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lunes, 14 de enero de 2013

Y al fin, la primera de 2013

Ya ves, día catorce.
 
Creo que me he columpiado más de la cuenta esta vez. No es que me quiera excusar, porque la verdad es que todos los que escribimos podemos hacerlo en cualquier momento y lugar. Sencillamente, bastaría con decir que el 2012 acabó mal y por eso el nuevo año comenzó con muchas esperanzas en que todo mejorase, pero es que fue empezar y darnos la ostia padre. Ya hablaré en otro artículo de mi abuela, porque quiero rendirle un merecido homenaje desde aquí y sentir que por fin he contado todas las cosas que tengo dentro sobre ella, que fue tan grande para nosotros.
 
Sí, compis. Mi abuela nos dejó a principios de enero y con ella se fueron muchas fuerzas, muchas lágrimas e incontables horas de silencio. Con ella se fueron sonrisas, se fueron canciones y terminaron yéndose también las historias que nos contaba sobre la fábrica donde trabajó, sobre las aventuras y desventuras de sus hijos y todo lo que una señora de su edad podía recordar. Te escribiré desde aquí, abuela.
 
Pero la vida sigue y tienes que levantarte para continuar el camino. Para levantar a los demás y reemprender la marcha todos juntos. Y eso es lo que hemos hecho. Y una vez todos de pie, volvemos cada uno a su rutina sin descuidar a los demás. A preparar el asalto definitivo a la radioterapia. A preparar también las últimas semanas de embarazo. A engalanar las caras con sonrisas porque después de tanto dolor sólo pueden venir cosas buenas.
 
Hemos descansado, así que ahora toca trabajar.
Estoy de vuelta.

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