Crear un personaje es un proceso mágico. Inventar una historia también, claro (es lo imprescindible), pero mientras que la historia requiere fluidez, sentido, ritmo, interés y muchísimas cosas más, un personaje es pura magia. Le inculcas una educación, le trazas un pasado, un presente y un futuro, le dibujas una apariencia y le moldeas una actitud. Voilà, el personaje ha nacido. Sólo te falta un nombre y del resto se encarga la historia.
Sin embargo, estoy seguro de que a muchos lectores les ocurre lo que a mí.