—Estoy para que me tiren al cubo de la ropa sucia —dijo Lambo con voz lastimera y justo después de que se apagase la luz—. Creo que nunca había estado tan cansado.
—¿Qué te ha
pasado? —preguntó la joven Ina, sorprendida— ¿Dónde habéis estado? ¡Habéis
tardado un montón! ¡Ya pensábamos que no volverías!
—¡Yo que sé! —exclamó
Lambo mientras se acomodaba— Tengo ganas de sentarme, este día ha sido un infierno.
Al apoyar la
espalda sobre la pared experimentó un alivio como nunca antes. El silencio y la
penumbra de la habitación invitaban a cerrar los ojos y echarse a dormir, pero la
curiosidad carcomía a cada uno de sus compañeros de habitación, que insistían
en preguntarle.
—Dinos, muchacho —le preguntó Robert, el más amable del grupo, mientras se arrodillaba a su lado— ¿Qué te ha pasado?