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viernes, 27 de agosto de 2021

Minirelato: El paso más importante que puede dar alguien

—¿¿Tú?? —Luna se llevó las temblorosas manos a la boca mientras comenzaban a brotar lágrimas de sus ojos de forma descontrolada. Sus cejas, arqueadas de forma antinatural, describían junto a su mirada y su sonrisa el sentimiento de sorpresa más extraordinario nunca antes visto en ella— ¿Pero qué…?

Y se tapó también los ojos. La nariz. La cara entera. Empezó a sollozar entre todos aquellos aplausos que habían comenzado siendo para las personas que no podían estar entre sus seres queridos aquella noche y continuaron teniendo como objetivo aquella pareja que parecía sacada de un anuncio. Un anuncio de Navidad.

—¡Pero bueno! —exclamó Pedro, sonriendo y arrodillándose junto a Luna, soltando a su vez la bolsa de pasas— ¿Qué pensabas? ¿Pensabas que me iba a quedar allí?

miércoles, 25 de agosto de 2021

Minirelato: Cuatro mil años después seguía siendo el mismo

Alicia no podía dejar de mirarle. Apretaba sus manos. Movía con sus brazos los de él. Le soplaba, le hablaba. Atusaba su pelo y arrugaba sus carrillos. Buscaba en él algún vestigio de vida o energía que le permitieran abrir los ojos una vez más. Por su naturaleza, ella no derramó una sola lágrima, pero le hubiera encantado tener ese punto de humanidad, aunque únicamente fuera por homenajear a su compañero.

Weiss descansaba con el semblante en paz. No mostraba una sola seña de dolor. De angustia. De agonía. De pesar. Su cuerpo, ya inerte, yacía sobre el centro de un cráter del tamaño de Utah. La detonación de aquella bomba hizo que la temperatura ascendiera inmediatamente tres millones de grados. La presión bajo la explosión fue de ochocientos mil megatones por metro cuadrado, más de cincuenta mil veces la que había en el neumático de un automóvil cualquiera. La explosión pudo ser vista desde cualquiera de los astros del sistema solar y la onda de choque fue tan potente como para destrozar de inmediato cualquier signo de vida a más de diez mil kilómetros de distancia de la explosión. Con esas cifras y teniendo en cuenta el diámetro de la Tierra, aquel día fue el último de nuestro planeta. Sin embargo, Weiss casi mostraba un esbozo de sonrisa. Aún muerto, cuatro mil años después seguía siendo el mismo.

lunes, 23 de agosto de 2021

Minirelato: No caía ni una gota, pero estaba empapado por dentro

El día, para Néstor, ya había comenzado mal. Esa mañana se quedó dormido tras apagar la alarma, pisó una mierda al salir corriendo hacia el instituto y aún así llegó tarde a la primera clase, por lo que se quedó en el patio el resto de la primera hora. Aprovechó para repasar para el examen de Física de la segunda hora (no hay mal que por bien no venga…). Sin éxito. Dolores se sacó de la manga un examen tipo test que destrozó las aspiraciones de Néstor. ¿Qué más podía salir mal? Todo. Todo lo demás.

El primer puñetazo, en la boca del estómago, dejó a Néstor sin respiración.

—Te he dicho que me des lo que llevas —dijo el de la chaqueta negra.

Eran las tres. La hora de volver a casa con un saco de malas noticias. Néstor siempre volvía a casa invirtiendo el camino que solía hacer a primera hora, pero de vez en cuando le gustaba bajar al torrente que rodeaba el distrito y pasear por los callejones repletos de grafitis, botellas de vidrio, viejos asientos de coche y algún que otro neumático convertido en puf. Un trayecto artístico-barriobajero que suscitaba tantas fascinaciones como desagrados.

—Tú, ¿no me escuchas o qué? —preguntó de nuevo.