Páginas

viernes, 30 de noviembre de 2012

Miedo

— ¡Menos mal! —dijo Lía, arrodillándose— ¡Aquí está!

— ¿Cómo? ¿Sigue ahí? —preguntó César mientras llegaba, asombrado.

— ¡Sí, está aquí! Pensaba que no lo volvería a ver. Entre la caída que habrá pegado desde el bolso y el rato que ha estado aquí, pensaba que o estaría hecho trozos o se lo habría llevado alguien. Menos mal, tío. Menos mal.

—Mira que esté todo bien, que igual se ha partido alguna esquina —dijo un César desconfiado—. A lo mejor no funciona, o…

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Los dulces sueños de Max

En ese mundo, Max se sentía otro. No debía preocuparse por nada que no fuera disfrutar del momento, ya fuera estando solo o en compañía.

Algo que le llamaba muchísimo la atención cuando empezó a visitar aquél lugar fue el no sentir frío ni calor. Era algo que se imponía a todo lo demás, pues allí de donde él venía siempre debía buscar refugio al anochecer para no morir congelado en invierno y sombras en verano para no achicharrarse al sol. Sin embargo, ya os digo que en ese nuevo mundo Max no tenía sensación de necesitar ninguna de las dos cosas.

viernes, 23 de noviembre de 2012

La calma de la noche

Aquellos que por costumbre (o imposibilidad de hacerlo antes) solemos sacar a pasear a nuestras mascotas a altas horas de la noche, somos de otra raza.
 
 
 
Pocas son las personas que disfrutan haciéndolo a esas horas. Esas horas no son para sacar al perro, diría la mayoría. A esas horas se duerme, se ve la tele, se juega a la consola, se lee, se... Varias ideas más. Pero no señor, a esas horas no voy a ponerme yo a sacar a mear al animal. Para eso, ya lo saco mañana... ¿Os suena? Porque a mí sí.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Realidad paralela #1: Falso y desesperado atraco

No había sido buena idea ponerse traje, porque no iba a reunirse con ningún cliente, ni atender a nadie en su despacho. Definitivamente tampoco había acertado al ponerse los guantes ni la bufanda. Todo respondía a un cúmulo de decisiones inconexas que se trastabillaban y hacían que cada minuto fuese más desesperado que el anterior.

Se hacía tarde, y el temor y la incertidumbre crecían con cada minuto que pasaba. No sabía si entrar antes de ocultarse o hacerlo al revés. Nunca había hecho algo así, se dijo. Finalmente y tras vacilar unos segundos, se tiró a la piscina. Al traste con todo, pensó. Se subió la bufanda hasta que le tapó la nariz y se puso las gafas de sol que tenía en la solapa de la americana. Cogió aire, lo expulsó y abrió de súbito la enorme puerta de la sucursal.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Mal despertar

   … Bueno, entonces ¿sabes ya quién es ella?
   Sí… Vamos, yo creo que sí, por lo que me has dicho sólo puede ser una chica.
   ¿Y cómo se llama ella?
   Puede que sea… ¿Elena?
   ¡Efectivamente, es Elena! —y con el alborozo del locutor, sonaron vítores y aplausos de todo el auditorio— ¿Qué te parece, Lucas?
   ¿¡Pues qué me va a parecer!? ¡Genial! —dijo Lucas.
   ¡Elena, le tienes al otro lado! ¡Dile algo!
 
Clic.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Bendita inocencia

Con la que está cayendo, uno tiene tiempo y motivos para darle vueltas a todo. Ya no son sólo las noticias, sino lo que se ve a pie de calle, lo que hace que reflexiones y vivas en persona el drama del vecino.
 
Uno se pone a pensar cosas como que, de pequeños, nuestros padres deberían decirnos algo así como:
 
"Recuerda lo que te voy a decir, hijo mío: Nunca pierdas tu inocencia. Por mayor que te hagas, por muchas cosas que te pasen, recuerda siempre guardar un poquito de candidez dentro de ti. Tienes que ser fuerte y maduro, claro que sí, pero si mantienes un poquito de ingenuidad en tu forma de ser, sólo un poquito, este será un grandioso arma para el futuro, pues te servirá para sobrevivir a la durísima vida real".
 
 
El otro día, leía en el blog de Daniel Díaz un artículo que hablaba precisamente de esto. Su blog es Ni libre ni ocupado, quede ahí mi recomendación. La historia, cortita, habla de lo sencilla que puede ser la vida a través de los ojos de una niña de ocho años. Espectacular, de verdad. Para mí significó tanto que no me hizo falta ni un segundo para determinar que tenía que escribir una entrada sobre este tema, que siempre da tanto juego en la literatura.
 
Sin ir más lejos, mi enano, mi bicho, fue quien hace poco me dio buena cuenta de su inocencia cuando una mañana, al salir de casa de camino al cole, vio un grupo de señoras mayores sentadas en un banco. Unas llevaban su carrito de tela, otras tenían preparadas algunas bolsas de rafia. Esa imagen se repetiría mañana tras mañana, alrededor de las ocho y media, con el parque cerrado y los negocios por abrir. Un día, de aquellos tantos en que de camino al coche comentábamos la presencia de aquel nutrido grupo de señoras, el pequeñajo me soltó "Hoy, las guardianas del parque, son más".
 
Por una parte, le explicarías que no. Que en realidad, esas señoras jubiladas esperan a que el mozo del Eroski tire al contenedor los alimentos sobrantes, que no van a vender. Que hoy son más que ayer porque las cosas van cada vez a peor y que ha de sentirse privilegiado por un montón de cosas. Deberías hacerlo porque, de seguir así todo, necesitará que alguien le explique lo dura que es la vida de las personas que no son tan afortunadas como él. Sin embargo, te reprimes. Y lo haces porque te emociona ver por un instante la vida a través de sus ojos, lo bonito que debe ser tener esa inocencia, esa despreocupación.
 
Lo que haces, en realidad, es sonreír y recordar lo cruel que se hace la vida cuando creces y lo poco que dura esa indolencia. Sonríes y, como de costumbre, piensas: "Quién fuera niño".