas de vuelo encima y los nuggets del
mediodía los tengo ya en los pies.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ella no dejaba
de mirarle y sonreír como una tonta. De repente, su otra mitad, aquella que
había dejado atrás hacía dos meses, aquella que abandonó para llevar a cabo un
gran cambio en su vida, aquella que intentó olvidar para volver a su tierra y
dejar Suiza para siempre… Había recorrido más de novecientos kilómetros para
estar aquella noche a su lado. Sin dudarlo. Sin vacilar. Sin miedo a un
portazo. Sin temor a un No.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dos meses atrás,
Luna había colmado el vaso de las decepciones que todos llenamos gota a gota y
día tras día en nuestro trabajo, con nuestros amigos, con nuestras preocupaciones…
El vaso se había llenado y el único bálsamo de Luna, su amor cordobés, no
quería volver a España. Tras hablarlo, debatirlo, negociarlo, consensuarlo y
decidirlo, la pareja rompió y ella volvió a casa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Por qué…? —preguntó
de repente Luna.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Perdón? —preguntó
él, haciéndose el despistado y alternando la lectura de la carta con las
miradas divertidas al rostro de Luna— Es que... Es que no sé qué pedir —la miró
de nuevo y se quedó así, sonriendo como un bobo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Hasta cuándo
te quedas?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Él se quedó
mirándola. Cerró la carta con la mano que no cogía la de Luna y se acercó aún
más a ella.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo dices? —preguntó
Pedro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te he preguntado
que cuánto tiempo te quedas —dijo ella, poniéndose nerviosa de nuevo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Nacho y Teresa
los miraban embelesados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Te has dado
cuenta, amor? —susurró Teresa a su marido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Dónde se va a
quedar? —preguntó Nacho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me encanta cómo
se miran. Estoy súper contenta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Vale, pero ¿se
va a quedar en casa? —preguntó de nuevo— No creo que haya sitio…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es la imagen
perfecta del amor, mi cielo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Quizás en el
sofá de abajo podemos hacerle hueco —continuaba teorizando Nacho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se miraron,
enamorados y sonrientes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cuando volvió a
casa estaba destrozada —prosiguió Teresa—. Poco a poco ha ido recuperando la
sonrisa, pero no la veía tan feliz desde que venía a vernos una o dos veces al
año, cuando todo iba bien.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Yo me he quedado
igual que tú. Me ha encantado ver esa luz en su cara. Este chico merece la
pena.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Desde luego ha
dado el paso más importante que puede dar alguien —contestó Teresa a su marido—.
Sí que merece la pena, sí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y cuál es ese
paso? —preguntó Nacho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Volvieron a
mirarse, con una mirada cómplice como la de los matrimonios que además son
verdaderos amigos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Dejarlo todo
por ser feliz —respondió ella—. Le pidió mi teléfono a Andrea y nos llamó a las
dos una semana después de romper con Luna y de ver como ella volvía a Mallorca.
Nos dijo que se había dado cuenta de su error. Vio que allí no le quedaba nada y
empezó a planear este viaje. Tenía que cerrar asuntos, buscar un trabajo en la
isla… y mientras tanto hablar con ella sin darle ninguna pista de sus planes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Alucinante —contestó
Nacho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿A que sí? ¿A
que es mágico?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No —sentenció
Nacho—. Lo alucinante es que yo me haya enterado esta noche.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Jajajaja! —rio
Teresa— ¡Era una sorpresa para todos, incluido tú!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">En el otro
extremo de la mesa circular, la pareja continuaba su primera conversación en persona
en meses.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Eh! —le dijo
Luna de nuevo, dándole un manotazo en el hombro— Deja de mirarme así, ¡contéstame
de una vez!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me quedo todo
el tiempo que nos quede —contestó al fin Pedro—. No tengo billete de vuelta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La música cambió
de tercio y comenzaron a sonar trombones y trompetas, anunciando el número de
magia. El mago emergió de entre las bambalinas y el público comenzó a aplaudir
de nuevo. Luego llegaron las risas, los gritos de asombro, más aplausos, las
campanadas y el cotillón, pero todo eso pasó ligeramente desapercibido para
ellos, que no hacían otra cosa que recuperar el tiempo perdido.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b>Nota: Este minirelato es la continuación de un anterior artículo. Puedes leer la primera parte <a href="https://andanzayperipecias.blogspot.com/2020/11/minirelato-y-de-repente-aparecio-el-con.html">aquí</a>.</b></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-38635529389789940872021-08-25T18:27:00.004+02:002021-08-25T18:27:45.085+02:00Minirelato: Cuatro mil años después seguía siendo el mismo<p><span style="text-align: justify;">Alicia no podía
dejar de mirarle. Apretaba sus manos. Movía con sus brazos los de él. Le
soplaba, le hablaba. Atusaba su pelo y arrugaba sus carrillos. Buscaba en él
algún vestigio de vida o energía que le permitieran abrir los ojos una vez más.
Por su naturaleza, ella no derramó una sola lágrima, pero le hubiera encantado
tener ese punto de humanidad, aunque únicamente fuera por homenajear a su
compañero.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Weiss descansaba
con el semblante en paz. No mostraba una sola seña de dolor. De angustia. De
agonía. De pesar. Su cuerpo, ya inerte, yacía sobre el centro de un cráter del
tamaño de Utah. La detonación de aquella bomba hizo que la temperatura ascendiera
inmediatamente tres millones de grados. La presión bajo la explosión fue de ochocientos
mil megatones por metro cuadrado, más de cincuenta mil veces la que había en el
neumático de un automóvil cualquiera. La explosión pudo ser vista desde
cualquiera de los astros del sistema solar y la onda de choque fue tan potente
como para destrozar de inmediato cualquier signo de vida a más de diez mil kilómetros
de distancia de la explosión. Con esas cifras y teniendo en cuenta el diámetro
de la Tierra, aquel día fue el último de nuestro planeta. Sin embargo, Weiss casi
mostraba un esbozo de sonrisa. Aún muerto, cuatro mil años después seguía
siendo el mismo.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Habían vivido
tanto… Habían hecho tanto. En esos momentos, su mera existencia en aquel lugar
se había vuelto casi absurda. Tantos años luchando codo a codo, tantas… ¿cientos,
miles? demasiadas… batallas a su lado. Innumerables noches de vigilia en aquel
planeta que en una o en otra cara del hemisferio mostraba caras tan distintas… Habían
sido guías y profetas. Habían conocido a los seres más poderosos del mundo.
Habían coincidido en lugar y tiempo con los acontecimientos más relevantes de
la historia de la humanidad. Habían luchado junto a héroes mortales; los
conocieron y poco después tuvieron que despedirse de ellos. Otros llegaron
después y cometieron los mismos errores, claro... Vieron como la humanidad era
capaz de prosperar siete días y luego mandar al traste todo en uno solo. Siempre
se trataba de preservar el orden.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y de ocultar
durante todo el tiempo que fuera posible la existencia del mal más aterrador. De
la atrocidad convertida en una monstruosa criatura. Desde el comienzo de los
tiempos, desde la misma creación del universo, desde el mismo instante en que
se formó el planeta Tierra junto al resto de cuerpos celestes, el núcleo de
nuestro globo albergaba un ser para el que nadie había creado un nombre. Su
cuerpo, compuesto de pantagruélicas lenguas de fuego, deambulaba en lo más
profundo de nuestro mundo pasando totalmente desapercibido para nosotros.
¿Cambio climático? Sí, también, pero ese descomunal engendro se estaba
liberando de su prisión y no lo sabíamos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Absorta y casi
hipnotizada con el cuerpo de su compañero, Alicia intentaba llegar a momentos y
lugares de su memoria que ningún otro ser podría. Crecieron allí mismo, en el
planeta azul, y aunque sabía que este momento podía llegar, jamás pensó en si
estaría preparada para vivirlo en primera persona y ver como el martillo del
juicio final sentenciaba para siempre la vida de toda la humanidad. Ahora
tocaba despedirse de todo lo que había sido y conocido en aquel lugar. De todo
lo que había defendido. De todo lo que había considerado tan suyo como la mera
existencia. Volver a Titán, informar de la deflagración del núcleo terrestre y
de cómo Weiss había intentado detener al ser del inframundo sin éxito.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tierra había
colapsado.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-58308612525695041142021-08-23T18:51:00.001+02:002021-08-23T18:51:46.272+02:00Minirelato: No caía ni una gota, pero estaba empapado por dentro<p><span style="text-align: justify;">El día, para
Néstor, ya había comenzado mal. Esa mañana se quedó dormido tras apagar la
alarma, pisó una mierda al salir corriendo hacia el instituto y aún así llegó tarde
a la primera clase, por lo que se quedó en el patio el resto de la primera hora.
Aprovechó para repasar para el examen de Física de la segunda hora (no hay mal
que por bien no venga…). Sin éxito. Dolores se sacó de la manga un examen tipo
test que destrozó las aspiraciones de Néstor. ¿Qué más podía salir mal? Todo.
Todo lo demás.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El primer
puñetazo, en la boca del estómago, dejó a Néstor sin respiración.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te he dicho que
me des lo que llevas —dijo el de la chaqueta negra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Eran las tres. La
hora de volver a casa con un saco de malas noticias. Néstor siempre volvía a
casa invirtiendo el camino que solía hacer a primera hora, pero de vez en
cuando le gustaba bajar al torrente que rodeaba el distrito y pasear por los
callejones repletos de grafitis, botellas de vidrio, viejos asientos de coche y
algún que otro neumático convertido en puf. Un trayecto artístico-barriobajero que
suscitaba tantas fascinaciones como desagrados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Tú, ¿no me
escuchas o qué? —preguntó de nuevo.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De camino a casa
se había entretenido en mirar los nuevos <i>takeos</i> plasmados desde la
última vez que pasó por allí. Vio también una pintura enorme de un alien
bajando de su nave, un mural gigantesco que emulaba un pelotón de fusilamiento compuesto
por gente anónima que apuntaba con sus escopetas al plantel político actual y
vio también otras escenas dignas de Kreuzberg, con colores vivos y llamativas
pinturas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Seguro que está
sordo —dijo esta vez el de la capucha—, métele una patada en la oreja a ver si
se entera de algo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Recobró el
aliento. Mala idea la de quedarse mirando aquellos dos indeseables intentando robar
un scooter.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cabrones… —acertó
a decir Néstor en cuanto pudo aspirar <i>un algo</i> de aire.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Mira, Porto! —exclamó
el de la capucha— ¡El niñato habla!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Porto. El de la chaqueta
negra se llamaba Porto. Fue ese el instante en que escuchó su nombre por
primera vez. A partir de ese momento jamás podría olvidarse de ese nombre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mira chaval —dijo
esta vez Porto—, ya me estás dando lo que llevas en la mochila o vas a cagar
dientes una semana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero tío, ¿de
qué vais? —preguntó Néstor, apretándose el abdomen.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Las alimañas explotaron
en carcajadas. Alternaban la risa con la burla, imitando a Néstor preguntar por
lo que hacían a la vez que gimoteaban con sorna.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Le reviento ya,
Porto? ¿Le meto una ostia? —preguntó el de la capucha, excitado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Cállate, coño!
—gritó Porto, dejando una pausa ante su próxima frase— Tú, niñato, que sepas
que esa moto es nuestra, ¿eh? No te vayas a pensar que estábamos <i>chorándola</i>
o algo así.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Eso, eso! ¡Es
de los dos! —gritó el de la capucha, riéndose como una hiena.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Que somos dos
chavales de provecho —continuó el cabecilla, gesticulando con gestos teatrales—.
Estábamos aquí, tranquilamente, y llegas tú y te metes por medio en asuntos que
ni te van, ni te vienen…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Yo no he hecho
nada —susurró Néstor, incorporándose—, ya me iba para mi casa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">En efecto. En
cuanto Néstor vio que desmontaban nerviosos la tapa que daba acceso al cableado
del scooter giró sobre sí mismo y puso la directa hacia su casa, cosa que
aquellas dos sabandijas no iban a permitir. Le siguieron corriendo, le
alcanzaron y trataron de robarle la mochila. Como no pudieron quitársela, le
propinaron un brutal gancho de derechas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te lo juro,
chaval, te voy a romper la <i>tocha</i> si no me das la mochila —le advirtió Porto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Que me dejéis
en paz!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Lo siguiente no sería
capaz de contarlo, pues sucedió tan deprisa que no sabría ordenar cada cosa que
pudo pasar o que pasó. Lo único que notó es que cayó al suelo golpeándose la
nuca. Porto le había roto el tabique de un puñetazo y dejó sobre el puente de
la nariz de Néstor la marca del sello que llevaba en el dedo corazón en forma
de un profundo corte. Néstor cayó inconsciente al cemento, le quitaron la
mochila y volvieron a por el scooter.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bua, chaval —dijo
el de la capucha—, vaya ostión, ¿eh? Pillamos la <i>motillo</i> y nos vamos.
Voy a ver si el <i>notas</i> tiene tela. ¡Ojalá tenga un iPhone!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Dos minutos
después despertó con el sonido de la sirena de una ambulancia que casualmente
pasaba cerca de allí. Abrió los ojos y solo alcanzaba a ver un celeste puro
manchado de nubes. Incómodo y dolorido, comenzó a mirar en todas direcciones y
a palpar el suelo en el que descansaba. Polvo, tierra y grava. Sucio y
aturdido, levantó la vista y vio como aquellos dos persistían en el robo del
ciclomotor. Se llevó la mano a la nariz, pues notaba una tremenda inflamación y
un amargo y pastoso regusto a sangre entre los dientes. Le aterraba lo que le
pudieran haber hecho. Escupió a un lado, arrojando el líquido escarlata.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De la nariz <i>no
caía ni una gota, pero estaba empapado por dentro</i>. Tenía el tabique destrozado
y el mejunje formado entre los mocos, el cartílago y la sangre taponaban una
profusa hemorragia. Se miraba la mano y no comprendía cómo no se le manchaban
los dedos de sangre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—La Nerea va a
flipar, ¿eh? —preguntó el de la capucha, fuera de control— Un <i>iPhonaco</i>,
una <i>motillo</i>, cincuenta euros… ¡Con esto pillamos un ciego! Y luego hay
que ir a ver al Rober <i>pa</i> que la <i>maquee</i> un poco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se levantó,
recobrando el equilibrio. Aprovechando que le daban la espalda, Néstor barrió
con la mirada lo que tenía a su alcance y acertó a ver medio ladrillo a un par
de metros de distancia. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Que te calles
de una vez, joder —dijo Porto—. Esto ya casi está. Hay que pillarse un par de
cascos, que los malos están por todos lados. Luego ya vemos qué le decimos al
Rober.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Eligió muy bien
sobre qué superficie dar cada paso. De correr hacia ellos probablemente llamaría
su atención, así que era preferible ser cauto y alcanzarles con sigilo. Agarró
el medio ladrillo metiendo índice y corazón por los agujeros.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Flipa, chaval —dijo
el de la capucha—, un iPhone once tiene el <i>notas</i> este. ¡¡Puto niñato!!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y así como gritaba
y se giraba al mismo tiempo para ver al supuesto inconsciente, el chaval de la
capucha vio como Néstor le destrozaba la cara con medio ladrillo. El brutal
impacto del tocho sobre el rostro le rompió los dos pómulos, el tabique nasal,
las dos líneas de incisivos y lo dejó prácticamente ciego, por no hablar del
resto de daños colaterales a causa de la fragmentación. Soltó el iPhone, la
mochila y las posibilidades de huir. Porto no esperó ni un segundo; en el mismo
momento en que su socio caía al suelo, éste consiguió arrancar la moto y salir huyendo
despavorido. Cuando había avanzado lo suficiente, paró y se giró a mirar a
Néstor, que le contemplaba desde el mismo punto donde estaba hace un momento.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Eres un hijo
de puta! —exclamó Porto, tan inmensamente rabioso como miserablemente cobarde—
¡Voy a matarte, cabrón!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">A esta declama,
Néstor no hizo otra cosa que mirar al suelo. Encontró cerca de su mochila otro
ladrillo. Esta vez entero. Se agachó, lo atrapó con tres dedos y le dijo:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—El siguiente
eres, tú, Porto —escupió una plasta sanguinolenta—. Ven a ayudar a tu amigo.
Está en problemas.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-32920472621457946002021-07-30T20:12:00.001+02:002021-07-30T20:12:36.235+02:00Minirelato: Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada<p><span style="text-align: justify;">El olor a tierra
mojada y césped recién cortado invadía todo. Por lo menos todo cuanto le alcanzaba
la vista. Desde la valla de dos metros de altura que tenía a su izquierda hasta
la balaustrada que se encontraba a su derecha. Frente a él, el veterano seto
recién podado y el innegable y satisfactorio resultado de una mañana de duro trabajo.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿En qué
piensas, Oliver?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola, mamá —dijo,
haciendo una pausa—. En nada… miraba el jardín.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Te ha quedado
muy bien. Se nota que ya tienes práctica. Vamos a tener que contratarte en
serio para que hagas las funciones de Santiago más allá de esta semana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Lo que me
faltaba! —exclamó, entre aspavientos— Ya solo me queda mañana, y lo gordo ya
está hecho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿O no estás
orgulloso de tu trabajo? —dijo su madre, sonriendo mientras parecía abarcar con
sus brazos cada rincón del vergel.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, pero esto
lleva su curro eh…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y tanto, hijo.
Tanto como cualquier cosa que quieres que salga bien en la vida.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Su madre se
sentó junto a él en los escalones que daban acceso a la casa. Le traía una bandeja
con un vaso de limonada y un par de rebanadas de pan con tomate y aceite.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Toma, anda. Ya
está bien de trabajar. ¿Me dices ahora en qué pensabas?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Oliver cogió la
bandeja, sonriente y cabizbajo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Gracias, mamá.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Sorbió un buen
trago de limonada y, aún mirando a la bandeja, espetó:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No ha colado,
¿no?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pues no, hijo.
Que te he parido. Que sé lo que me quieres decir antes de que pienses en
hacerlo. Vamos, cuéntame.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Recuerdas al
chico que conocí en la boda de Susana? —preguntó Oliver, haciendo equilibrios
con una de las rebanadas para no mancharse los dedos de aceite.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mmmm… ¿Aníbal?
—se preguntó su madre, entornando los ojos y haciendo memoria.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Aníbal?
¡Jajajaja! —gritó Oliver, divertido— ¡Se llamaba Alan, mamá!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y se le llenó el
meñique de aceite.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Aaahhh! ¡Alan!
Sí, sí, perdona hijo, perdona. Tampoco es que me haya equivocado de mucho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La estampa era
muy enternecedora. Madre e hijo sentados en la escalera del jardín. Ella:
limpia, con vaqueros y camisa. Él: sudado y sucio, con ropa de batalla y
chupándose el meñique para tratar de evitar que el aceite le llegue a la
muñeca. Ambos riendo. Ambos cómplices.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero qué haces…
¡No seas cochino y límpiate con la servilleta! Y bueno, ¿qué pasa con el tal
Alan? —preguntó su madre, inquieta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno, ya sabes
que Susana se casó en octubre…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ajá… —musitó,
sonriente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y sabes que,
bueno, yo voy y vengo… Y conozco a mucha gente…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí, hasta ahí
llego…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pues comenzamos
a vernos, mamá.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ya, si eso me
lo imagino. Pero eso no es todo. Sigue —exigió su madre, con determinación.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Oliver miró
sonriente a su madre, admirándola. Con su aspecto jovial, divertido y
despreocupado, aquella mujer echaba por tierra los argumentos de cualquiera de
aquellos padres y madres que habían pasado el <i>duro trago</i>, la <i>maldita
experiencia</i>, el <i>deplorable camino</i>, el <i>cruento castigo</i>… de que
a su hijo le gustasen los chicos. Todos aquellos que pensaban que tal desdicha
o deshonra atormentaría sus vidas no sabían absolutamente nada de la vida.
Aquella mujer tenía tanto amor dentro que podría repartirlo a cada ser vivo del
planeta en sacas de quinientos quilos y aún tendría una cueva repleta de
toneladas de amor por repartir. El hecho de que su hijo fuera gay no hizo más
que brotar más amor por él desde aquella pequeña cueva que era su corazón.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Lo hemos dejado
—dijo Oliver sonriente, pero con los ojos vidriosos—. Hace tres días.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Amor… —y le
cogió la cara con las dos manos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Era imposible
mirar a una persona más adentro. Esos cuatro ojos se toparon en un choque
frontal y, como inmediata respuesta, lucieron dos sonrisas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo estás tú?
—preguntó la madre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno… —rio,
cruelmente— No puedo dejar de pensar en él.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y qué es lo
que ha pasado?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Que se va, mamá
—dijo, volviendo a la tostada—. Se va a trabajar a Australia a la empresa de un
familiar y tiene muy claro que tiene que centrarse en su trabajo y en seguir
estudiando allí. Además —continuó, después de un gimoteo—, me ha dicho que
tampoco es que esté muy seguro de lo nuestro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Vaya. Cuánto lo
siento, mi amor…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La madre comenzó
a atusarle el pelo y a quitarle pequeñas briznas de seto de la cabeza.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y hemos tenido
piques e historias. Me gusta, es un chico muy parecido a mí y lo hemos pasado
muy bien… —sorbo de limonada— Y no llevábamos tanto tiempo, solo han sido tres
meses. Quizás es que no me lo esperaba… A ver, yo no creo que esté enamorado,
pero llevo unos días pensando en todo lo que hemos vivido en tan poquito
tiempo…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mi niño…
—susurró su madre.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y ahora ya no
me duele tanto, porque entiendo que mira por su futuro y tal… Y además veo que
para él esto no estaba significando lo mismo que para mí —sorbo de limonada—. Y
no creas, no ha sido un <i>Ya no me gustas</i> y conformarme. Hemos estado
hablando unos días y las cosas han quedado claras, pero en este lado de la
balanza —Oliver simulaba una balanza con las manos y bajaba con señas exageradas
la mano que sujetaba la tostada— han quedado más cositas que en el otro lado…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La madre besó la
cabeza de su hijo mientras le acariciaba el cuello con una mano y le frotaba la
espalda con la otra.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Si estoy bien,
mamá, tranquila —dijo, pegándole un bocado más a la tostada.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Qué bonito
eres, Oliver.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Qué va, mamá.
Solo espero curarme de él. Es muy pronto todavía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Sí lo es, sí… —le
dijo, pensativa— Pero mira, me acabas de recordar un poema de Sabines.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ah, ¿también
tienes un poema para esto? —preguntó Oliver, que entre risas se frotaba los ojos
con el dorso de una mano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Escucha, tonto.
Se llama <i>Espero curarme de ti</i>:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><i>Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte,
de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me
receto tiempo, abstinencia, soledad.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Oliver dejó la
tostada en el plato, se sacudió las manos y apartó la bandeja a un lado para
escuchar a su madre con toda su atención. Su madre prosiguió:<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><i>¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es
poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que
se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a
calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las
mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><i>Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que
ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame
agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»… Entre las gentes, a un lado de
tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te
quiero»).<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; margin-left: 35.4pt; text-align: justify;"><i>Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para
que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque
esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.<o:p></o:p></i></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pues sí que dejaron
para el arrastre a ese pobre hombre —dijo Oliver, mirando a su endiosada madre
con la cabeza apoyada sobre una mano, empujándole una mejilla hacia arriba y deformándole
la cara.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ya ves, ¿eh?
Hay amores que matan… Y los hay que solo parece que matan.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué quieres
decir?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Que eres muy
joven, hijo, y que con Alan habrás pasado muy buenos momentos, no lo dudo. Es
normal que duela un poco, pero seguro que alguien más especial que él te está
esperando y esta experiencia te habrá enseñado cosas buenas. Seguro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No sé, a mí me
parecía que por fin había dado con alguien bueno y que me entendía cien por
cien.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y él también
dio con alguien maravilloso, ¿no te parece? —y hundió su dedo índice en la
mejilla deformada de su hijo— Pero la vida a veces nos lleva por caminos que no
siempre son amables. De repente nos topamos con una rama y <i>plof</i>, nos
caemos de morros. Y ahora tienes que levantarte, sacudirte el polvo y continuar
el camino mirando al frente.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Sigue vivo? —preguntó
Oliver.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Alan? Espero
que sí, ¿no? —contestó, apresurada y divertida.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Mamá! —gritó
Oliver, entre carcajadas— ¡El señor que escribió el poema!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Aaahhh! ¡Vale,
vale! —le guiñó un ojo— pues no. Jaime Sabines murió antes de que tú nacieras —Oliver
arrugó el morro en un gesto de lástima—. Pero tengo algunos de sus libros en
casa, ¿te ha gustado el poema?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno, yo soy
más de novelas, pero ha estado bien.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Lo sé, así que,
¿sabes qué? —dijo ella, golpeándose en las piernas con las palmas de las manos
a la vez que se ponía en pie— Te vas a duchar, te vas a poner guapo y nos vamos
a ir a comer al <i>Claxon</i>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Sí? —bramó el
hijo, sorprendido, levantándose de un salto— ¡Vamos! ¡Planazo!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y luego nos
acercamos a la librería a echar un ojo —le sugirió al amor de su vida, cómplice—,
¿te parece?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Me parece, mamá
—contestó el hijo más orgulloso del mundo de su madre—. Eres la mejor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Anda, corre
para la ducha —le contestó, guiñándole de nuevo un ojo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y viendo como Oliver
daba el primer paso para levantar el ánimo, aquella madre, la más orgullosa del
mundo de su hijo, ensanchó un poquito más aquel corazón lleno de amor.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-77568234161738962652020-11-25T17:46:00.003+01:002020-11-25T17:46:46.759+01:00Minirelato: Retrocedió de golpe<p><span style="text-align: justify;">Aquel día Laura
no estaba de servicio.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Tras desayunar, decidió
pasear a Stella por un recorrido distinto al habitual. En lugar de pasear por
la alameda del norte de la ciudad, decidió bajar al parque que quedaba cerca
del polígono industrial. El día había comenzado bien y el paseo estaba siendo
agradable, pero el destino se guardaba una desagradable sorpresa; cuando
quedaban pocos metros para llegar al parque, Laura presenció con total claridad
como una mujer salía corriendo de un portal pidiendo auxilio y como un indeseable
la perseguía a poca distancia. Se quedó de piedra. Sus sentidos se pusieron a
flor de piel y su cabeza le pedía reaccionar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Inmediatamente
tiró de la correa y se puso a correr tras ellos. La mujer, presa del pánico, se
dirigió a un aparcamiento público en una zona marginal del polígono. Corría sin
sentido, intentando dar esquinazo a su perseguidor. Laura zigzagueó cada coche
que se encontraba e intentó no perderla de vista, pero el individuo le estaba
ganando terreno a la mujer. Los gritos iban en aumento y Laura se sentía
impotente sorteando coches, camiones y furgonetas. De repente, se hizo el
silencio y, tras un coche calcinado, encontró lo que se estaba temiendo; el
cuerpo inmóvil de aquella mujer sobre un charco de sangre.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mierda
—susurró— mierda, mierda, mierda…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Rápidamente
soltó la correa de Stella y se arrodilló junto a ella. Le tomó el pulso y le
apartó el cabello de la cara. Había sido golpeada y tenía tres puñaladas en el
estómago. Tenía el ceño fruncido; aún vivía. Se quitó la chaqueta, le tapó y
comprimió las heridas con una mano a la vez que con la otra marcaba en su
teléfono el 061.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Soy Duarte —le
dijo a la operadora—, soy compañera del urgente. Por favor, envía una
ambulancia al aparcamiento público de Las Tabernillas. Mujer adulta herida por
arma blanca. Tres incisiones en zona abdominal. Tiene el pulso débil…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De repente,
Laura sintió un tremendo espasmo en la espalda. Un agudo dolor que le cortó la
respiración, le hizo arquearse y soltar el teléfono. Jamás había sentido una
sensación tan desagradable. Stella comenzó a ladrar y desapareció de su campo
de visión. Laura intentaba llegar con las manos a la parte de la espalda que la
torturaba, pero era incapaz. Finalmente, se tambaleó y perdió el conocimiento
sobre el asfalto. Un cuchillo de cocina le atravesaba la espalda a la altura de
la escápula.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Fundido a negro.
Sin dolor, sin ruido y sin voz. Sin tacto. Sin aire. No había nada y nada le
esperaba. Solo estaba ella, vestida tal y como había decidido para salir a
pasear a Stella. Tampoco estaba ella. Mirase donde mirase no encontraba a la
perra. Tampoco encontró un atisbo de luz que le diera alguna referencia del
lugar en que se encontraba o del camino que debía seguir. Se veía a ella misma.
Veía sus manos, su ropa, sus zapatillas… Pero no hallaba la fuente de luz que
le permitiera verse entre tanta negrura.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">No sabía cuánto
tiempo llevaba en esa estancia. No sentía que llevase poco o mucho tiempo en
ese lugar, pues ahí donde se encontraba no podía medirse el tiempo. En ese
vacío reinaba un silencio tan ensordecedor que la ahogaba. Por mucho que
intentase gritar el sonido no salía de sus labios. Comenzó a preguntarse si
estaba inconsciente, si estaba viviendo una pesadilla o incluso si estaba
muerta. Tampoco tenía frío ni calor. No sentía ninguna sensación física. Intentó
hacerse daño para ver si tenía sensibilidad, pero todo intento fue en vano.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Comenzó entonces
a intentar recordar. Tenía cristalinos los momentos previos a su aparición en
esa dimensión desconocida. Había llamado al servicio de ambulancias y estaba
procurando que aquella mujer sobreviviese. Poco después, algo o alguien la
golpeó y la dejó sin respiración. Luego… luego nada. Ya no recordaba nada más.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Un leve murmullo
resonó en el techo de esa estancia tan oscura. Era como si alguien estuviese
meditando en voz alta a través de un micrófono, pero el sonido fuera casi
inaudible. No sabía desde qué dirección le llegaba el sonido. Mirase donde
mirase, no encontraba respuestas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Quería llorar,
pero no le salían las lágrimas. Quería gritar, pero tampoco podía emitir ningún
sonido. Se le ocurrió agacharse y tocar la superficie que pisaba. Cuando lo
hizo, no apreció que se tratase de ningún material conocido. Escuchó de nuevo
los murmullos. Esta vez fueron más audibles y parecían voces humanas, pero por
más que miró hacia arriba o intentó aguzar el oído, siguió sin apreciar lo que
decían. Se incorporó y le pareció ver una neblina gris a lo lejos. Los
murmullos continuaban a su alrededor. Esperó a ver si la neblina cambiaba o si
se hacía más visible, pero tuvo la sensación de que solo podría mejorar su
apreciación si se acercaba a ella. Así pues, comenzó a caminar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Lo que hace unos
segundos era una nube gris se estaba transformando en una masa deforme con
muchas sombras. Viendo que había sido buena idea acercarse, Laura comenzó a
caminar más deprisa. Los murmullos seguían sin ser claros, pero sonaban mucho
mejor que hacía unos segundos. La masa deforme comenzó a dibujar una silueta
triangular que se acercaba cada vez más. El blanco comenzaba a predominar en
aquella imagen, todavía borrosa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Conforme
caminaba, Laura se dio cuenta de que, cuanto más se acercaba a la estructura,
mejor definición tenían las voces. Estaba segura de que se trataba de dos o
tres personas hablando. Sin embargo, también estas sonaban más lejos. Como si
el altavoz de donde salieran hubiera quedado atrás hace mucho. Empezaba a dudar
sobre si seguir hacia delante para acercarse más a aquel armazón blanquecino
que tenía ante sí o si retroceder para escuchar mejor aquellas voces. Optó por acercarse
un poco más.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Era una
escalera. Una portentosa escalera ascendente de alabastro iluminada por una luz
blanca y cegadora que parecía surgir de algún punto de aquel cielo negro. Se
preguntó a dónde le llevarían tantos escalones al mismo tiempo que las voces se
apagaban. Dudó un segundo. Dos segundos. Tres segundos. Justo en el momento en
que se decidió a posar el pie sobre el primer escalón, se asustó. Algo le hizo
pensárselo de nuevo. Retrocedió de golpe.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Pensó que, al
retroceder, aquellas voces volverían a resonar fuertemente y la información que
obtendría le resultaría más valiosa que la incertidumbre y la curiosidad que le
suscitaban el destino final de aquella escalera luminosa. Empezó entonces a
correr en dirección contraria. Laura corría apresuradamente. Las voces empezaron
a ganar volumen. Miró hacia atrás y la escalera empezaba a hacerse pequeña,
desdibujándose. Las voces sonaban cada vez más fuerte y, esta vez, claramente
se trataba de un grupo de personas que hablaban.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—…suerte —dijo
una mujer.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Menos mal que
llegaron en seguida —murmuró otra voz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se alegraba de
escuchar voces. Por primera vez desde que estuvo en esa oscura dimensión, Laura
sonrió.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mira, acaba de sonreír
—dijo la mujer, mientras le cogía una mano—. Román, avisa al doctor. Rápido.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—En seguida,
mamá.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Abrió los ojos.
Una luz cálida iluminaba una estancia y la teñía de color ocre. A su derecha
estaba Merche, su madre, cogiéndole la mano. Estaba sonriéndole.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola, cariño —le
susurró—. ¿Cómo estás, mi vida?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ya viene —dijo
otra voz que se aproximaba, a su izquierda—. Hola, hermanita.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Le miró y
también le era familiar. Era su hermano Román. Que también sonreía.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mammm…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No hables,
Laura —dijo su madre, estrechando más la mano que le tenía cogida.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Mamá —dijo
Laura, cerrando los ojos y tragando saliva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Schhh… poco a
poco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Có… cómo está
la señora? —logró preguntar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Se recuperará —contestó
Román—. Está unas habitaciones más allá. No te preocupes, hermanita. Está mejor
que tú, que estás hecha un asco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Román le dijo
esas palabras con la complicidad única que tienen los hermanos y soltando una lágrima
que en seguida se borró del rostro con la manga del jersey.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y Stella? —preguntó
Laura con los ojos cerrados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Está deseando
verte —contestó su madre con ímpetu—. Es una campeona. Se abalanzó sobre el hijo
de puta ese y lo dejó para el arrastre. ¡Ese sí que ha quedado hecho un asco!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Laura volvió a sonreír.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">[…]</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"></p><ul><li>El agresor fue detenido, juzgado y encarcelado por doble intento de homicidio, maltrato a su expareja y tráfico de drogas. Además, necesitó cirugía para reconstruirle ambas manos tras el ataque de Stella.</li></ul><ul><li>La mujer herida en el aparcamiento se recuperó de sus heridas y salió del hospital tras dos intervenciones y tres semanas de recuperación. Visitó a Laura para agradecerle su ayuda y ha cambiado de residencia e interpuesto varias denuncias a su agresor.</li></ul><ul><li>Laura salió del hospital quince días después de ingresar en él. Se recuperó de su herida en la espalda y, aunque necesita hacer rehabilitación, disfruta mucho de continuar paseando con Stella. Espera reincorporarse al trabajo como técnico sanitario en cuanto pueda recuperar toda la movilidad.</li></ul><ul><li>Stella está sana. Ha pasado unos días con Merche y con Román pero, ahora que Laura ha vuelto a casa, la sigue allí donde va. </li></ul><p></p><div style="text-align: justify;"><i>¡Gracias Ana por la frase!</i></div>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-36476644662360847552020-11-19T23:39:00.001+01:002020-11-19T23:42:51.143+01:00Minirelato: El chico estaba comenzando a conocer chicas<p style="text-align: justify;">La habitación
del sospechoso estaba patas arriba. Los agentes habían revuelto el armario en
busca de discos duros, sticks <i>USB</i>, drogas, armas y cualquier otro elemento que
se saliera de lo normal en la vida de un adolescente. Ricardo Beltrán,
subinspector de policía, entró en el dormitorio y vio a sus tres agentes con
los brazos en jarra, meditabundos.</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Buenos días
—saludó el subinspector— ¿Habéis dado con algo?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Nada
destacable, señor —contestó Muñoz—. Fuera del ordenador está todo en orden. Es
la habitación habitual de un <i>freak</i>.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Por qué
colecciona latas de <i>Monster</i>? Perdón, ¿Y dentro del ordenador? ¿Habéis revisado
su historial de navegación?<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Poco a destacar
—intervino la agente Suárez—. Visitas a webs de juegos online, portales de
descarga de películas y series <i>anime </i>y mucho <i>Twitch</i>. Ah, y es fanático de G2.
Tiene mucho material de G2.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Conforme le
escuchaba, Beltrán había ido poniendo cara de incredulidad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Animes? ¿Tweech?
¿G2? —preguntó Beltrán levantando las manos con las palmas abiertas— ¿Alguien me
lo explica en cristiano? ¿Qué carajo es G2? ¿Una banda criminal?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Es <i>Twitch</i>,
señor —intervino Caparrós, el más joven del grupo—. Es una plataforma de
<i>streaming </i>de <i>casters </i>y <i>gamers</i>. Muchos adolescentes…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Señor… —interrumpió
Muñoz— Nada raro. Y G2 es un equipo de chavales que juegan a videojuegos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero vamos a
ver —le cortó el subinspector—. Os pido que vengáis al domicilio de un
psicópata, que registréis su habitación para hallar evidencias de un
comportamiento totalmente irracional y completamente enfermizo y ¿me venís con
que no habéis encontrado nada raro? ¿pero qué clase de policías sois?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Los tres se
encontraban mirando al suelo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bueno…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Sí? —se giró
el subinspector hacia Suárez.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—El chico estaba
comenzando a conocer chicas —contestó la agente, esforzándose por explicarse de
la mejor manera posible.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Entonces no
sería tan friki, ¿no? ¡Joder, apagad esos neones, que parece que estemos en la
habitación del Rubius! ¿Con quién se ha estado viendo? Quiero nombres, centros
de estudio, perfiles en redes sociales, números de teléfono… —Beltrán comenzó a
gritar, a la vez que caminaba en círculos por la habitación— ¡Todo lo que
podáis recabar de cada una de las chicas! ¡Quiero que averigüéis dónde han ido,
dónde han comido, qué película fueron a ver al cine…!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Señor —interrumpió
Muñoz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué pasa ahora?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Que no se ha
visto con ninguna de las chicas con las que ha hablado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo? —masculló
Beltrán, incrédulo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Así es —intervino
Suárez—. El chico ha estado usando <i>Tinder </i>para conocer chicas, pero todavía no
ha quedado físicamente con ellas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Y entonces —aunque
se esforzaba por no perder los estribos, Beltrán estaba realmente fuera de sí—,
¿de quién coño era la abuela que se ha comido?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Señor —dijo
Caparrós—, esa mujer no era abuela de nadie. No tenía nietos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Y qué vínculo
tenía con el psicópata entonces?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ninguno —dijeron
los tres al unísono.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Beltrán estaba a
punto de saltar por la ventana.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—En la grabación
de la cámara del banco —comenzó a relatar Suárez—, el sospechoso se acercó a la
señora por detrás cuando ella estaba sacando dinero del cajero y empezó a
morderle en el cuello. Le mordió también los carrillos, las orejas, la nariz,
la barbilla, el pelo… Hasta que la dejó sin rostro. Cuando Muñoz le separó del
cadáver solo gritaba que le había mirado mal y que su madre era vagabunda.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Vagabunda?
¿Pero qué…? ¿Y sigue sin querer declarar?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—No suelta
prenda —dijo Muñoz.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Volvamos a
comisaría. Le hablaremos del G2, del animes y del tweech. Seguro que le sacamos
algo.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><i>¡Gracias por la frase, Marc!</i></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-41573384848758888592020-11-17T09:45:00.002+01:002021-08-27T14:11:34.034+02:00Minirelato: Y de repente apareció él con su sombrero de copa y su brillante sonrisa<p><span style="text-align: justify;">—Esta Nochevieja
va a ser patética.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Vamos, Luna
—contestó su hermana a la vez que desenchufaba la plancha y recogía la mesa de
planchar—, no te pongas de nuevo en plan víctima. Sabes que a mamá le hace
mucha ilusión celebrar esta noche en familia. Ya son unos cuantos años sin ti
por estas fechas. ¿Cuánto hace que no estamos todos? ¿Cinco, seis años?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Cuatro. Y no
estamos todos —dijo Luna de forma cortante.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ya… —suspiró
Andrea, a la vez que se sentaba junto a ella—. Lo siento mucho, hermanita, pero
tienes que pasar página y hacerte ya a la idea de que se ha terminado.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Qué fácil lo
ves tú todo! Como se nota que tienes a Leo a tu lado.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bonita —le dijo
sonriendo—, todo ha terminado entre vosotros porque fuiste precisamente tú la
que le dijo que estabas cansada y que necesitabas un tiempo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Las hermanas,
aunque estaban pegadas la una a la otra, se giraron para mirarse frente al enorme
espejo de la pared. Estaban sentadas sobre una cama deshecha y llena de ropa,
complementos, perchas y zapatos. Estaban a medio vestir y a un par de horas de
la última cena del año.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Venga —dijo
Andrea, dando una palmada—, vamos a ponerte guapa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">En la casa ya se
respiraba un aire propio de las noches importantes de la Navidad. Mamá había
puesto villancicos y preparaba su ropa de gala. Papá se afeitaba en el aseo junto
al pequeño Mario, que copiaba cada gesto subido en su taburete. Para Luna era
la primera Nochevieja que iba a celebrar con su familia en los últimos cuatro
años, pues todo ese tiempo atrás había pasado siempre las Navidades en Zúrich. Formaba
parte de un grupo de sanitarios españoles que emigraron a Suiza por cuestiones
de trabajo y que en el ámbito social eran como una familia. Celebraban la
Semana Santa, el día del trabajador, el día de la Hispanidad… Y cuando llegaban
las Navidades se organizaban con precisión quirúrgica para que no le faltase de
nada a quien debía pasar esa temporada lejos de España. Y fue en ese grupo
donde conoció a Pedro.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Formaban una
pareja tan pintoresca como maravillosa. Dos españoles en Suiza; una mallorquina
y un cordobés. Habían pasado los últimos tres años (y las últimas tres
Nocheviejas) rodeados de suizos, sí, pero fuera de sus jornadas laborales
convivían con catalanes, madrileños, extremeños, valencianos… Sin embargo, tras
romper definitivamente la relación, la de este año iba a ser la primera Navidad
lejos de lo que hasta ese momento habían considerado su nuevo hogar. Luna
decidió volver a casa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">La familia fue a
cenar a un restaurante con espectáculo y la velada no pudo ser más agradable.
La cena fue exquisita y casi toda la familia disfrutaba de lo lindo de la
fiesta. Mamá no paraba de salir a bailar con papá a cada ocasión que se les presentaba.
Andrea y Leo formaban un tándem perfecto y, cuando no se comían con la mirada, se
encargaban de hacer que Mario soltase un ratito el móvil y también participase
de la fiesta. Luna agradeció los esfuerzos de todos, pero no dejaba de sentirse
fuera de onda. Le fue inevitable recordar cómo había celebrado la última Nochevieja.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Habían
improvisado una paella. A falta de uvas, terminaron despidiendo el año comiendo
pasas alrededor de una mesa repleta de botellines vacíos de cerveza suiza.
Dulces típicos de la zona, música pop española y una noche de risas rodeada de
sus mejores amigas y amigos. Pedro no se separó de ella ni un segundo e hizo
que jamás se olvidase de aquella noche. Extrañaba a sus amigas. Echaba en falta
los brazos de Pedro. Hubiera dado lo que fuera por retroceder en el tiempo, volver
al aeropuerto y no decirle aquellas palabras.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Poco antes de la
medianoche, cuando muchos acostumbraban a desabrocharse algún botón de la
camisa o aflojar la presión de los cinturones y los postres comenzaban a poblar
todas las mesas, subió al escenario el metre del restaurante.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Antes de
despedirnos de este año, queremos brindaros unos minutos de magia! —dijo con
una alegría desmedida— Por favor, ¡recibamos con un caluroso aplauso al Mago
Robert!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y de repente
apareció él con su sombrero de copa y su brillante sonrisa. Todos los
comensales rompieron a aplaudir. Mario estaba fuera de sí. Sus padres, su
hermana y su cuñado aplaudían y alucinaban con la sorpresa.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">No se lo podía
creer. Después de tantos años, al final había acabado celebrando de nuevo la
Nochevieja con su familia en un restaurante y viendo a un señor mayor hacer
magia antes de tomarse las uvas. Un auténtico planazo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡Muchas
gracias, amado público! ¡Muchas gracias! Sabemos que este año no ha sido un año
fácil para muchos, ¿verdad? —comenzó a decir el mago— Y seguro que muchos de
vosotros estáis deseando pedir vuestro deseo de fin de año para ver si el 2019
se porta mejor que este año.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Patético —susurró
Luna.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Yo os voy a
hacer un favor —Y, poco a poco, se hizo el silencio—. Quiero, por favor, que
todos y todas cerréis los ojos y penséis en esa persona que ahora mismo os
falta. Pensad en ella como si, haciéndolo, pudierais traerla aquí esta noche, a
vuestro lado. Quiero que penséis en cómo os sentiríais con ella. En cómo
cambiaría todo si pudiera estar aquí, formando parte de esta fiesta.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El salón, además
de enmudecido, se tiñó de recuerdos y deseos. De lamentos y sonrisas. Los
hombres y mujeres de la sala, como si fueran escolares, mantenían los ojos
cerrados y pensaban en sus seres queridos. Los más escépticos solo sonreían
mirando a los demás. Luna observaba como todos los miembros de su familia
mantenían los ojos cerrados. Su madre, que los abrió por un momento, sonrió y
le hizo un ademán con la cabeza para que ella también participase en el juego.
Luna cerró los ojos.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Eso es
—prosiguió el Mago Robert con voz sosegada—. Seguro que esta noche sería mejor
con esa persona, ¿verdad? Ellos y ellas lo saben, por eso os acompañan y, en
cierto modo, están aquí con nosotros. Os prometo que esas personas están más cerca
de vosotros de lo que podéis imaginar. Podéis abrir los ojos. Y ahora, ¡démosle
un aplauso a la gente que queremos y no puede estar aquí esta noche! ¡Un
aplauso para ellos!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y el público
rompió de nuevo en vítores y aplausos y dio comienzo el <i>show</i> de magia.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Cómo estás?
—preguntó Andrea entre tanto alboroto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Bien —sonrió
Luna—, estoy a gusto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Andrea sonrió,
asintiendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué pasa?
—preguntó Luna, sorprendida.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Deberías
girarte —y Andrea hizo mover en círculos el dedo índice—. Creo que alguien te
espera.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Luna comenzó a
sentir palpitaciones en el cuello y un tremendo calor le brotó de lo más
profundo de su ser. Quería y no quería mirar. Quería porque si lo que más
deseaba estaba esperándole a unos metros definitivamente iba a ser la mejor Nochevieja
de su vida. Si no quería girarse era para no llevarse una tremenda decepción si
el que estaba allí no era él.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Hola —dijo
Pedro sonriendo y con una bolsa de pasas en la mano—, ¿llego a tiempo?</p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b>Nota: Este minirelato continúa en un artículo posterior. Puedes leer la segunda parte <a href="https://andanzayperipecias.blogspot.com/2021/08/minirelato-el-paso-mas-importante-que.html">aquí</a>.</b></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-86815040863491822762020-11-16T09:34:00.004+01:002020-11-16T11:44:05.979+01:00Minirelato: Llovía, pero no era algo que le preocupara<p><span style="text-align: justify;">Llovía, pero no
era algo que le preocupara. Ya no.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se limitó a
guarecerse y a observar cómo todo se mojaba y se nutría a su alrededor. Notaba
como todo aquello que le rodeaba parecía estar agradecido por la lluvia. Vivir
en una zona montañosa tiene eso; que el bosque necesita de lluvia de tanto en
tanto.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se puso a pensar
en la primera vez que ocurrió.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Por aquél
entonces era mucho más joven y fuerte, claro. También más ingenuo y cobarde,
todo sea dicho. Su familia fue a recogerle y, cuando apenas habían llegado a
casa, a todos les sorprendió una tromba de agua de las que hacen historia. Fue
una sensación aterradora sentir el golpeo de la lluvia en el techo del coche y
después sentirlo por todo el cuerpo al salir del auto. En el camino al porche
de la casa dio tiempo a que la tormenta les dejase a todos chorreando y calados
de frío. Tras un buen baño de agua caliente y abundante dosis de secador, fue
una gozada ver llover junto a la chimenea. Recordaba lo relajante y seguro que era
contemplar las inclemencias del tiempo tras un cristal, calentito y seco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Con el tiempo,
la familia fue creciendo. Sus hermanos (que, aunque no fueran de su sangre él
los consideraba como tal), abandonaron el hogar y empezaron a espaciar cada vez
más las visitas. Primero venían una vez a la semana, luego una vez al mes y
desde hacía tiempo pasaban por allí ni se sabe cuándo. ¿Y su mejor amigo? Ya no
lo era. Hacía tiempo que se le mostraba distante, huraño y esquivo. Daba la
sensación de que hubiera pasado algo entre los dos y la relación se hubiera
roto para siempre sin que él supiera el motivo. Cualquier tiempo pasado fue
mejor, pensó para sí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ahora, años
después, sería incapaz de reconocer el interior de la casa. De recordar lo
increíblemente acogedores que eran esos muros. Los buenos momentos, las
excursiones y los juegos parecían pertenecer a otra vida. Por mucho que cerrase
los ojos y lo intentase, le era imposible recordar el sabor de la comida de los
primeros meses. Todo le costaba demasiado porque ya hacía mucho tiempo que
vivía lejos de aquel hogar. Ahora vivía apartado de todo y de todos y recibía únicamente
las visitas imprescindibles para recibir agua y comida seca. Ahora su vida se
había vuelto silenciosa y gris. Tan gris como las herrumbrosas cadenas que lo
retenían.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Había perdido
tantas cosas… Había perdido peso, pelo y dientes. Había perdido la voz. Había
perdido valor. El valor de ladrar a todo visitante desconocido para defender la
tierra de su amo. Con todo lo que había perdido ya, ¿Qué más le daba que
lloviera?<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><i>¡Gracias a Borja por la frase!</i></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-73914350670389482002020-11-15T18:41:00.001+01:002020-11-16T09:33:21.786+01:00Minirelato: Un esfuerzo más siempre vale la pena<p><span style="text-align: justify;">—Ma Rosi, ¿nos
quedarnos un rato más? —preguntó Tino, con aquella sinvergonzonería y voz de
pito que todos hemos tenido a los siete años.</span></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Ma Rosi asintió
con una sonrisa desde el banco donde se encontraba sentada a la vez que le hacía
una trenza en el pelo a Nora, que miraba también a sus hermanos con cara
desenfadada. Únicamente ataviados con viejos pantalones cortos, Tino y Fede
jugaban a mojarse en la fuente del parque, llamando la atención del resto de
niños y padres y escandalizando a todos por igual.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Se llamaba
Rosana, pero este era un nombre demasiado solemne para sus hermanos pequeños,
que además necesitaban llamarla “mamá” de alguna manera. A sus catorce años,
llevaba ya tres ejerciendo ese papel que, irremediablemente, había condicionado
su vida para siempre.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Era alta y
delgada como las modelos de los carteles de las paradas de autobús. Tenía la
piel morena y los ojos color miel. Su cabello, de un negro tizón, era largo y
no se lo cuidaba en exceso. No solía llevar bisutería ni complementos, pues,
aunque había visto pendientes, collares, pulseras y anillos de su agrado en
algunos puestos del mercadillo, los consideraba un lujo que no podía ni debía permitirse.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Pero bueno,
chiquilla —intervino de pronto una indignada señora—, ¿esos niños son familia
tuya?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">No hubo
respuesta. Una furtiva mirada hacia sus hermanos bastó para que Tino y Fede
dejasen de salpicarse y salieran de la fuente como alma que lleva el diablo. Al
mismo tiempo, Rosana se levantó del banco, cogió con la mano derecha las dos
garrafas de agua que previamente había rellenado y con la izquierda agarró la
manita de la pequeña Nora.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Muchacha, te he
hecho una pregunta —insistió la mujer, persiguiendo a las niñas y exigiendo una
explicación.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¡No le va a
contestar, señora! —gritó Fede mientras se sacudía el pelo a la vez que corría junto
a Tino detrás de sus hermanas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Ah no? ¿Y eso
por qué, mal educado?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">El más pequeño
de los niños se detuvo un instante junto a ella.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Ma Rosi no
habla —sentenció.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—¿Qué dices tú?
¿Qué es eso de que no habla?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">—Está muda —y
dibujó una cremallera sobre sus labios—. No habla. Todas las mañanas nos lleva
al colegio y por la tarde nos trae al parque, ¡Y hoy estaba cansada, porque le
ha <i>tocao</i> ir al <i>mercao</i>, pero nos ha <i>dejao</i> bañarnos en la
fuente! ¡Pero tranquila, ya nos vamos!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">Y, con una reverencia,
Fede salió voceando y corriendo tras sus hermanos, que ya estaban a una
distancia considerable y no paraban de reír y bailar. Los cuatro vestían
harapos y dos de ellos iban descalzos, pero eran la familia más feliz del mundo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;">De camino al
poblado, Ma Rosi miraba a sus hermanos y sentía que pesar del cansancio, de las
responsabilidades, de la pena, de las largas noches y de los muchos obstáculos
que se encontraba en su día a día, por ver a sus hermanos pequeños sonreír y vivir esos momentos de felicidad, un esfuerzo más siempre valía la pena.<o:p></o:p></p><p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><i>¡Gracias a Bernat por la frase!</i></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-7838671543035952862020-11-10T12:03:00.000+01:002020-11-10T12:03:01.274+01:00El sustituto<p><span style="text-align: justify;">El ruido en el aula de tercero de
primaria en los primeros minutos de aquella mañana de lunes era constante. Todos
los niños y niñas estaban nerviosos tras el fin de semana y unos a otros se
contaban lo que habían hecho durante el finde. De repente, la directoria del
colegio entró por la puerta de la clase.</span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¡Niñas, niños, un poco de
atención! —dijo la directora— Tengo algo importante que deciros. <o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El griterío de todos los alumnos
se fue convirtiendo en susurros. Los susurros dieron paso al silencio poco
después.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Os recuerdo que el concurso del
colegio de historias de miedo para Halloween es la próxima semana. Tenéis que
escribir una historia de auténtico terror y entregársela a Marina, vuestra
profesora.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Qué extraño… Durante el fin de
semana, los niños y niñas de tercero se habían enterado de un rumor que decía
que Marina, su tutora, había enfermado y no iba a darles clase durante un
tiempo. Ya en el patio, antes de subir a la clase, se lo habían empezado a
decir unos a otros.<span></span></p><a name='more'></a><o:p></o:p><p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Sin embargo —continuó la
directora—, Marina no va a poder recibir vuestras historias. Va a estar unas
semanas sin venir al colegio —La sorpresa se adueñó de las caras de las niñas y
niños del aula. ¡Los rumores eran ciertos! Los cuchicheos volvieron a resonar y
la directora tuvo que volver a pedir calma.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Chicos… Va, dejadme explicaros.
Marina ha tenido un accidente doméstico; se ha dado un golpe en el dedo pequeño
del pie con la pata de una mesa y no puede caminar. Mientras tanto, el Señor
Alexander será vuestro profesor sustituto…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En ese momento, una sombra enorme
se coló por la puerta de la clase y dejó entrever un curioso abrigo lleno de
plumas negras. A continuación, un gran sombrero negro y una pálida mano que se
apoyaba sobre un paraguas de color negro apareció en el quicio de la puerta e
inmediatamente después hizo su aparición el Señor Alexander. Con melena negra,
bigote negro y ropajes negros, el señor de nariz puntiaguda y dentadura
reluciente comenzó a pasearse entre los alumnos mirándolos con una enorme y
amenazadora sonrisa en la cara.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Hola, niños —dijo el nuevo
profesor, paseándose entre los alumnos— ¿Se os ha comido la lengua el gato?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">No se oía ni el vuelo de una
mosca. Niñas y niños se quedaron petrificados al ver a un señor tan alto, tan
pálido, tan tenebroso y con una forma de sonreír tan poco habitual.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Esperamos que la estancia en el
colegio sea cómoda para todos —dijo la directora, que estaba realmente nerviosa—.
Es un placer tenerle aquí, Señor Alexander. Niños, sed educados con él y
atended siempre cuando os dé clase…<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">La directora cerró los ojos y empezó
a tocarse la cabeza con las manos, como si le doliera mucho.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Señora directora, ¿se encuentra
bien? —preguntó uno de los niños de la primera fila.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Sí, me encuentro bien, pero..<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><a name="_Hlk54884625">Y a la
directora empezaron a caérsele los dientes. En seguida, puso sus manos a modo
de cuenco bajo su barbilla para que no se le cayeran al suelo, pero
inmediatamente después se le cayó una oreja encima de la mesa. Las niñas y
niños empezaron a gritar horrorizados y a llevarse las manos a la boca,
temblando.<o:p></o:p></a></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="mso-bookmark: _Hlk54884625;">La
directora también gritaba, asustada y confundida. No entendía qué le estaba
pasando, pero la piel de la cara empezaba a salpicarle la ropa y las manos ya
no eran de color carne; eran huesos. Se estaba derritiendo. Se le cayeron los
ojos que comenzaron a rodar por la mesa del profesor. La mandíbula se le cayó y
golpeó el canto de la mesa desperdigando el resto de los dientes por el suelo.
Los niños chillaban al ver su lengua colgando sobre su cuello y como la directora
se estaba convirtiendo en un asqueroso esqueleto. Corriendo, los niños y niñas
se levantaron de sus mesas y comenzaron a correr hacia la salida para escapar,
pero antes de que pudieran llegar a ella, la puerta se cerró con un estruendo que
agrietó las baldosas de la pared e hizo resquebrajar el suelo del aula. <o:p></o:p></span></p>
<span style="mso-bookmark: _Hlk54884625;"></span>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El Señor Alexander contemplaba a
todos los alumnos y alumnas con una amplia sonrisa y con los ojos abiertos como
platos mientras ellos seguían chillando, llorando y corriendo en todas direcciones.
Mientras tanto, la directora, derretida, chorreaba sobre la mesa del profesor.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Silencio —dijo el Señor
Alexander. Su voz resonó como mil cuchillas arañando la pizarra. Como mil
puertas oxidadas abriéndose y cerrándose.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los niños, totalmente aterrorizados,
se giraron hacia él y le suplicaron que no les hiciera daño.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¡He dicho que os calléis! —Y el Señor
Alexander abrió su enorme boca y arrancó de un mordisco la cabeza de David, uno
de los niños que más gritaba hasta ese momento. El cuerpo decapitado del niño
cayó al suelo mientras el Señor Alexander masticaba con una sonrisa maléfica
que dejaba ver el pelo de la cabeza de David entre los dientes. Las niñas y
niños seguían chillando, pero unos a otros se aconsejaban guardar silencio,
pues ellos podían ser los siguientes.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Vengo buscando a quien no cree
en el demonio —dijo el Señor Alexander, dejando su paraguas sobre una mesa—. Sé
de buena tinta que en esta clase hay un niño o una niña capaz de no asustarse
ante mí.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los susurros y sollozos eran constantes
en el grupo de niños agolpados en la puerta de la clase. Se miraban unos a
otros sin saber bien qué decir o qué hacer, y esperando que el Señor Alexander
dijera algo más.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Es una pena lo que le ha
ocurrido a David. También lo de la señora directora, no es para menos, pero esa
mujer… ¡Era tan pesada! Pero, en fin, ahora que estamos reunidos sin que nadie
más nos moleste… ¿Dónde está esa valiente criatura? ¿Quién de vosotros no cree
en mí?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los niños se preguntaban unos a
otros de quién estaba hablando el Señor Alexander. ¿Quién sería tan valiente de
no creer en el mismísimo demonio?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¡Vale, no pasa nada! ¡Que
levante la mano quien quiera salir de aquí antes que sus compañeros! —exclamó
el Señor Alexander.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">En ese momento, tal y como Duna
levantó su mano mientras daba saltitos y gritaba “¡yo, yo, por favor!” la niña
vio como desde la punta de los dedos la piel se le empezaba a lonchear. Como si
de una barra de pan se tratase, los dedos de la mano comenzaron a caer al suelo
en rebanadas. Después de los dedos, la palma de la mano y la muñeca. El
antebrazo, el codo, el resto del brazo… Los niños comenzaban de nuevo a chillar
y se apartaban de ella mientras Duna se tocaba asustada el brazo e intentaba
agarrar cada pedazo que se le caía al suelo. Pasados unos segundos de auténtico
terror, Duna ya no se movía, pues la cabeza, el pecho y el resto del cuerpo
habían empezado a despedazarse y se había formado un montículo de trozos de
Duna junto al resto de niños, que lloraban desconsolados.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Creo que ya está bien, ¿no
crees? —dijo una voz desde el fondo de la clase.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">El demonio se giró de inmediato hacia
aquella voz. No la había oído hasta ese momento y tampoco había caído en que,
al final de la clase, sentada todavía en su mesa, había una niña.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¿Has sido tú? —preguntó él—.
¿Eres tú la personita que vengo a buscar?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Si soy yo, estás perdiendo el
tiempo —contestó la niña.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los niños y niñas del aula
enmudecieron. No entendían qué pasaba, pero veían en su compañera mucho valor y
lo que es mejor, ningún miedo a hablar con ese ser demoníaco.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¿Eres Carla? ¿Aquella a la que
los demonios llaman La Valiente?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Por fin, Carla separó su vista
del folio en el que estaba dibujando para mirar a los ojos al Señor Alexander.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Eres demasiado lento —dijo
sonriendo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Y levantó el folio en el que
tenía dibujado al Señor Alexander, el impostor. Un señor vestido de negro, con
abrigo, paraguas y sombrero que miraba de forma aterradora y que desprendía un
humo rojo. Le mostró el dibujo sujetando la hoja con las dos manos mientras
clavaba su mirada en los ojos del demonio vestido de negro. Por primera vez, el
Señor Alexander abrió la boca para decir algo con cara de profundo terror y, a
la vez que comenzaba a gritar, Carla comenzaba a romper el dibujo por la mitad.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO…!!!<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Al demonio comenzaron a salírsele
los ojos de las órbitas mientras gritaba horrorizado. Comenzó a correr en
dirección a la niña para tratar de evitar que rompiera en pedazos el dibujo,
pero a cada paso que daba, el dolor que sufría aumentaba más y más. Comenzaron
a rompérsele las piernas como si fueran botellas de cristal golpeadas contra el
suelo. Continuó arrastrándose por el aula reptando como una serpiente. Carla
continuaba rompiendo el dibujo mientras le miraba fijamente. Al demonio cada
vez le costaba más moverse, porque ya tampoco tenía brazos. Se le habían
convertido en polvo.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los niños comenzaron a mirarse
unos a otros, sorprendidos, y vieron como el Señor Alexander continuaba
avanzando, aunque se debilitaba a cada segundo que pasaba. Carla era la heroína
de la clase y debían ayudarla todos juntos. Rápidamente, comenzaron a levantarse
del suelo y volcaron todas las mesas, sillas y mochilas sobre lo que quedaba del
demonio. Aunque intentaba escurrirse de todo lo que le tiraban encima,
inevitablemente cada vez era más torpe.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¡Nooooo… puedeeeee….
seeeeeeeeeer!! —gritó el demonio desesperadamente mientras se acercaba a menos
de un metro de la niña.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Carla terminó de romper por la
mitad el dibujo del Señor Alexander en el mismo instante en que la cabeza del deforme
profesor sustituto abría la boca para morderle. Justo en el momento en que la
hoja terminó de partirse en dos, la cabeza del demonio estalló en mil pedazos,
lanzando cucarachas, gusanos y larvas por toda la clase.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Los niños comenzaron a gritar
emocionados mientras daban saltos de alegría al ver que el cuerpo del Señor
Alexander había desaparecido y que solo quedaban su ropa, su sombrero y su
paraguas. Se sorprendieron muchísimo al ver que el cristal, el polvo y los
insectos que habían sido expulsados del cuerpo del demonio se habían evaporado.
Todos aplaudían y celebraban la muerte del demonio alrededor de Carla cuando
ella, por fin, volvió en sí y reaccionó ante la alegría de todos sus amigos y
amigas.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¿Carla? ¿Qué haces? —preguntó la
directora.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">Carla agitó la cabeza, parpadeó
un par de veces y volvió en sí. La directora estaba viva.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¿Te encuentras bien?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Sí, señora directora. Estaba
distraída —contestó Carla.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Os he estado comentando que la
semana que viene es el concurso del colegio de historias de miedo para
Halloween. Todos tus compañeros se han emocionado un montón, pero tú has
empezado a apuntar cosas en tu cuaderno y ya no me has atendido. Ya hace un
rato que se han ido todos al patio.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Yo... Lo siento, estaba tomando
notas —contestó de nuevo—. ¿Al patio? ¿Por qué?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Bueno… —contestó la señora
directora—, Marina no ha podido venir hoy. Se dio un golpe en el pie y va a
estar unos días sin venir al colegio. En un rato llegará su sustituto. Mientras
tanto, podéis salir al patio a jugar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—¿Sustituto? —preguntó Carla—
¿Cómo se llama el sustituto?<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">—Es el Señor Alexander. De hecho,
ya tiene que estar al llegar.<o:p></o:p></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;">De repente, a través de las
ventanas comenzaron a llegar desde el patio los desgarradores gritos de los
niños.<o:p></o:p></p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-52268771843472164132020-11-10T12:00:00.002+01:002020-11-10T12:00:27.845+01:00Aireando el blog por Halloween<p><span style="text-align: justify;">—</span>¡Madre del amor hermoso! <span style="text-align: justify;">—dijo el joven explorador</span><span style="text-align: justify;">— No os vais a creer lo que acabo de encontrar en esta polvorienta estantería.</span></p><p><span style="text-align: justify;">—Sorpréndenos </span><span style="text-align: justify;">—canturreó el resto del grupo, al unísono.</span></p><p><span style="text-align: justify;">—</span><span style="text-align: justify;">Un blog.</span></p><p><span style="text-align: justify;">Y sí, vuelvo al blog. Parece mentira que, echando la vista atrás, hayan pasado ya tres años desde la última entrada. Tres años desde que se fue la musa. Tres años desde que las ganas de jugar y visionar vencieron a las ganas de imaginar y de escribir.. ¡</span><span style="text-align: justify;">Qué pena!<span></span></span></p><a name='more'></a><p></p><p><span style="text-align: justify;">Por eso creo que ya toca levantarse de este sofá del tiempo, engrasar de nuevo la máquina de historias y retomar los buenos hábitos. No se me ocurre mejor manera de hacerlo que con una pequeña historia que escribí hace poquito, con la excusa de la <i>semi-celebración</i> de la noche de <i>Halloween </i>en familia. Como la pandemia del Covid-19 nos invitó a quedarnos en casa, este año no hubo incursiones por Son Ferriol o los barrios de Palma que deciden en la noche del 31 de octubre decorar sus casas para celebrar la conocida fiesta del terror. En su lugar, celebramos una noche de historias de miedo, pollo frito y pelis de miedo con guarnición de chuches.</span></p><p><span style="text-align: justify;">Cada uno de los miembros de la familia escribió su historia. Mi mujer, mi hermana, nuestros hijos y yo mismo escribimos una historia de terror sin más normas que el miedo mismo y fue la noche de <i>Halloween</i> cuando las leímos todas a la luz de las velas.</span></p><p>¡Nos encantó la experiencia! Y como tengo la historia aquí esperando tras el telón, sirva esta entradilla como vuelta al blog.</p><p>¡Que la disfrutéis!</p>José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-57240336618765328272017-09-06T00:38:00.003+02:002017-09-06T00:40:38.047+02:00Ejercicio de descripción y atmósfera<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me encuentro en pleno proceso creativo y me gustaría algo de feedback; imaginad la escena con los datos que os ofrezco. ¿Qué os sugiere? ¿Qué echáis en falta en estos tres párrafos?</div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
¡Espero que os guste!</div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
[...]</div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Nadie
sabrá que estás aquí —escuchó de repente.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Con
esas palabras se despertó, aturdido. Supo en seguida que algo no andaba bien.
Se sentía tremendamente desconcertado, pues lo primero que advirtió es que se
encontraba atado de pies y manos y sentado en una silla en una estancia oscura.
Empezó a patalear, pero sintió que cuanto más se movía, más le dolía la espalda,
que tenía completamente arqueada. Le dolían también las muñecas, que tenía amoratadas
por la presión de las bridas. La sangre se le agolpaba en la boca y solo se dio
cuenta de que además estaba amordazado cuando quiso escupirla. Entonces gritó.
Lo intentó, por lo menos. A cada segundo que pasaba era más consciente de la
situación y tanto el miedo como el estupor comenzaron a apoderarse todavía más
de él.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Todo
el empeño que puso en tratar de liberarse de las bridas fue inútil. Por más que
se esforzaba en deslizar las sudorosas manos a través del plástico o hacer
juegos con los pies para zafarse de las ataduras, no logró avanzar lo más
mínimo. Sus extremidades estaban totalmente condenadas. Como él. Tras muchos
esfuerzos, descansó y descubrió entonces algo más.<o:p></o:p></div>
<br />
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
La
música fue lo segundo que notó. Una leve melodía casi imperceptible. Hizo
esfuerzos por comenzar a respirar más despacio y con ello intentar percibir
mejor los sonidos de su alrededor. Tras unos segundos totalmente en silencio, advirtió
entonces que aquella música parecía estar sonando en una habitación lejana. A
muchos metros y muchas paredes de allí. Quizás en un piso superior. Quizás
debajo de él.<o:p></o:p></div>
José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-88801574320683349112017-09-01T09:06:00.000+02:002017-09-01T09:06:14.964+02:00Conversaciones con mi musa #15<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Escríbela
—dijo de repente.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pegué
un brinco en la silla. Estaba absolutamente concentrado y ya todos dormían. En
la negrura más profunda de un silencio nocturno como hacía tiempo no
disfrutaba, la inesperada voz de Sara me pareció un estruendo.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Tranquiiiiilo….
Schhh… —ahora hacía lentos movimientos con las manos mientras se acercaba al
sofá y se sentaba en él. Como si intentase apaciguar a un perro rabioso—. ¿Ya?</div>
<a name='more'></a><br />
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—No
te esperaba —le dije, acomodándome de nuevo.</div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—¿En
serio? —ahora la sorprendida era ella— ¿Sabes la de tiempo que hace que no paso
por aquí? ¿Sabes la de mundo que he visto en todo este tiempo? Creo que si me
hubieran preguntado la última vez que estuve aquí por la fecha de mi próxima
visita jamás hubiera contestado seis meses.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—¿Seis
meses? —pregunté.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Seis
meses como seis años. Echa cuentas, majo, y verás que has dedicado, realmente,
poco tiempo a intentar sacar a tu creatividad del camino de la senectud. Está
herida de gravedad y, como sigas así, morirá sin que te des cuenta —hizo una
pausa que me pareció hasta dramática—. Y la próxima vez que te sientes en esa
silla, movido vete tú a saber por qué y con un leve antojo por inventarte una
historieta, te quedarás mirando a la pantalla, frente a la temida página en
blanco, y pensarás: “esto no era tan complicado, antes se me ocurrían muchas
cosas”.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Me
encontré asaltado, cuestionado y reprendido por mi propia inspiración y con una
nula capacidad de respuesta. La leche.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Y
ahora no vas a decir nada, como de costumbre.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Me
has pillado pensando en una-<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Lo
sé —me interrumpió—, y he comenzado esta escenita diciéndote que la escribas. Que lo hagas ya.
Que es una buena idea —se golpeaba las rodillas después de cada frase con las
palmas de las manos—. Que cualquier cosa que se te ocurra te servirá para
despertar esa neurona en huelga que tienes en la cabeza. Y te lo he dicho así
de tosca porque no quiero que se te olvide. Hazlo. Ya.</div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
De
repente noté cierto alivio. El huracanado sermón se convirtió de repente en una
arenga motivacional. Sonreí.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—En
todo este tiempo no he tenido una sola idea buena, Sara —me justifiqué.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Fui
sincero, porque la verdad es que escribir me gusta, y me lo paso bien
haciéndolo, pero nunca escribo por escribir, aunque solo sea por el hecho de
practicar la ortografía, la gramática o el vocabulario. Si no me llega una gran
idea, una historia original, divertida, terrorífica, diferente… No continúo. Si
lo que se me ocurre no me llena, lo desecho automáticamente. Desaparece.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
—Bueno
—elevó los brazos con las palmas mirando hacia arriba y dibujó en su rostro una
sonrisa cordial—, pues en ese caso, ¡Carpe Diem!<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Y
comencé a escribir.<o:p></o:p></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<br />
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
En
cuanto a Sara… Se quitó los zapatos y se tumbó boca arriba en el sofá, gruñendo
de paso a mis gatas para que le dejasen sitio.<o:p></o:p></div>
José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-34265104090857146242017-03-27T18:42:00.000+02:002017-03-27T23:31:48.894+02:00Ayer aprendí de ella<div style="text-align: justify;">
—¡Ni me he hecho daño! —gritó tras caerse la primera vez.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ayer por la tarde Carla me dio una lección. Más bien me hizo recordar algo que, a menudo que vamos creciendo, solemos olvidar. Y lo hizo una vez tras otra. Sin darse cuenta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Le hemos regalado una bicicleta por su cuarto cumpleaños. Ya tuvo una bici "de pequeños" antes, cuando cumplió los dos años, pero por uno u otro motivo, ni cogía apenas velocidad al montarse en ella ni por supuesto llegaba a caerse más que alguna vez, de forma esporádica. La de ahora es una bici "de mayores", por supuesto, y como con todas las cosas de mayores, asumimos también mayores riesgos. Como rozarte las manos al caer.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Ni me he hecho daño! —gritó canturreando de nuevo, orgullosa, mostrándome las manos. No debe haber una niña más feliz.</div>
<a name='more'></a><br />
<div style="text-align: justify;">
Parecía hacerlo aposta. Para enseñarme a mí, únicamente, de entre todos los que en aquél momento estábamos a su alrededor. Sonreía y se esforzaba por enseñarme que, aun habiéndose caído, ni se había lastimado ni el hecho de haber besado el suelo iba a detenerla. Acto seguido, por supuesto, desenmarañaba las piernecitas de los pedales, se levantaba del suelo y, como podía, intentaba levantar ella sola la bicicleta. Ni una sola de las seis o siete veces en que se debió levantar del suelo la vi triste. Es más, tenía cada vez una sonrisa más grande. Como si cada vez que se reponía fuera más y más feliz.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡Ni me he hecho daño, papá! —repetía una y otra vez con esa vocecilla.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Estaba aprendiendo a montar en bici. Y eso la enorgullecía y llenaba de alegría. Cada poro de su piel desprendía entusiasmo, ilusión y luz. Tenía las palmas de sus manitas coloradas, pero irradiaba auténtica luz.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
—¡No pasa nada! ¡No me he hecho pupa!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y todo eso se nos olvida a menudo. Avanzamos en la vida y nos lamentamos en cada trastabillada. Nos decepcionamos con cada error. Nos olvidamos de cuando éramos niños y no sabíamos montar en bicicleta, pero sí sabíamos que, con cada caída, estábamos aprendiendo a ser mejores.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>"¿Por qué nos caemos? Para aprender a levantarnos, Señor Wayne"</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i>(Alfred, mayordomo de Bruce Wayne en la trilogía de Batman de Christopher Nolan).</i></div>
José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-33317619548845167992017-03-14T01:36:00.000+01:002017-03-14T01:36:52.785+01:00Conversaciones con mi musa #14<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Anoche,
tras el entreno, me quedé un rato a charlar con los compañeros y luego, en la
gasolinera, tuve que esperar más de quince minutos para que me cocieran una
barra de pan congelada. Llegué a casa bastante tarde.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—¿Qué
pasa contigo? —preguntó de súbito, tan simpática como siempre. Sara. Mi musa,
casi en paro.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Puse
el video en pausa. Me giré hacia el sofá con la boca llena de jamón serrano y
pan aceitoso. Ya no logra sorprenderme.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Eres
un guarro. Cierra la boca por lo menos.</span></div>
<a name='more'></a><span style="font-family: inherit;"><o:p></o:p></span><br />
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Intenté
tragarme lo que tenía en la boca, pero lo que vi me dejó bastante descolocado.
Lua estaba mirando a Sara fijamente. Eso sí me sorprendió.</span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Sí.
Me ven —dijo—. ¿Ahora te das cuenta?<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—No,
qué va —mentí—. Es solo que no te esperaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Ya.
No me esperabas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Empezó
a quitarse pelos de gato de ese vestido negro de institutriz que siempre lleva.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—¿Sabes
una cosa? —preguntó, sin ni siquiera mirarme.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Me
quedé mirándola a la vez que arqueaba una ceja. No sabía con qué me iba a salir
a continuación, pero seguro que caía otra bronca. Por no leer. Por no escribir.
Por no perseguir mis sueños. Por acomodarme y dejarme llevar por las series,
por los videojuegos o por esa ingente basura de consumo rápido llamada Youtube.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Me
marcho.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—¿Qué?
—Eso tampoco me lo esperaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Esto
no tiene sentido, José —levantó la cabeza y me miró a los ojos—. Y no es que yo
me marche, sino que tú me invitas a marcharme…<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Pero
—la corté—…<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—No
—me cortó—. Te repito que no es cosa mía. Yo no puedo hacer nada. En realidad,
no soy más que un ente que reside en tu imaginación, impulsado por un mecanismo
de automotivación. Una forma que tienes de exigirte más, al fin y al cabo, tan
válida como tantas otras.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Estaba
alucinando. Mi subconsciente estaba explicándome a mí cosas que yo hacía sin
darme cuenta. Flipa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—A
ver —la corté de nuevo—, Sara. Vamos a calmarnos. Sabes perfectamente que mi
sueño es escribir grandes historias.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Se
me quedó mirando fijamente, con los codos apoyados sobre las rodillas y el
mentón sobre los puños, cerrados.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Lo
que ocurre es que…<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—El
tiempo —dijo ella—. Siempre es el tiempo. De verdad, José, cuando doy con
alguno de vosotros y no me pone la excusa del tiempo doy gracias por este
trabajo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Se
puso de pie y comenzó a caminar por el comedor.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—El
tiempo es algo relativo, José. Para alguien que escriba todos los días el
tiempo será siempre suficiente. Adecuado. Insuficiente. O no. Igual le falta.
Sin embargo, para alguien que no tenga trabajo, que viva en la calle, que esté
deprimido… Puede que siempre le sobre tiempo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—O
no.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Y
ahí es donde quería llegar —Y simuló una pistola con la mano derecha e hizo un
sonido de disparo—. Me dices que te falta tiempo. Una mierda te va a faltar
tiempo. Que te olvidas que lo sé todo sobre ti, llorón. ¿Hablamos de las noches
entre series y partiditas?<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Hombre
—me quejé—, ¡solo faltaría que no pudiera echar alguna partidita!<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—¡No
digo que no puedas! —y me dirigió una mirada mortífera, señalándome además con
el índice de la mano que antes había sido un arma—. ¡Digo que también tienes
tiempo para escribir! Un poco, aunque sea. Unas líneas. Más que nada para
pasarle el paño a esa cabeza tan grande que tienes e impedir que se oxide como
una manzana recién cortada.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">De
nuevo estaba consiguiendo que entrase en razón. El problema era saber por
cuánto tiempo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Mentalízate,
cielo —cambió de repente el tono a uno más conciliador—. No voy a estar aquí
siempre. Cada vez te sorprendo menos. Cada vez te hago menos falta. Cada vez
quieres menos que me presente aquí y hable contigo. Vas a perder la poca
motivación que te queda.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Y
se cruzó de brazos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">Me
había ganado. La rutina, la comodidad, el cansancio, los chorrocientos millones
de cosas que me gustan hacer además de escribir… Todo había desplazado a Sara
al último lugar de la lista. Confiando en que las cosas saldrán por si solas
algún día, desplacé y descuidé la escritura al punto de, prácticamente,
perderla por completo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—¿Sabes
lo que te mantiene viva esa chispilla que te queda? —me preguntó, con una
sonrisa al fin.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—La
verdad es que no —contesté, vencido.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;">—Los
cuentos que inventas para tu hija cuando la sientas en tu regazo antes de acostarla.
Sin leerlos en ningún sitio. Sin repetir jamás una historia. Eso es lo que
todavía tienes vivo. Cuídalo, Jose. Y que nunca te falte.<o:p></o:p></span></div>
<div class="Estilopredeterminado" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: 11pt; line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit;">Y desapareció,
como siempre, envuelta en una nube grisácea que olía a gofres, a algodones de
azúcar y a dulces reprimendas.</span></span></div>
José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-46478054979877311022017-03-04T01:41:00.001+01:002017-03-04T01:42:35.364+01:00¿Nos montamos otra vez?<div style="text-align: justify;">
Todavía quedaban un par de <i>loopings</i>, algunos giros y una gran recta cuando el niño, que continuaba agarrándose al asiento de la atracción como si en algún momento fuera a salirse de ella, miró a su padre, entre enamorado de su figura divertida y protectora y temeroso por que fuera el último viaje que fueran a dar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¡Papá! </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—gritó el pequeño, de ya diez años</span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">— ¡Papá!</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">El traqueteo de la vagoneta y el impulso al comenzar el </span><i style="color: #222222; font-family: "Times New Roman", Times, FreeSerif, serif; font-size: 15.4px;">looping</i><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"> hacían complicado al padre contestar al niño. Tuvieron que terminar los dos giros completos para que el padre relajase la mandíbula y tragar al fin saliva.</span></div>
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"></span><br />
<a name='more'></a><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman", times, freeserif, serif; font-size: 15.4px; text-align: justify;">—¡Papá!</span><br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¡Dime, hijo! </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—respondió, ahora sí, el padre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Giro brusco a la izquierda.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—..aje? </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—llegó a entender del niño.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¿Qué?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Giro a la derecha.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¡Que si damos otro viaje! </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—repitió el pequeño.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Nuevo giro a la derecha. Ahora la endiablada montaña rusa deceleraba hasta convertirse en un taca-taca. Uno de esos coches de plástico que no pueden pasar de cierta velocidad y para los que no es necesario sacarse el carnet de conducir. La atracción llegaba al final de su recorrido. El padre sonrió, sabiendo que el pequeño esperaba una respuesta y que no le quitaba ojo de encima.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¿Quieres montarte otra vez? </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—preguntó a su hijo, secándose una lágrima que le brotaba del rabillo del ojo derecho.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—¡Ha sido alucinante! </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—exclamó</span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">— ¡Claro que quiero! ¡Me ha encantado, aunque, al principio, lo he pasado un poco mal! Esa subida y luego esa bajada tan grande... Pero ¡ha sido genial cuando...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">El padre le miraba embobado, sonriendo. De las muchas cosas del día a día que podrían afectarle, en mayor o menor medida, ninguna de ellas le había descompuesto tanto el estómago como aquellos dos minutos en la montaña rusa. Ya podían venir gastos imprevistos, problemas familiares, días de trabajo para tirar a la basura... Que ninguno de ellos le ponía el estómago patas arriba. Sin embargo, adoraba ver a su hijo tan feliz. Era verdaderamente hermoso verle aflorar tanta alegría y escucharle expresar tanta emoción.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—Papá, ¿me escuchas? </span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—preguntó el niño</span><span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">— ¿Nos montamos otra vez?</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">—Perdona, hijo. Sí, vamos a por otra.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Y de aquél vagón se levantaron para ir, de la mano, juntos hacia la taquilla.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Yo soy aquél niño. Ilusionado, valiente y locuaz. Demasiado espitoso en ocasiones.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">Esta temporada de voleibol, la de mi vuelta a las pistas, ha sido la montaña rusa. Con miedos, altibajos, mucha adrenalina y un final de temporada que poco a poco va llegando.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">El padre...</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">El padre es mi mujer, porque gracias a ella he vuelto a disfrutar de este deporte. Porque ha sido ella la que se ha encargado absolutamente de todo en mis ausencias. En mis entrenos. En mis partidos, cuando aún intentándolo no ha podido estar presente. Y eso que procura no perderse ni uno... Siempre apoyándome. Siempre a mi lado. Y siempre positiva.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">A ti, querida esposa mía. Gracias por estar ahí. Siempre.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: #fff9ee; color: #222222; font-family: "times new roman" , "times" , "freeserif" , serif; font-size: 15.4px;">...Y vamos a por otra ;)</span></div>
José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-73462482866464808282016-12-07T13:20:00.001+01:002016-12-07T13:20:42.362+01:00Me das bastante perezaEs que tengo que decírtelo así. Lo siento.<br />
<br />
Ha llegado un punto en el que ya ni siquiera me va eso de acercarme a ti. Si no fuera porque de vez en cuando tengo necesidad, ni siquiera te miraría. Y no es que lo diga con acritud, no me mal interpretes; las cosas han sido así siempre. Lo que ocurre es que con el tiempo, una se va acomodando y únicamente se baja del trono cuando es realmente necesario y hasta vital. No me va lo de rebajarme al nivel de los demás, ya me conoces.<br />
<br />
Siempre te he considerado mío, al igual que yo soy tuya (lo cortés no quita lo valiente), pero ya sabes, me agobian las relaciones pastelosas. Cómo decírtelo... No me gustan las lapas.<br />
<br />
<a name='more'></a>Cuando éramos más jóvenes sí que solía mirarte con otros ojos, seguirte la corriente más a menudo, abrazarte con más cariño y por supuesto, por lo general, pasar más tiempo contigo. Sin embargo, todos crecemos, y aunque tú siempre has estado por mí, yo la verdad es que cada día siento más pereza. Lo reconozco, en invierno necesito ese calor humano y aunque sea de vez en cuando, necesito tenerte a mi lado, pero eso no quiere decir nada. No quiero que te hagas ilusiones; tú a lo tuyo y yo a lo mío. Y de vez en cuando... Pues eso.<br />
<br />
Me estoy enrrollando demasiado. Debes estar flipando con que te dedique tanto tiempo.<br />
<br />
En fin, sólo quería decirte esto porque el otro día, cuando me llamaste desde la cocina y pasé bastante de ti, te oí decir:<br />
<br />
—Joder, esta gata está sorda.<br />
<br />
Nada más lejos de la realidad, guapo. Lo que pasa es que me das bastante pereza.José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-136868629728255143.post-87559157327631052612016-12-05T18:08:00.001+01:002016-12-05T18:08:38.385+01:00Una derrota regeneradoraPerdimos, pero ganamos.<br />
<br />
Todo aquél día fue diferente. Desde las ganas de pisar la pista y el ansia por jugar a la agradable sensación post-partido. Un momento en que te sientes tan cansado como contento. Tan callado como radiante. Apenado por la derrota, pero sumido en la felicidad de un grupo que, todos a una, vivieron un momento de comunión y compromiso con el compañero que hacía semanas no experimentaban.<br />
<br />
Perdimos. No pudimos ante Goliat. Apenas tuvimos opción de responder y a quien le digas el resultado te dirá que fue un repaso. Que fue un meneo. Que mordimos el polvo.<br />
<br />
Quizás fue que ya llegamos con el chip cambiado, con la mentalidad de ir a disfrutar en lugar de salir a ganar. Con la certidumbre de que íbamos a jugar como mínimo cien puntos y que nos merecíamos un ratito de alegría, de compañerismo, y que íbamos a disfrutar. Jugar a voleibol sin aspavientos. Celebrar que heríamos a Goliat, aunque nos ganase finalmente.<br />
<a name='more'></a><br />
Jugamos todos. Eso quizás también sumó. Nadie se sintió desplazado, ignorado o imprescindible. Nadie fue más que nadie. Uno para todos y todos para uno. Un equipo. Todos remando hacia el mismo punto y con la misma meta en mente; disfrutar. Sí, ganar también, esa meta siempre está ahí, pero realmente no era el objetivo final. Teníamos una espinita clavada dos semanas atrás e incluso el último partido, aunque ganado, resultó ser el peor de la temporada. Disfrutar. Sólo eso.<br />
<br />
Y disfrutamos. Perdimos, pero disfrutamos.<br />
<br />
Y solo había que fijarse en nuestras caras, felices tras el esfuerzo. Relajadas tras la presión. Sonrientes tras la derrota. Risas y sonrisas mientras se recogía el material y sonaba la música en un pabellón en que el público ya se había ido marchando.<br />
<br />
¿Y en el vestuario? ¿Cómo estaban los ánimos, ya en frío?<br />
<br />
...<br />
<br />
Contentos y convencidos. Contentos porque habíamos vuelto a la senda de hacía dos semanas, donde el trabajo en equipo y la camaradería resultaban una unión difícil de romper. Convencidos, también, de que de seguir por esos derroteros, podríamos hacer algo más que disfrutar; competir sin miedo a ceder nuestro espacio y nuestra ventaja a final de cada set. Continuar luchando tanto en los buenos momentos como en los malos siendo verdaderos compañeros. Un verdadero equipo.<br />
<br />
Perdimos, pero ganamos.José Manuel Vallehttp://www.blogger.com/profile/09208097162390369291noreply@blogger.com0