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miércoles, 30 de enero de 2013

Salto al vacío

El tráfico se veía distinto desde ahí arriba. Nunca se le había ocurrido asomarse a la calle desde aquella altura y contemplar la vida en la ciudad desde aquella perspectiva. Sí, efectivamente sabía cómo eran los atascos en aquella calle. Todas las mañanas funcionaba de la misma manera, pero era diferente verlo todo desde arriba, donde se dibujaba una curiosa combinación de formas y colores. Los coches, los autobuses, las sombrillas de las terrazas, los pasos de peatones, los paraguas, las bicicletas… La suma de todos los elementos ofrecía una composición en constante movimiento que entretenía a todo aquél que se parase a observar la vida de la calle. La enorme coreografía.

Se entretuvo tanto tiempo mirando hacia abajo que se llegó a olvidar del motivo por el cual llegó allí. Se había despistado y no parecía importarle, porque aquél rato le pareció reconfortante. Sin embargo, queriendo obligarse a volver en sí, tanteó de nuevo la repisa sobre la cual se apoyaba y retomó los pensamientos que tenía antes de despistarse. Se le hacía un nudo en la garganta al recordar su intención, y éste se hacía más grande cuanto más pensaba en lo solo que se sentía. Meneó la cabeza, mirando de nuevo hacia abajo, convenciéndose de que era la única solución.

lunes, 28 de enero de 2013

El hombre del sombrero

Como de costumbre, aquella noche saqué la basura demasiado tarde. Para entonces, el silencio se había adueñado de la noche y la había hecho suya, dejando la calle tan terriblemente muda como oscura. Solo el ruido de mis zapatillas lograba hacer menos tenebroso el paseo hasta el contenedor.
 
Los farolillos que debían iluminar el paseo de la urbanización estaban apagados. Desconozco si por avería o por decisión vecinal, pero fuera por lo que fuese, no ayudaban a recorrer aquél pasillo con mucha confianza. Los ojos se iban acostumbrando a la penumbra conforme avanzaba y hacía esfuerzos por controlar los escalofríos que se desataban en mi nuca. No por miedo, sino por el frío que me entraba por el cuello de la chaqueta.
 

viernes, 25 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #6

Esta mañana, tras dejar en el cole al enano, volví al coche (que había dejado aparcado en doble fila) y sentí que, además de ser un gran día (es viernes, eso tiene mucho que ver), el de hoy sería un día especial. Tendría tiempo para dedicarlo a pensar en mis próximos escritos. Para terminar el artículo para el diario. Podría leer todo aquello que tengo pendiente. Sería el comienzo de un fin de semana provechoso.
 
Abrí la puerta del coche, me senté y la cerré tras de mí. Cojí el cinturón y lo deslicé hasta el cierre. Metí la llave en el contacto y mientras arrancaba, me mordí el labio inferior, tratando de arrancar también algún que otro trozo de piel muerta. Este frío me deja los labios fatal.
 
—¡Hola! —irrumpió Sara, asustándome.

miércoles, 23 de enero de 2013

Recuperando los buenos hábitos

Los que me seguís ya sabéis que me encanta escribir (de qué va a ir este blog, si no), pero también debéis saber que, en mi vida, tengo una lista de aficiones y divertimentos envidiable. Me gusta leer, escribir (y dale), jugar a videojuegos, la fotografía, el cine y las series, el café, los animales, Internet… Y por supuesto, me encanta pasar el poco tiempo libre que tengo con los míos. Llegados a este punto, he de ser franco; aunque intento hacer un poco de todo, no hay tiempo ni para la mitad.
 
Es por eso que muchas veces, aunque tengo tiempo para escribir, me digo “deja la novela o el blog para más tarde y ponte a ordenar las fotos, que se te acumulan”, o “pégale una palicilla al enano al FIFA, que ya te saca un 13-3 en la global”, o también “ponte a ver una peli de esas que llevan años esperando a ser visionadas”. Se podría decir que paso más tiempo pensando en qué hacer, que haciéndolo (y eso es un problema). Me acuesto bastante tarde y eso repercute directamente siempre en el día siguiente :-D

martes, 22 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #5

En seguida caí en la cuenta. Claro, al pensar en ella, al esforzarme en creer en ella, le doté de una luz que me permitía reconocerla. Ahora la veía sonreír en lugar de imaginarla haciéndolo. Ahora veía su expresión, en lugar de notar su estado de ánimo por su voz. Ahora tenía un nombre y una apariencia que no podía ver cuando llegó a mi sofá.

—¿Y cómo lo he hecho? —le pregunté, contento por haber entendido lo que había conseguido.

Entrelazó sus manos y se tomó unos segundos para contestarme. Carraspeó levemente, sonrió y, por fin, me miró. Tenía una mirada feliz. Estaba emocionada.

—Por fin has creído en mí —contestó—. Me has estado buscando durante tanto tiempo y de tantas maneras que no has sabido ver que el camino más sencillo era el primero que debías probar. Como en tu cuento, el de la pequeña Davinia. Acabas diciendo en él que casi siempre los momentos más hermosos ocurren tras los hechos más sencillos. Cuando escribiste aquél final, lloré. Lloré de emoción porque para ser tu primer cuento, me pareció maravilloso. Lloré de alegría por Davinia. Lloré de alegría por ti. Y días más tarde, lloré de tristeza por todos. Porque aquél día en que terminaste el cuento me tuviste más cerca que nunca y, sin embargo, cuando lo enviaste a todos aquellos certámenes, decidiste descansar.

domingo, 20 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #4

Se tomó unos segundos para pensar lo que me diría a continuación. Ese tiempo me vino bien para volver a la realidad y plantearme qué pasaría si de repente apareciese Almu en el comedor. ¿Qué diría al verme a las tantas de la madrugada sentado en el sofá? ¿Me vería acompañado? ¿La vería a ella o vería una sombra? Y lo mejor de todo, ¿qué…

—No me vería —dijo ella.

—¿Qué? —le pregunté, sobresaltado.

—Tu novia, la que está durmiendo. No me vería. Estabas pensando en qué pasaría si ahora se levantase y te viese aquí, ¿no?

Cerré la boca y tragué saliva.

sábado, 19 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #3

Dudé, claro. Por muy dulce que fuera, esa voz aún no se acompañaba de una apariencia clara. A ver qué habríais hecho vosotros. Seguro que ya le habríais apuntado a la cara con el flexo destartalado, pero yo tenía mis dudas sobre la genialidad de aquella idea, así que me limité a quedarme en el sitio.

—Estoy bien aquí —le contesté al fin, sonriendo.

—¡Ah, genial! ¡Pues hablemos a grito pelao! —gritó, de repente.

—¡Calla! ¡Calla, que los vas a despertar! —me apresuré a susurrar, acercándome un poco más a ella.

—Qué bien —dijo, sonriendo— Qué fácil eres.

viernes, 18 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #2

—Ya, pero jamás pensé que aparecerías… ¡así! —le dije, alzando las manos hacia ella.

—¿Y cómo pensabas que aparecería, cielo? ¿Llamando al timbre? ¿Enviándote un WhatsApp? Tú has pedido que aparezca y así lo he hecho, no sé qué esperabas —contestó ella, con un marcado tono de indiferencia.

—No, ya, pero a ver, entiéndeme; nunca te había visto y…

—¿Y qué? —me interrumpió.

jueves, 17 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #1

—¡Tú, musa! ¡Déjate ver! ¡Deja que te sienta aquí conmigo! —le grité, en mitad del silencio más puro.
 
Eran las dos de la madrugada y llevaba más de una hora escribiendo líneas que seguidamente borraba. Una y otra, sin descanso, intentando forzar la máquina a sabiendas de que, posiblemente, no saliera nada bueno de allí. Me había propuesto escribir aunque ella no estuviese presente, como queriendo darle con el texto en las narices cuando hubiera acabado para demostrarle que no me era necesaria. Pero no pudo ser. De repente, caí en la cuenta. No estaba solo. Los demás dormían y había pegado un grito que seguro no pasó desapercibido.
Quedé en silencio y agudicé el oído, esperando distinguir algún ruido de los míos despertándose. Durante un minuto entero (que no parece mucho, pero en mitad de la noche es una eternidad), esperaba oír algo, pero la suerte y el profundo sueño de los míos hicieron que siguieran soñando. Volví al trabajo, proponiéndome calmar la rabia de no encontrar la inspiración.
 
—Ni se te ocurra volver a gritarme.

martes, 15 de enero de 2013

Orgullo Tiramillero

Si hay algo que a un aspirante a escritor le hincha, le hace crecer y finalmente levitar es sentirse apreciado y apoyado en aquello que hace. Sentir que sus escritos importan a los demás sin importar el número o procedencia de sus seguidores.
 
Supongo que es algo lógico. A todos nos gusta que aquello que hacemos por amor, por diversión, por afición o devoción resulte atractivo a los demás. Que les guste. Que estén pendientes de ti para seguir disfrutando de tu arte.
 
Eso es lo que nos pasa a los pequeños escritores que, de repente, un día recibimos un tweet de alguien que nos lee furtivamente y nos dice que le gusta nuestro blog. Cuando caminas por Twitter y alguien aparece tras una esquina y empieza a seguirte (cuidado, creo que no he elegido el mejor ejemplo :-D). ¡Es una sensación de plenitud y satisfacción sólo comparable a sacar un diez en el cole! Qué digo, creo que es mejor...

lunes, 14 de enero de 2013

Y al fin, la primera de 2013

Ya ves, día catorce.
 
Creo que me he columpiado más de la cuenta esta vez. No es que me quiera excusar, porque la verdad es que todos los que escribimos podemos hacerlo en cualquier momento y lugar. Sencillamente, bastaría con decir que el 2012 acabó mal y por eso el nuevo año comenzó con muchas esperanzas en que todo mejorase, pero es que fue empezar y darnos la ostia padre. Ya hablaré en otro artículo de mi abuela, porque quiero rendirle un merecido homenaje desde aquí y sentir que por fin he contado todas las cosas que tengo dentro sobre ella, que fue tan grande para nosotros.