¿Último? Pues sí. El último.
No lo encontraréis en la web. De hecho, no encontraréis nada mío en ella. Lo ha borrado todo. No ha quedado ni rastro de mi paso por el diario. Es lo que pasa, supongo, cuando quien dirige el cotarro no tiene otra forma de diálogo que la del botón ELIMINAR cuando no le gusta lo que le dicen. Dar la patada sin opción a réplica, pulverizando cualquier posibilidad que tuvieras de entender de qué va el asunto o despedirte de tus compañeros. Borrándote del proyecto como si jamás hubieras existido.
Eso es lo que ha pasado, pero no merece la pena dar más detalles. Ha sido una época cortita, pero emocionante. Participar en un proyecto como DET me ha enseñado muchas cosas y me ha permitido conocer a personas estupendas. A esa gente, sinceramente, les deseo lo mejor.
¡Y bueno! Aquí os dejo el artículo que publiqué y duró apenas unas horas. Espero que os guste.
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Allá por el 2011, cuatro redactores de
El Tiramilla llevaron a cabo un debate centrado en una maravillosa
dicotomía literaria: la difícil elección entre el mundo de las
sagas y el de los libros autoconclusivos.
Durante la tertulia se expusieron los
argumentos para defender una u otra postura; la que adora y prefiere
leer historias que pertenecen a sagas de varios volúmenes y la que
opta siempre por leer historias que acaban definitivamente cuando se
llega a la última página. Aunque ha llovido desde aquel día, la
conclusión a la que llegaron nuestros compañeros entonces fue que
ambas opciones eran igual de válidas, siempre y cuando tengan una
buena justificación. Lógico por otra parte, ya que siempre habrá
público para sendas opciones literarias.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte
he notado que muchos autores se han apuntado al carro de las sagas
como si ello fuera garantía de éxito. Como si fuera fácil no solo
atraer al público sino además mantenerlo interesado en las
siguientes entregas de la historia que se cuenta. He podido ver cómo
escritores noveles comenzaban su andadura en este duro mundo creando
un ambicioso enmarañado que se distribuye en dos, tres o más
entregas. Escritores neófitos que asaltan las redes sociales
anunciando a bombo y platillo su primera novela, primera parte de una
trilogía. Y yo me pregunto: ¿De verdad? ¿Vas a empezar en este
mundo con una historia tan extensa? ¿Y si no funciona? Bueno, lo de
funcionar también es relativo, claro, pero aventurarse a escribir
una historia por volúmenes es siempre delicado. Muy buena tiene que
ser esa historia.
Yo he leído varias sagas enteras (o
series, pero no es lo mismo) y he visto mucho trabajo en ellas.
Trabajo bien hecho. Por otro lado, también he comenzado libros con
argumentos ambiciosos que resultaron ser soporíferos y con historias
muy planas que tenían tras de sí varios libros más. Varios libros
que continuaban con esa historia soporífera y aburrida. ¿Era
necesario? ¿No podías haberlo contado todo en un libro?
Los libros autoconclusivos tienen esa
gran ventaja: cuando los terminas se cierra una etapa de tu vida para
no volver a abrirse jamás. Si lo que has leído es un buen libro, lo
recomendarás y lo tendrás en tu estantería en un lugar
privilegiado. Lo volverás a leer. Lo prestarás. Lo regalarás. Lo
disfrutarás. Por contra, si es un mal libro, lo terminarás (si eres
como yo, que terminas lo que empiezas, guste o no) y lo olvidarás.
¿A qué te obliga un mal libro que
inicia o continúa una saga o serie? A que te hagas con el siguiente
para ver si salva al anterior. Para ver qué ocurre con los
protagonistas que te dejaron indiferente en la última página de ese
libro. Y eso es peligroso, porque las estanterías de muchos lectores
están llenas de libros que inician sagas y series, pero no de los
libros que las terminan.
Y es que muchos lectores no tenemos la
paciencia necesaria para ver si se arregla en otro libro lo que se ha
estropeado en el actual. Preferimos irnos con la lectura a otra
parte.
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