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sábado, 14 de abril de 2012

Os contaré un secreto

Crear un personaje es un proceso mágico. Inventar una historia también, claro (es lo imprescindible), pero mientras que la historia requiere fluidez, sentido, ritmo, interés y muchísimas cosas más, un personaje es pura magia. Le inculcas una educación, le trazas un pasado, un presente y un futuro, le dibujas una apariencia y le moldeas una actitud. Voilà, el personaje ha nacido. Sólo te falta un nombre y del resto se encarga la historia.


Sin embargo, estoy seguro de que a muchos lectores les ocurre lo que a mí.


Cuando leo una historia, siento la necesidad de imaginarme físicamente a todos los personajes. Cuando leía Los renglones torcidos de Dios me imaginaba a Alice Gould rubia, con un moño en el pelo y gafas estilo Rotenmeyer. Me la imaginaba como a Charlize Theron (no tan guapa, tampoco hemos de pasarnos, pero sí se le daba un aire). Al leer El nombre del viento, me imaginaba a Devi como Pink. En El Testamento Maya, relaciono a Dominique con Zoe Saldana. Pero, si el escritor nos describe detalladamente el aspecto de los personajes, ¿por qué siempre vamos a ponerle la cara de un famoso? Supongo que es el camino más corto, más familiar y más amigable de imaginarnos a esa persona. Luego, con algún que otro matiz, le podemos variar ligeramente la apariencia, pero la base ya la tenemos. En nuestra imaginación, Dominique sigue siendo alguien parecido a Zoe Saldana.

Sin embargo, ¿qué ocurre en la mente de un escritor cuando se diseña y se "da a luz" a un personaje? Claro, uno se lo inventa, pero ¿quién dice que los personajes que habéis conocido en infinidad de libros no son más que personas que el escritor se ha encontrado en su vida con un ligero cambio en su aspecto para que no sea escandaloso?

Pues ese es mi secreto: muchos de los personajes que aparecerán en mi libro se han cruzado conmigo alguna vez en los últimos años. Personas peculiares, pero sencillas y normales. Personas que merecen tener una historia en un libro, aunque no tenga nada que ver con ellos. Muchos de mis personajes ficticios están basados en personas reales. Personas que me han hecho sonreír. Que me han hecho pensar. Ahora mismo, mientras estoy escribiendo estas líneas, seguro que ella está en casa, durmiendo y cansada de trabajar. Él espero que también, porque seguro tiene una vida bastante difícil. ¿Y ellos? Ellos también estarán durmiendo, claro que sí. Esperando a que mañana sus padres los lleven a jugar al parque.

Es divertido. Existen, pero no son ellos. No se llaman igual, no trabajan en lo mismo (o sí...) y no tienen casi nada en común. Tienen vidas totalmente distintas, pero para mí, tienen la misma cara. Si la mujer que "da vida" a mi personaje protagonista supiera que me he inventado una vida paralela para ella...

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