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martes, 12 de febrero de 2013

Conversaciones con mi musa #8

—Pero bueno —dijo de nuevo—, al final no me has contestado.

—Cierto. Te alegrará saber —hice una pausa teatral y al cabo de dos segundos, continué— que he comenzado a releer los capítulos que tenía escritos y estoy corrigiendo muchos fallitos que voy viendo.

—Ajá —dijo Sara.

—Bueno, la novela comencé a escribirla hace ya bastante, y en este tiempo he aprendido algunas cosas —dije yo.

No dijo nada. Se dedicó a mirarme, en silencio. Yo no podía hacer lo propio, pues estaba al volante y no sabía cómo continuar justificando el tiempo que llevaba sin darle continuidad a la novela. La notaba molesta. Si el aura que desprende una persona se pudiera ver, el aura de Sara en aquél momento sería de un color rojo sangre. Me recordó a cuando era pequeñajo, que veía en los dibujos animados cómo cuando los malos se enrabietaban y se concentraban, el suelo comenzaba a temblar y las piedrecitas se levantaban del suelo. Algo así estaba ocurriendo en el interior de mi coche. No era tan espectacular como en los dibujos, pero sí era igual de inquietante.

—Me aburro —dijo al fin, soplándose el flequillo.

—¿Cómo? —pregunté, extrañado— ¿No me vas a reñir?

—Joder, vaya fama.

—No, mujer —dije, intentando quitarle hierro a la situación, otra vez—, como estoy tardando tanto, vería normal que me riñeras, ¿no?

—Supongo, pero es que ya no tiene gracia reñirte. No te rebotas y tampoco reaccionas. Eres un sangrehorchata, cielo.

Estuvo a punto de salírseme un moco por la nariz del golpe de risa que intentaba salir de mí.

—¿Te hace gracia? —preguntó.

—¡No, no, perdona! Es sólo que me ha hecho gracia lo de sangrehorchata.

—Ah… Pues a mí no me haría gracia que me dijeran que soy una pusilánime.

Estábamos entrando en el aparcamiento del trabajo. Había saludado a un par de compañeros con la duda, resuelta segundos después, de si habrían visto a Sara en el asiento del copiloto.

—No soy un pusilánime —le dije, con una sonrisa enorme en los labios, sabiendo de lo que hablaba—. Lo que pasa es que tú eres un tanto exagerada —apagué el motor y eché el freno de mano.

—Bueno… lo dejaremos aquí —dijo, escogiendo muy bien sus palabras—. La próxima vez que nos veamos, hablaremos únicamente —hizo hincapié en cada sílaba de la palabra “únicamente”— de la novela.

—Hecho —asentí.

—Hecho —repitió—. Ah, y una cosa más…

—Dime.

—Córtate ese pelo, que ya toca.

2 comentarios:

  1. Es que me parto con Sara..... 'Córtate ese pelo, que ya toca' xD

    ¡¡Muy bueno!! Sigue así ;)

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