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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Me das bastante pereza

Es que tengo que decírtelo así. Lo siento.

Ha llegado un punto en el que ya ni siquiera me va eso de acercarme a ti. Si no fuera porque de vez en cuando tengo necesidad, ni siquiera te miraría. Y no es que lo diga con acritud, no me mal interpretes; las cosas han sido así siempre. Lo que ocurre es que con el tiempo, una se va acomodando y únicamente se baja del trono cuando es realmente necesario y hasta vital. No me va lo de rebajarme al nivel de los demás, ya me conoces.

Siempre te he considerado mío, al igual que yo soy tuya (lo cortés no quita lo valiente), pero ya sabes, me agobian las relaciones pastelosas. Cómo decírtelo... No me gustan las lapas.

Cuando éramos más jóvenes sí que solía mirarte con otros ojos, seguirte la corriente más a menudo, abrazarte con más cariño y por supuesto, por lo general, pasar más tiempo contigo. Sin embargo, todos crecemos, y aunque tú siempre has estado por mí, yo la verdad es que cada día siento más pereza. Lo reconozco, en invierno necesito ese calor humano y aunque sea de vez en cuando, necesito tenerte a mi lado, pero eso no quiere decir nada. No quiero que te hagas ilusiones; tú a lo tuyo y yo a lo mío. Y de vez en cuando... Pues eso.

Me estoy enrrollando demasiado. Debes estar flipando con que te dedique tanto tiempo.

En fin, sólo quería decirte esto porque el otro día, cuando me llamaste desde la cocina y pasé bastante de ti, te oí decir:

—Joder, esta gata está sorda.

Nada más lejos de la realidad, guapo. Lo que pasa es que me das bastante pereza.

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