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jueves, 15 de noviembre de 2012

Mal despertar

   … Bueno, entonces ¿sabes ya quién es ella?
   Sí… Vamos, yo creo que sí, por lo que me has dicho sólo puede ser una chica.
   ¿Y cómo se llama ella?
   Puede que sea… ¿Elena?
   ¡Efectivamente, es Elena! —y con el alborozo del locutor, sonaron vítores y aplausos de todo el auditorio— ¿Qué te parece, Lucas?
   ¿¡Pues qué me va a parecer!? ¡Genial! —dijo Lucas.
   ¡Elena, le tienes al otro lado! ¡Dile algo!
 
Clic.


Carmen tenía muy mal despertar. Cada mañana le resultaba más difícil levantarse de la cama y mantenerse en pie. A veces, se espabilaba de repente tras perder un segundo el equilibrio en la ducha. Era un buen chute de adrenalina, pues la sensación de pánico duraba un rato. Además de lo que le costaba permanecer lúcida, Carmen no era de las que despertaba con buen humor. Tranquilamente podía pasar media hora hasta que abriese la boca y una hora entera para que el carácter mejorase. Todo esto, sin embargo, daba un giro completo tras una buena ducha y un par de cafés cargados.
 
Esa era su mayor (y casi única) fuente de energía, pues todo aquél que visitase a Carmen un día cualquiera, podría hacerse una idea del café que llegaba a tomar esa mujer y de los paseos que se daba por la casa con la taza en la mano. Y es que en cada rincón de la casa se podían encontrar una, dos e incluso tres tazas amontonadas. Tazas que en su momento tuvieron café, tazas que aunque frío, aún lo tenían. Tazas que, celosas ellas, guardaban posos de algo que alguna vez también fue café. Cuando se quedaba sin tazas, explicaba a las visitas inesperadas, las recogía y volvía a empezar.


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