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domingo, 20 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #4

Se tomó unos segundos para pensar lo que me diría a continuación. Ese tiempo me vino bien para volver a la realidad y plantearme qué pasaría si de repente apareciese Almu en el comedor. ¿Qué diría al verme a las tantas de la madrugada sentado en el sofá? ¿Me vería acompañado? ¿La vería a ella o vería una sombra? Y lo mejor de todo, ¿qué…

—No me vería —dijo ella.

—¿Qué? —le pregunté, sobresaltado.

—Tu novia, la que está durmiendo. No me vería. Estabas pensando en qué pasaría si ahora se levantase y te viese aquí, ¿no?

Cerré la boca y tragué saliva.

—Joder, Jose, sabía que esto iba a costar, pero jamás pensé que serías tan paradito.

—Entonces, ¿no eres real? —pregunté, tímido.

—Soy tan real como todo lo que estás viendo a tu alrededor —levantó los brazos y, con las manos abiertas, abarcó todo lo que nos rodeaba—. Entiendo que al principio te cueste entenderlo, pero verás que poco a poco le irás pillando el tranquillo.

—¿Cómo…? —moví las manos, como agarrando una pelota con todos los dedos— ¿Cómo te llamas?

En ese momento, cruzó las piernas y se apoyó sobre la rodilla que tenía más elevada. Me miró durante unos segundos y, finalmente, dijo sonriendo:

—Dímelo tú.

—¿Yo? ¡Pero si acabo de conocerte! —le dije, bajando el tono de voz, que había subido inconscientemente—.

—Va, ¿Cómo crees que me llamo? —dijo. Empezó entonces a mover el pie que tenía en el aire como si ese juego le divirtiera.

Empecé a negar sistemáticamente con la cabeza mientras arqueaba las cejas y ponía morritos, incrédulo. No tenía ni idea de cómo se podía llamar, así que empecé a soltar un nombre tras otro para ver qué ocurría.

—¿Sara? ¿Olivia? ¿Sofía? —dije, a toda velocidad.

—¡Sara! —interrumpió, apuntándome con el índice de su mano derecha.

—¿Sara? ¿Te llamas Sara?

—Es un buen nombre, ¿no? —preguntó, extrañada de mi perplejidad— ¡A mí me encanta!

—Sí, c-claro, pero… ¿He acertado a la primera?

—¡A la primera, cielo! ¿Qué te parece? ¡Eres un genio! —comenzó a aplaudir flojito y con mucho énfasis—. ¡Estoy muy contenta!

Empecé a pensar que aquella mujer me vacilaba demasiado. Apenas me había explicado cómo había llegado a mi comedor y lo que más hacía era reírse de mí y enfadarse conmigo a partes iguales. De repente, me fijé en ella mientras aplaudía y sonreía y me percaté de que tenía los ojos verdes. Me extrañé de poder vérselos, pues hacía un rato apenas podía ver su silueta.

Tenía los ojos verdes, el pelo negro recogido en un moño y vestía un traje parecido al de las niñeras de época. Yo no entiendo demasiado de moda, pero era elegante. Me gustaban mucho sus zapatos negros. Era mayor que yo y se cuidaba bien. Era guapa. Quizás no para ser modelo, pero sí que era atractiva…

—Eh, chaval —dijo, cortante.

—Dime, dígame —contesté, parpadeando y mirándola directamente a los ojos.

—Que se te van a salir los ojos.

—¡Perdón! —me excusé— Perdona, es que hasta ahora no podía verte con clarid..

—¡Oh! ¡Es eso! —gritó.

—¡Schh! —agité las manos— Es que antes no pod..

—¡Jose! —volvió a exclamar, muy sorprendida.

—¿Qué?

—¡Que me has iluminado!

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