Lo primero en que se fijó al verla por primera vez fue en sus ojos. Unos increíbles y enormes ojos azules aguamarina que le devolvían la mirada con curiosidad.
—Hola, mi niña… —No
pudo decir nada más.
Lo segundo en
que reparó fue en su ondulado, rizado y alborotado pelo castaño, repleto de
tirabuzones de distintas tonalidades de marrón que invitaban a marearse
siguiendo sus trazados.
—Hola abuelo —alcanzó a decir la niña, sonriendo.