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lunes, 5 de diciembre de 2016

Una derrota regeneradora

Perdimos, pero ganamos.

Todo aquél día fue diferente. Desde las ganas de pisar la pista y el ansia por jugar a la agradable sensación post-partido. Un momento en que te sientes tan cansado como contento. Tan callado como radiante. Apenado por la derrota, pero sumido en la felicidad de un grupo que, todos a una, vivieron un momento de comunión y compromiso con el compañero que hacía semanas no experimentaban.

Perdimos. No pudimos ante Goliat. Apenas tuvimos opción de responder y a quien le digas el resultado te dirá que fue un repaso. Que fue un meneo. Que mordimos el polvo.

Quizás fue que ya llegamos con el chip cambiado, con la mentalidad de ir a disfrutar en lugar de salir a ganar. Con la certidumbre de que íbamos a jugar como mínimo cien puntos y que nos merecíamos un ratito de alegría, de compañerismo, y que íbamos a disfrutar. Jugar a voleibol sin aspavientos. Celebrar que heríamos a Goliat, aunque nos ganase finalmente.

Jugamos todos. Eso quizás también sumó. Nadie se sintió desplazado, ignorado o imprescindible. Nadie fue más que nadie. Uno para todos y todos para uno. Un equipo. Todos remando hacia el mismo punto y con la misma meta en mente; disfrutar. Sí, ganar también, esa meta siempre está ahí, pero realmente no era el objetivo final. Teníamos una espinita clavada dos semanas atrás e incluso el último partido, aunque ganado, resultó ser el peor de la temporada. Disfrutar. Sólo eso.

Y disfrutamos. Perdimos, pero disfrutamos.

Y solo había que fijarse en nuestras caras, felices tras el esfuerzo. Relajadas tras la presión. Sonrientes tras la derrota. Risas y sonrisas mientras se recogía el material y sonaba la música en un pabellón en que el público ya se había ido marchando.

¿Y en el vestuario? ¿Cómo estaban los ánimos, ya en frío?

...

Contentos y convencidos. Contentos porque habíamos vuelto a la senda de hacía dos semanas, donde el trabajo en equipo y la camaradería resultaban una unión difícil de romper. Convencidos, también, de que de seguir por esos derroteros, podríamos hacer algo más que disfrutar; competir sin miedo a ceder nuestro espacio y nuestra ventaja a final de cada set. Continuar luchando tanto en los buenos momentos como en los malos siendo verdaderos compañeros. Un verdadero equipo.

Perdimos, pero ganamos.

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