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viernes, 18 de enero de 2013

Conversaciones con mi musa #2

—Ya, pero jamás pensé que aparecerías… ¡así! —le dije, alzando las manos hacia ella.

—¿Y cómo pensabas que aparecería, cielo? ¿Llamando al timbre? ¿Enviándote un WhatsApp? Tú has pedido que aparezca y así lo he hecho, no sé qué esperabas —contestó ella, con un marcado tono de indiferencia.

—No, ya, pero a ver, entiéndeme; nunca te había visto y…

—¿Y qué? —me interrumpió.

—Pues que… No esperaba que esto fuera así, que fueras real. Yo pensaba que las musas de las que hablan todos los cantantes, los poetas, los dramaturgos… ¡Eran fantasías!

En ese momento, la mujer que estaba sentada en mi sofá comenzó a taparse la boca con las dos manos, intentando por todos los medios que sus carcajadas no despertasen a nadie. Se revolcaba sobre los cojines intentando parar de reír y al mismo tiempo coger aire para respirar.

—Bueno, oye, ¿qué he dicho que haga tanta gracia? —pregunté. Aunque estaba oscuro, por su silueta y sus gemidos intuí que estaba soltando las últimas lágrimas y sonriendo mientras intentaba decir algo.

—Ay, mi niño. Qué adorables sois todos cuando empezáis. —dijo al fin.

—¿Perdón?

—Pues eso, ¡que sois siempre muy dulces! —dijo, haciendo especial hincapié en la palabra “dulces” —A ver, dime, ¿qué tipo de fantasías? ¿Cómo pensabas que era una musa?

Por un momento, me quedé sin saber qué responder. Imagino que, en realidad, sí lo sabía, pero tenía miedo a una nueva carcajada. Eran las dos y pico de la mañana y tenía a una desconocida en mi comedor. Era para pensarse las cosas, digo yo.

—¿Un hada?

Lo que sonó a continuación fue el típico sonido de una pedorreta acompañado de una risotada más fuerte que la anterior. Estupendo.

—¿Qué? —le pregunté, indignado— ¿Cómo quieres que sepa cómo narices es una musa?

Hacía esfuerzos por parar, pero le costaba. Tras unos segundos de risa tonta, dijo finalmente:

—Eres un amor.

Y lo dijo sonriendo. Por el tono de su voz, lo dijo con cariño y dulzura.

—Anda, Jose, siéntate aquí. Vamos a tener una pequeña charla.

2 comentarios:

  1. Me ha recordado este texto a la segunda parte de "Los colores olvidados", en la que Carmesina viaja a Italia y allí tiene un encuentro con las musas de los artistas de ese país :). Allí tienen forma de hadas, jejeje. Abrazos.

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