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jueves, 6 de diciembre de 2012

Historias verdaderas

Hace unos días, en la red social Facebook, publiqué una pequeña actualización de estado que decía algo así:


Y es verídico; llevaba dos semanas viendo a ese hombre apostado en la puerta de un garaje sin más compañía que la de una pancarta y una silla de madera. Madrugaba, se enfundaba en ropa de abrigo y pasaba cada mañana un buen rato dejando en entredicho la honradez del tal Fortuny durante el rato en que la chavalería entraba al instituto. Padres, alumnos y profesores podían leer aquellas líneas todos los días. Yo paso cada mañana por esa calle en coche, y he podido ver alguno de esos días que más de uno y más de dos se han parado a su lado a conocer la historia.
 
A mi actualización de estado llegaron varios likes y muchos comentarios, espoleándome para que me acercase a él la mañana siguiente y le preguntase por lo que había pasado. Motivado, acepté la propuesta y decidí que al día siguiente aparcaría el coche y le preguntaría a aquél hombre por su historia.
 
No hubo historia. Al día siguiente, aquél padre no estaba en aquél lugar. No había silla, padre, ni pancarta. Quizás el frío le había dejado en casa. Quizás consiguió lo que quería. Igual se puso enfermo. No lo sé. El caso es que entonces, mi actualización de estado fue la siguiente:


A la que llegaron más Me gusta y más comentarios de gente apenada que deseaba conocer la historia. Como dije, probé al día siguiente. Tampoco estaba allí.
 
Sin embargo, esta misteriosa historial REAL, para mí tiene una segunda lectura; el interés de la gente que me rodea. Cuando puse aquella pregunta acompañada de la fotografía, no esperaba tanta curiosidad. Durante unos días, varios me preguntaron por esta historia, y a ninguno le he podido dar respuesta, de momento. Mucha repercusión, me dije. La gente lee una pequeña historia y desea saber el final. Escucha un cotilleo y quiere saber en qué acabó. Y aunque no sé si el trasfondo de esta historia será bueno o malo, sé que he despertado interés. Eso, para uno que quiere escribir y contar historias interesantes, es indudablemente bueno.
 
Quizás si hubiera escrito toda la historia del tirón, la cosa hubiera cambiado. En este caso no fue así, y todo aquél que quiso saber más, me pidió más. Todo el que se preocupó, comentó. Y sé que si conozco el resto de la historia de boca de aquél hombre y la cuento, muchos se quedarán satisfechos porque al final conocerán una historia verdadera. Conocerán el leitmotiv de aquél hombre para con su madrugón diario.
 
No os preocupéis, porque mañana, como todos los días en que llevo a mi hijo al colegio, volveré a pasar por aquella calle y volveré a mirar a la izquierda cuando llegue el momento. Si está, me pararé donde pueda y le preguntaré. Y será entonces cuando pueda escribir un final para esta historia.
 
Buenas noches.

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