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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Realidad paralela #1: Falso y desesperado atraco

No había sido buena idea ponerse traje, porque no iba a reunirse con ningún cliente, ni atender a nadie en su despacho. Definitivamente tampoco había acertado al ponerse los guantes ni la bufanda. Todo respondía a un cúmulo de decisiones inconexas que se trastabillaban y hacían que cada minuto fuese más desesperado que el anterior.

Se hacía tarde, y el temor y la incertidumbre crecían con cada minuto que pasaba. No sabía si entrar antes de ocultarse o hacerlo al revés. Nunca había hecho algo así, se dijo. Finalmente y tras vacilar unos segundos, se tiró a la piscina. Al traste con todo, pensó. Se subió la bufanda hasta que le tapó la nariz y se puso las gafas de sol que tenía en la solapa de la americana. Cogió aire, lo expulsó y abrió de súbito la enorme puerta de la sucursal.

– ¡Atención, por favor! –gritó, mirando a un lado y al otro y sacando del maletín un cuchillo de cocina y un palo de madera– ¡Quieto todo el mundo!

A todo el que se encontraba allí, fuera o no trabajador del banco, le dio un vuelco el corazón y como si de un resorte se tratara, levantó los brazos y soltó todo aquello que tenía en las manos. Los trabajadores se miraban entre sí, nerviosos, sabedores del procedimiento en estos casos. El director, que en ese momento estaba saliendo del despacho, levantó lentamente los brazos a la vez que dirigía una mirada mortífera al de la bufanda en la cara.

– ¡Como ven, voy armado, pero no les voy a hacer daño, ni vengo a robar nada!

Los de los brazos levantados, estupefactos, se miraban los unos a los otros con expresión de sorpresa. Comenzaron los murmullos. El señor de la bufanda en la cara se tomó un segundo para respirar y pensar lo que iba a decir a continuación.

– ¡Tranquilos, sé que se han llevado un buen susto, pero no quiero hacer daño a nadie y tampoco quiero atracar el banco!
– ¡Desgraciado, que es usted un desgraciado! –gritó una jubilada.
– ¿Y a dónde vas con el cuchillo y el palo? –preguntó un chaval con gorra.
– ¡Por favor, déjenme explicarles! –tragó saliva– ¡Sólo quiero que me detengan y me lleven a la cárcel!
– ¡A ostias te vamos a detener como no sueltes el palo, cabronazo! –espetó el de la gorra.
– ¡Soy un empresario arruinado! ¡La puta crisis me ha dejado en la calle y debo dinero a demasiada gente! –explicó entre lágrimas.

Los empleados de la sucursal escuchaban con atención al señor del traje sin saber muy bien qué hacer a continuación. No era peligroso, pero debían seguir el procedimiento.

– ¡Usted! –gritó el señor, señalando al que se movió un centímetro–, ¡Hágalo, llámelos, dígales que estoy atracando el banco! ¡Yo sólo quiero que me metan en la cárcel!
– Todos estamos sufriendo la crisis, y nadie ha ido con un cuchillo a amenazar a nadie, tío –dijo un señor que se había arrodillado.
– Yo lo siento mucho, señores. –continuó mientras lloraba– Lo siento muchísimo, pero ya me han dado tres palizas, mi negocio ha quebrado y debo mucho de alquiler. Necesito que me encierren porque si no me encierran, ¡me van a matar!

La gente empezó a bajar los brazos y a sentirse menos amenazada. A solidarizarse, en cierto modo, con el empresario arruinado. No dejó de sentirse en peligro, pero se sintió raramente más segura que al principio del falso atraco.

La policía se presentó al cabo de un minuto con tantos efectivos como en las películas. Furgonetas, luces y sirenas en el exterior. Suspiros de tranquilidad y tímidas sonrisas en el interior. Sin resistencia alguna por parte del señor trajeado, se lo llevaron esposado al mismo tiempo que le leían sus derechos.

Desde fuera, la muchedumbre abucheaba e insultaba al atracador de pacotilla. Desde dentro, aquellos que durante un rato se vieron amenazados por un hombre armado con un cuchillo de cocina y un palo de madera no hacían más que sentir lástima por él, ya que probablemente, no acabaría entre rejas y sí con más deudas sobre su espalda, cansada ya de tanta carga.

La crisis, que es muy mala, oiga.
 
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Este artículo forma parte de una serie de relatos basados en noticias reales. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia, y sí una interpretación paralela. No se pretende nada más que tomar una base para crear una historia alternativa con unos personajes ficticios y un ritmo narrativo distinto. Cualquier disconformidad con este artículo deberá ser dirigida al autor, quien no dudará en caso justificado en eliminar dicho contenido, si este ocasionase perjuicio alguno.
 

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