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viernes, 25 de noviembre de 2016

En guardia

En ese momento, Shun se dio la vuelta.

Lo hizo en el mismo momento en que oyó partirse una caña de bambú. Sintió la amenaza y quiso afrontar lo desconocido de frente, sin pensar siquiera en lo que encontraría. Ni en lo que ocurriría después. Tan pronto como se giró, se quedó ciego. No fue durante mucho tiempo, pero tal fue la cantidad de luz que inundó su campo visual al mirar atrás, casi directamente al sol, que tuvo que agitar la cabeza, cerrar los ojos y levantarse del suelo para defenderse. Pasó de estar en éxtasis, relamiéndose con los ojos cerrados degustando una caña de azúcar recién partida a sentir repentinamente el palpito de su corazón en la lengua al triple de su ritmo cardíaco habitual.

Lo que pudo ver tras abrir los ojos escapaba a todo lo que conocía hasta ese día. Soltó la caña de azúcar, adoptó la posición de ataque y abrió ferozmente la boca, y al mismo tiempo que se preparaba para defenderse, quedó sensacionalmente impresionado por lo que tenía ante sí. Los ojos, abiertos de nuevo como platos. El aliento, falto en su garganta. El cuerpo, inmóvil, escapaba a su petición de ponerse en guardia. El miedo le hizo quedar petrificado mientras contemplaba tan desconocida figura.

Era un panda. Un magnífico ejemplar de oso panda. Otro como él, pero completamente desconocido para Shun. Éste le miraba desde el leño con curiosidad, como si no entendiese qué hacía él allí solo. Cómo no estaba con más ejemplares como ellos. Cómo en ese rincón del mundo no estaba rodeado de los suyos. Mientras tanto, Shun estaba preparado para cualquier cosa; si esa enorme figura osaba acercarse, sin dudarlo echaría mano del valor y el arrojo más desmedido y respondería contundentemente a la amenaza. Si de lo contrario esa bestia reculaba, Shun haría lo propio y saldría de allí. Aquí paz y después gloria.

El duelo de miradas y movimiento de cabezas duró algo más de un minuto. A Shun le dio tiempo más que de sobra a mirarle de arriba abajo, de reconocer el lugar en que se encontraban y las posibles rutas de huida. Vio que iba solo y que, aunque era más grande que él, posiblemente también sería más lento. No le quitó el ojo de encima.

Por fin, tras el silencio de trámite y el cruce de miradas, ocurrió algo. Justo cuando Shun pensaba que el temido y desconocido intruso se abalanzaría sobre él, éste hizo algo inesperado; se desplomó de costado ante Shun como si de un tronco serrado se tratase y comenzó a revolcarse de un lado a otro, entre la maleza. Partía las cañas de bambú con las patas y se manchaba de tierra y verde. Parecía que jugaba con los hierbajos del suelo y que se divertía haciéndolo.

Shun quedó aturdido. No entendía nada… ¿Qué era eso y qué quería?

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