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jueves, 12 de abril de 2012

Los protagonistas

Nuestros valientes. Esos seres, salidos o no de nuestra cabeza, que se enfrentan a lo que venga, pendientes siempre de lo que pase para a continuación hacer... lo que nosotros, los artífices de su historia, deseemos. Qué pena, ¿verdad?


Es decir, me refiero a que tal y como se crea un personaje protagonista, dándole unos atributos, dotándole de un carisma y una personalidad, haciendo que reaccione de una u otra forma ante diversas situaciones... Por mucho que lo tengamos definido con total determinación, siempre seguirá siendo víctima de lo que decidamos en ese momento y peor aún, pasará con él lo que nos apetezca, desobedeciendo así su planteamiento inicial y sin tener en consideración ninguna de sus propiedades para que éstas tengan especial relevancia con respecto a dicha decisión.

Vaya fumada, pensarán algunos. Qué te has tomado esta noche, dirán otros.


Se me junta el hambre con las ganas de comer. En primer lugar, desde hace unos días ronda en mi cabeza el tema de la cáscara vacía. Un asunto delicado, cuanto menos curioso, pero que no dejo de considerar bastante subjetivo. El artículo está fenomenal, recomiendo encarecidamente su lectura porque además de ser un tema de interés para todo aquél que se considere lector medio, es un asunto que promueve debate y sobretodo, análisis.

Sin embargo, yo no puedo dejar de pensar que es algo demasiado relativo. Estoy seguro de que muchos (y muchas) no se han sentido identificados con los protagonistas de los libros que cita el artículo (cojamos a Bella Swan como ejemplo). Dudo muy mucho que aquél o aquella que se pone a leer la historia se introduzca en el personaje de Bella y se identifique con ella gracias a la técnica de la cáscara vacía. Que ayudará, puede ser, pero no dejo de ver ese recurso como algo demasiado ¿puntual? No, la palabra es... ¿fortuito? Eso me hace pensar en que en este caso, la protagonista no es más que un bosquejo, un esbozo, un planteamiento inacabado que da por hecho que el lector va a terminarlo. Teniendo en cuenta esta impresión, el protagonista necesita de esos detalles (que el lector debe completar) para tener la totalidad del control sobre sus percepciones y reacciones.

Entiendo que este artículo me está saliendo demasiado ambiguo, pero lo entenderéis mejor con la segunda (y última) parte;

Creo que lo ideal sería que cuando nos pusiéramos a diseñar un personaje, fuéramos capaces de describirlo (no sólo física y psicológicamente) de manera que si entregásemos al lector un test de varias preguntas (diez, veinte..) acerca de lo que haría nuestro personaje en una situación determinada, el lector respondiera el total de las preguntas de forma correcta, de manera que supiera al cien por cien cómo reaccionaría ese individuo ante dicha situación. Esto, claro, es harto difícil. Nadie excepto el propio escritor conoce tan bien a sus personajes.

Todo esto lo escribo para llegar a un punto en que, de tener muchos seguidores en el blog, se formaría debate. Y ojo, que la pregunta es larga:

¿Por qué en infinidad de libros con personajes bien definidos (y a los cuales se les ha dotado de una personalidad, un modo de respuesta social, una forma de afrontar las situaciones y una capacidad de reacción determinada) suelen introducirse elementos en la historia a los que el personaje responde de una forma totalmente incoherente con relación a su personalidad?

Ale, a ver si alguien juega ;-)

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