El tráfico se veía distinto desde ahí arriba. Nunca se le había ocurrido asomarse a la calle desde aquella altura y contemplar la vida en la ciudad desde aquella perspectiva. Sí, efectivamente sabía cómo eran los atascos en aquella calle. Todas las mañanas funcionaba de la misma manera, pero era diferente verlo todo desde arriba, donde se dibujaba una curiosa combinación de formas y colores. Los coches, los autobuses, las sombrillas de las terrazas, los pasos de peatones, los paraguas, las bicicletas… La suma de todos los elementos ofrecía una composición en constante movimiento que entretenía a todo aquél que se parase a observar la vida de la calle. La enorme coreografía.
Se entretuvo tanto tiempo mirando hacia abajo que se llegó a olvidar del motivo por el cual llegó allí. Se había despistado y no parecía importarle, porque aquél rato le pareció reconfortante. Sin embargo, queriendo obligarse a volver en sí, tanteó de nuevo la repisa sobre la cual se apoyaba y retomó los pensamientos que tenía antes de despistarse. Se le hacía un nudo en la garganta al recordar su intención, y éste se hacía más grande cuanto más pensaba en lo solo que se sentía. Meneó la cabeza, mirando de nuevo hacia abajo, convenciéndose de que era la única solución.
Se entretuvo tanto tiempo mirando hacia abajo que se llegó a olvidar del motivo por el cual llegó allí. Se había despistado y no parecía importarle, porque aquél rato le pareció reconfortante. Sin embargo, queriendo obligarse a volver en sí, tanteó de nuevo la repisa sobre la cual se apoyaba y retomó los pensamientos que tenía antes de despistarse. Se le hacía un nudo en la garganta al recordar su intención, y éste se hacía más grande cuanto más pensaba en lo solo que se sentía. Meneó la cabeza, mirando de nuevo hacia abajo, convenciéndose de que era la única solución.