—¿Está segura de esto, Amanda? —preguntó el señor Rasz, dubitativo, mientras se pellizcaba con delicadeza las patas de gallo que rodeaban su ojo derecho.
—Estoy
convencida, Logan —afirmó—. Podemos demostrar que Ceres, a la vez que analiza
escenarios, propone operativas y garantiza resultados, es capaz de ser
consciente de sí misma y puede continuar su propio desarrollo.
La determinación de Amanda resonó en el laboratorio 0023 donde Ceres, un androide de última generación con una apariencia femenina elegante y sofisticada, se encontraba en espera. Ceres no era simplemente una máquina. Ceres era el pináculo de la Inteligencia Artificial y de la robótica. Había sido diseñada para ser más que un ente lógico. Estaba programada para evolucionar y mostrarle al mundo lo que estaba por llegar.