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miércoles, 30 de marzo de 2022

Minirelato: Cubre tu pellejo si quieres llegar a viejo

Apenas salió del recinto, Dorian comenzó a tomar conciencia de la repercusión de su victoria. Todos los que le rodeaban, desconocidos para él, jadeaban su nombre. Boris, que se encargaba de recoger el dinero de las apuestas, le entregó el montante de veintisiete euros al francés y le estrechó la mano. La Corrala, como llamaban a aquel lugar, ya se preparaba para otro combate.

—Buena pelea, chaval —dijo el ruso—, esto es tuyo. Yo me quedo con mi parte.

—Gracias —contestó el chico, recogiendo el dinero con una sola mano—. Mañana otro. Apúntame.

—¡Claro, ya te había apuntado! ¡Dorian el gabacho!

El chaval sonrió con esfuerzo y se llevó al tabique la mano con la que agarraba el dinero. Presionó fuerte con los dedos para detener la hemorragia. Las magulladuras y los cortes empezaban ya a escocer. Con la otra mano se presionaba el abdomen allí donde todos tenemos el apéndice. Allí donde el yanki del Cabañal le había asestado una puñalada. A pesar de no ser demasiado profunda, esta rezumaba un riachuelo escarlata que se perdía por dentro del pantalón vaquero. El americano quedó peor, por descontado. Tras haberle sacudido cuatro veces la base del cráneo contra una columna de hormigón, este quedó inerte como un muñeco de trapo que descansaba sobre un jugo de moras.