—¡Ni me he hecho daño! —gritó tras caerse la primera vez.
Ayer por la tarde Carla me dio una lección. Más bien me hizo recordar algo que, a menudo que vamos creciendo, solemos olvidar. Y lo hizo una vez tras otra. Sin darse cuenta.
Le hemos regalado una bicicleta por su cuarto cumpleaños. Ya tuvo una bici "de pequeños" antes, cuando cumplió los dos años, pero por uno u otro motivo, ni cogía apenas velocidad al montarse en ella ni por supuesto llegaba a caerse más que alguna vez, de forma esporádica. La de ahora es una bici "de mayores", por supuesto, y como con todas las cosas de mayores, asumimos también mayores riesgos. Como rozarte las manos al caer.
—¡Ni me he hecho daño! —gritó canturreando de nuevo, orgullosa, mostrándome las manos. No debe haber una niña más feliz.